VERÓNICA CASTREJÓN /
En el año 2000, la investigación sobre la que basé la elaboración del libro Ellas Primero. Pioneras del periodismo escrito en Acapulco, 1939- 1999, me llevó a conclusiones muy interesantes pues revelan las condiciones laborales de las trabajadoras de los medios de comunicación en esos tiempos.
El 8 de marzo es considerado como el Día Internacional de la Mujer para conmemorar un hecho fatídico sucedido en 1908 en Nueva York: La muerte de más de un centenar de mujeres, quemadas vivas en la fábrica en la que laboraban durante un incendio que se atribuyó al propietario como respuesta a la huelga emprendida por las sacrificadas para exigir igualdad salarial, jornada de 10 horas y tiempo para amamantar a sus hijos recién nacidos.
En 1910, en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) se aprobó declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora; actualmente, se conmemora como el Día Internacional de la Mujer.
En este contexto, pues, me parece oportuno hablar de las condiciones de trabajo de las mujeres en los medios de comunicación en Acapulco.
En mi libro divido en tres etapas la incursión femenina en los periódicos de Acapulco. En la primera etapa, el mundo periodístico era, en el ámbito laboral, un coto masculino. No había mujeres periodistas, solo hombres, y las primeras que se atrevieron a estampar su firma en algún diario de circulación local (no había cadena nacionales), solo publicaban cuestiones relacionadas a Sociales: recetas de cocina, consejos para el ama de casa y esas cosas que tienen más que ver con la vida privada y en la que culturalmente se ha encasillado a las mujeres por cuestiones de género. Por lo tanto, sus trabajos se iban a las páginas interiores de los periódicos. Estas mujeres, también escritoras de poesías algunas veces, no percibían ni un centavo por sus colaboraciones.
Casi treinta años después, en la que considero como una segunda etapa de la participación femenina en los medios escritos de Acapulco y que abarca la década de los 70 y la de los 80, hubo un boom de participación de mujeres en las primeras planas de los medios de comunicación escrita en el puerto. Estas periodistas, cosa curiosa para su época, en cuanto a percepciones salariales, ganaban lo mismo que sus compañeros y trabajaban bajo las mismas prerrogativas y condiciones: “en los periódicos tienes horario de entrada pero no de salida”.
En lo que sí variaba la situación, y dramáticamente, es en todo lo concerniente a la cultura patriarcal, esa en la que el paradigma es el hombre y en donde las relaciones de poder colocan a las mujeres en situación de desventaja.
El machismo, el sexismo, la misoginia, la segregación laboral, el acoso sexual y/o laboral, el techo de cristal, la falta de sororidad, la carencia de affidamento y la doble jornada, sentaron sus reales en las relaciones laborales de las primeras periodistas que trabajaron en un periódico acapulqueño.
¿Pero, qué pasa ahora; seguimos igual? Es una excelente pregunta para las nuevas generaciones de mujeres periodistas de Acapulco; no obstante, me permito plantear la siguiente hipótesis: Las mujeres periodistas que trabajan en los medios de comunicación en Acapulco enfrentan los mismos retos de la cultura patriarcal que sufrieron las pioneras del periodismo escrito en este puerto.
¿En qué sustento tal afirmación? En las siguientes observaciones: Por pura casualidad, me enteré de que en un periódico de gran presencia estatal y perteneciente a una cadena nacional, hay alguna mujer que gana menos que los hombres, pese a que su trabajo es el mismo y aun cuando ella tiene mejores cualidades para la cobertura noticiosa y lleva más antigüedad en el medio.
La otra pista me la dieron dos jóvenes comunicadoras de formación universitaria que acudieron como ponentes a un foro sobre el trabajo de las periodistas en Acapulco. Ahí, una de ellas narró que para poder trabajar las noticias del día, primero tuvo que acicalarse con un vestido entalladito y corto y salir a dar los pormenores del clima. Contó que hasta después de un buen tiempo de lucir su palmito en las pantallas televisivas, por fin, un día le dieron la oportunidad de cubrir la información noticiosa, motivo de su vocación periodística.
La otra ponente comentó que cuando ella llegó al periódico en el que trabaja, primero tuvo que hacerla de IVM, o sea, y veme a traer los tacos y veme a traer los refrescos. Situaciones a las que accedieron porque de otra forma no hubieran podido obtener el trabajo que anhelaban. No sé si esto de que primero tienen que pasar por la condición de IVM sea tanto para hombres como para mujeres, pero de cualquier forma, representa un atentado a la dignidad de las y los profesionistas, sean del sexo que sean.
Y por último, supe también de una joven comunicóloga que se vio forzada a abandonar su trabajo en un medio local, luego de que quien fuera su jefe de información la acosara sexualmente.
Increíble, ¿verdad?, ¡en pleno Siglo XXI! Por supuesto que tiene una explicación, que lamentablemente, es la misma para todos los males que enfrentamos las mujeres en Guerrero, estado que ocupa uno de los primeros lugares en violencia contra las mujeres: La cultura. Una cultura que tiene como eje principal al patriarca, y que determina las características sexuales, sociales y políticas de las mujeres, desde unas relaciones de poder en las que el dominio y el control recaen en las manos de los hombres.
La tarea transformadora de todo esto corresponde a las instituciones: El Estado, la Familia, la escuela y los medios de comunicación. Solo cuando las políticas públicas de toda la administración sean atravesadas de verdad, por una visión de género que se dé a la tarea de formar y educar tanto a ellos como a ellas, se podrá aspirar a un mundo en el que la mujer deje de ser cosificada y la violencia en su contra ya no sea vista como algo trivial, como al parecer sucede a la fecha, a juzgar por las estadísticas en las que se puede apreciar que en la mayor parte de las denuncias por violaciones sexuales y feminicidios campea la impunidad.
Guerrero ocupa el tercer lugar en violencia contra las mujeres, de acuerdo con estadísticas de ONU Mujeres reveladas en su estudio de investigación Violencia feminicida en México, mientras que en un estudio realizado por el INEGI aclara que, “de acuerdo con la información de los últimos 15 años, se aprecia que los homicidios de mujeres están menos sujetos a los cambios de contexto o coyunturales, e indican que se trata más de un fenómeno estructural, mismo que sin duda, se ve afectado por las coyunturas, pero no lo determina. Es decir, los asesinatos de mujeres derivan de un patrón cultural y menos de los cambios de la violencia social por el crimen organizado”.
Y toda esa violencia tiene que ver con la forma en que la sociedad percibe la condición de ser mujer, tanto en el hogar, como en el trabajo, en la escuela o en las calles. Las comunicadoras pues, son tratadas así en sus centros de trabajo, por una cultura contra la que hay que luchar porque obedece a un juego de roles en los que no hay equidad entre los hombres y las mujeres y que obedece más a la necesidad de control y de dominio; más claro aún, de poder.
Acapulco, 8 de marzo de 12017.