VERÓNICA CASTREJÓN ROMÁN /
La inconformidad es palpable, locatarios de las céntricas calles de Acapulco ya no sienten lo duro sino lo tupido. Y es que las remodelaciones de que son objeto las arterias aledañas al zócalo los mantienen con un pie en la inanición, pues no se ve para cuándo los ejecutores de las obras les pongan punto final y mientras tanto, las ventas brillan por su ausencia.
La inconformidad es mayúscula porque de un año para acá, según versiones periodísticas, por lo menos tres veces han sido destruidas y reiniciadas las mismas calles; sobre todo la de Hidalgo y las circundantes a ésta, en las que en menos de tres meses –se quejan los dueños de establecimientos comerciales- terminaron y volvieron a colocar el adoquín en las vías que ahora quedarán sin banquetas.
El proyecto de la remodelación del centro de Acapulco padece de falta de comunicación; nadie sabe y nadie supo qué se pretende bien a bien hacer; pero lo que sí es notable, es la falta de previsión ante problemas añejos en esas vías: cuando llueve se forman ríos que apenas y son salvados por los transeúntes al caminar por las banquetas. Sin esos espacios, ¿cómo le van a hacer la próxima temporada de lluvias?
En cambio, en la calle Quebrada se construyen banquetas de tres metros de ancho que impedirán el estacionamiento vehicular frente a las casas que ahí se ubican, por lo que los propietarios tendrán que buscar un lugar para su autos; además de que la vialidad será tan estrecha que al parecer, no podrán circular por ella ni las ambulancias ni los carros de los bomberos.
Pero eso es lo de menos; lo importante es tener las obras listas para el próximo Tianguis Turístico, justo como lo anunció el exgobernador Ángel Aguirre Rivero en 2014, año en el que vio la “urgente necesidad” de remodelar el centro de Acapulco como se lo planteó al presidente Enrique Peña Nieto, quien enseguida conminó a la Secretaría de Turismo para que a través de Fonatur se canalizaran 200 millones de pesos para la ejecución del proyecto de remodelación que incluía el Zócalo, la glorieta de la Diana Cazadora y la Quebrada.
Y ya vimos cómo quedó la Diana Cazadora. Las obras no se terminaron ni estuvieron listas para ese tianguis ni para el siguiente, y seguimos igual. Hay ahora el compromiso de que antes de que inicie la Semana Santa las remodelaciones en las calles del centro estarán terminadas, gracias a los 150 millones de pesos que anunció el alcalde, Evodio Velázquez Aguirre, cuando explicó que las obras ejecutadas con recursos de Fonatur no llenaban los requerimientos de calidad a los que el proyecto se comprometía; y que ante “la mala calidad de los materiales” se veían en la necesidad de mejorar la remodelación.
Circular por el centro del puerto en estas fechas es todo un viacrucis que los locatarios ahí asentados viven día con día, desde hace ya un tiempo que acabó con su paciencia, misma que se acentúa ante la indiferencia con la que los responsables de las obras reciben sus quejas, sugerencias y pronunciamientos.
¿Que no habrá banquetas y se inundarán sus casas y sus negocios?, no importa; ¿que las obras avanzan con demasiada lentitud y que deberían terminar primero una calle para escarbar después en la otra?, no importa; ¿que en la calle Quebrada hay casas que se verán en serios problemas con las lluvias porque el agua les entrará por las ventanas?, no importa; las autoridades municipales ni los oyen ni los ven.
Ante toda esta inconformidad cabe preguntarse: ¿quiénes son los creadores del proyecto?, ¿se licitó la ejecución de la obra?, ¿para qué unas calles sin banquetas y las de la Quebrada tan anchas?, la sospecha despierta un rumor que mantiene inquietos a los comerciantes: ahí se reinstalará a los ambulantes.
Sin duda, a la remodelación del centro de Acapulco le hace falta información, y esto, en tiempos en los que la transparencia es un bien con valor de cambio, es inaceptable.