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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 11 de noviembre de 2019.

 

Era octubre de 2014. En un lado de la línea, el entonces gobernador guerrerense, Ángel Aguirre Rivero, respondía demudado, como un niño de secundaria regañado, a las preguntas de la periodista Carmen Aristegui, que vía telefónica le cuestionaba si había informado a las autoridades federales sus sospechas de que el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, tenía vínculos con la delincuencia.

El gobernador a duras penas logró pasar el trance de esa entrevista, cuando no había transcurrido ni un mes de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. El audio actualmente no se encuentra disponible en Internet por el conflicto legal entre MVS y Carmen Aristegui.

Era y es difícil oír a alguien con las tablas políticas de Aguirre Rivero, amedrentarse ante una periodista que lo cuestionaba y lo arrinconaba con sus preguntas. Por eso, en ese momento, varios analistas -aunque pocos o ninguno lo escribiría- se dieron cuenta de que todo estaba perdido.

Después vino lo que todo mundo sabe: la salida de Aguirre Rivero de la gubernatura, su aislamiento en torno a la vida del estado; su dolor personal tras el fallecimiento de su hijo Ángel Aguirre Herrera; la candidatura fallida en Ometepec y más recientemente, los anuncios de la Fiscalía General de la República, de que será llamado a declarar por el caso Ayotzinapa.

Con toda esa desventura, no pocos creyeron que Aguirre Rivero estaría fuera de la jugada política. Pero se equivocaron. Quizá precisamente porque las cosas en política no se avizoran favorables, el ex gobernador se ha crecido ante la adversidad.

En los últimos meses, particularmente tras la elección del año pasado, Aguirre se convirtió en Guerrero en el principal eje con el que se mueve el Partido de la Revolución Democrática. Se recordará que, tras asumir la gubernatura en 2010, se afilió a este partido y llamó a sus colaboradores a hacer lo mismo.

Promovió bajo su mandato la creación de la corriente Izquierda Progresista de Guerrero (IPG) que encabezaba su hijo; y promovió bajo la manga la candidatura al gobierno del estado, de su ex secretaria de Desarrollo Social, Beatriz Mojica Morga; pero también hizo que el PRD apoyara en 2012 la candidatura a la alcaldía, del empresario Luis Walton Aburto, quien en 2015 sería candidato a gobernador por MC.

Ya sin estar en el poder, en los últimos tres años, Aguirre Rivero reapareció en escena mediante reuniones políticas con personajes, en las que mandaba señales en todas las direcciones: se reunió, por ejemplo, con la alcaldesa de Acapulco por Morena, Adela Román Ocampo; con el senador del PRI y aspirante a la candidatura tricolor, Manuel Añorve Baños; con 10 diputados perredistas y con alcaldes de Morena, PRD y PT.

Pero su activismo no solo se ha centrado en reuniones para la foto. También su gente opera en lugares claves de todos los partidos. Un ejemplo es el caso del secretario de Desarrollo Social y aspirante a la candidatura al gobierno estatal, Mario Moreno Arcos, quien nunca ha negado su afiliación al aguirrismo; otro, es el de Sofío Ramírez y Jorge Salgado Parra, aguirristas confesos, que volvieron al PRI tras acompañar al ometepequense durante su gubernatura.

Los amigos del ex gobernador están también en puestos claves dentro del gobierno de Morena en Acapulco, así como en la fracción morenista en el Congreso local; la eventual incursión de Luis Walton y Beatriz Mojica en Morena también lleva un toque del sello aguirrista.

Así que hay indicios, sin duda no desdeñables, de que en las próximas elecciones Ángel Aguirre Rivero está llamado a tener una participación especial. Algunos lo ven impulsando su propia candidatura por Acapulco o buscando quedarse con el control total del PRD en Guerrero. Hace un año, el 3 de noviembre de 2018, Aguirre Rivero publicó un artículo en Milenio donde advierte que el PRD tiene que renovarse o morir.

Como si quisiera conducir esa renovación, Aguirre Rivero encabeza la construcción de lo que llamó una única gran corriente (IPG, se entiende) donde los candidatos ya no sean electos por cuotas, sino por méritos y trayectorias. Pero como si quisiera irse, impulsa la afiliación a esa corriente sin ligarla al partido, mientras se mueve, como se ha dicho, en todos los frentes posibles.

Por último, solo el ex gobernador sabe cómo va su estrategia. Lo que parece ineludible, es que en la próxima elección estará presente, y que va a influir.

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