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MARCO A. PAZ PALACIOS /

Teniente Luis Felipe José Azueta Abad, un héroe acapulqueño

Acapulco, 18 de abril de 2025. Luis Felipe José Azueta Abad nace en Acapulco en 1895 y muere en Veracruz en 1914. Hijo del entonces teniente Manuel Azueta Perillos y Josefa Abad Fernández, el 17 de agosto de 1904 el teniente de fragata Manuel Azueta es nombrado director de la Escuela Naval; el joven José Azueta intenta a finales de 1909 ingresar a la Escuela Naval, pero por su corta edad no es aceptado; asiste como oyente. El 1 de agosto de 1910 presenta examen de admisión y es aceptado. Para el año de 1913 José Azueta solicita su ingreso al Ejército como oficial de artillería y es aceptado y destinado a la batería de Veracruz como teniente táctico, donde el joven teniente no deja de tener contacto con la Escuela Naval y está al tanto del incidente de Tampico acontecido el 9 de abril de 1914, cuando fuerzas federales apresaron a marinos del cañonero “Dolphin”, de bandera de Estados Unidos, que desembarcaron en un área restringida. Para ello, el gobierno del presidente Wilson lo tomó como el pretexto perfecto para intervenir en México bajo el supuesto de proteger los intereses y a los ciudadanos de Estados Unidos de América en México.

El ya entonces comodoro Manuel Azueta informa al gobierno mexicano de los buques de Estados Unidos que acosaban y bloqueaban el puerto de Veracruz, y las autoridades le responden que no intervenga, y la flotilla del Golfo bajo su mando recibe órdenes de zarpar con destino a Tampico.

El 12 de abril de 1914 la flota estadounidense en Tampico dirige sus naves a Veracruz para unirse con la flota del almirante Fletcher, la cual ya se encontraba fondeada en Veracruz. El 21 de abril de 1914, a las 11:20 horas, la infantería de marina norteamericana desembarca en Veracruz con la intención de ocupar los edificios más importantes. La guarnición militar mexicana en Veracruz recibe órdenes de abandonar la plaza. El comodoro Azueta se traslada a la Escuela Naval y dice a la tropa y cadetes: “A las armas, que la patria está en peligro. ¡Viva México, viva México!!!!!!!” Junto con el director de la Escuela Naval, el capitán de fragata Manuel Carreón, organizan la defensa del puerto. El teniente José Azueta, al pertenecer en ese momento al Ejército y estar a cargo de la batería fija de Veracruz, recibe la orden de evacuar, que en sentido práctico era abandonar la plaza, huir, correr. Pero este se traslada a la Escuela Naval, donde se ha dado cuenta que se prepara la defensa, la cual encuentra por parte de los cadetes, alguna tropa que se resistió a la retirada y gente de la población de la ciudad y puerto de Veracruz que habían formado una milicia. Se encuentra con su padre y le dice que hay órdenes de retirarse. Para esto, su padre le dice: “Hijo, cumple con tu deber. Yo aquí me quedo con los muchachos a defender a la patria.” El joven teniente Azueta se arma con una ametralladora que había quedado abandonada en una esquina tras la retirada de las tropas federales. Al momento de tomar la decisión de combatir expresó: “Aquí está mi padre y aquí debo estar yo.” Desde ahí empezó a disparar al enemigo, manteniéndolo a raya, rechazando una y otra vez el avance de los invasores.

Un francotirador enemigo dispara contra el joven teniente Azueta, acertando tres de sus disparos de la siguiente manera: dos en piernas y uno en un brazo. Siendo herido con balas expansivas, lo que causa graves heridas al joven teniente, es trasladado herido a que reciba atención médica, pero va muy maltrecho, perdiendo sangre en abundancia por el efecto devastador de las antes mencionadas balas expansivas. El alto mando de la escuadra invasora estadounidense le ofrece atención médica en reconocimiento a su valor, pues los invasores se sorprendieron de que tan solo un hombre y tan joven hubiera luchado con tanta valentía y coraje y los haya mantenido a raya un buen rato. Cabe hacer mención que la mayoría de los invasores eran soldados estadounidenses experimentados, veteranos de la guerra hispano-estadounidense, y también habían combatido en Filipinas. El joven teniente Azueta rechazó la ayuda médica que le ofrecieron los invasores norteamericanos, y se dice que les espetó, palabras más, palabras menos, que prefería perder la vida que debérsela a yankis invasores.

Esta es, a grandes rasgos, la épica de nuestro gran paisano acapulqueño, teniente José Azueta, prácticamente un héroe desconocido en su tierra natal. Hay una escuela y una calle con su nombre en la vía que lo vio nacer, aunque la placa que señalaba el predio en que vio la luz hoy está desaparecida desde hace tiempo, y nadie se preocupa por su memoria salvo la Armada de México. Hay también una estatua suya en la glorieta de la base naval, pero el letrero que dice quién es no se ve, y casi nadie sabe de qué personaje es dicha estatua. Salvo su opinión, mi estimado lector, pienso que el gobierno de la ciudad debería de poner más atención a nuestros héroes locales que tenemos, gente que nació aquí y que dio su vida porque gozáramos de libertad y derechos. No debemos olvidarlos, y menester de una sociedad progresista es rendirles el culto que merecen.

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