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Le ofrecieron los restos de su hijo desaparecido; lo que encontró fue el caos

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Foto La Plaza.

 

En la fosa común, los restos están sin identificar, en desorden, desmembrados

ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Ciro Fuentes Urióstegui inició la búsqueda de su hijo desaparecido en 2013, un profesor recién incorporado a las actividades de la Secretaría de Educación Guerrero en una secundaria de Acapulco, hasta que hace dos años la Fiscalía le informó que había hallado los restos de su hijo.

Ahí comenzó otro viacrucis. Apenas supo de la existencia de restos que según la Fiscalía correspondían con los del joven desaparecido, la familia solicitó la verificación de los datos que permitieran una real investigación, y pidieron apoyo a la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Otros dos años después, por fin el 9 y 10 de marzo pasado se llevó a cabo la exhumación de restos en la fosa común del panteón El Palmar. Para ello fue necesario que la Procuraduría General de la República (PGR), la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CNDH), la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), tanto la federal como la estatal, la ENAH, y el Colectivo Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos, al que pertenece Fuentes Suástegui, presionaran para su realización.

Pero el día establecido, el 9, “lo que encontramos –cuenta Fuentes Urióstegui- fue nula colaboración de las autoridades, decían que Semefo no tenía información de la Fiscalía, que Panteones no sabía que se iba a hacer la exhumación, no había registro de los restos que nosotros estábamos y encontramos que al hacer los trabajos de exhumación no llevaban ni un equipo, el personal de Semefo no llevaba palas, picos, no había maquinaria para hacer la excavación en una fosa de aproximadamente tres metros de profundidad por ocho metros de ancho”.

El caso reveló un dato poco conocido: las condiciones en que son arrojados los restos de las personas que fallecen en calidad de desconocidas, a la fosa común.

La conferencia de prensa es encabezada por Fuentes Urióstegui, en su carácter de haber sido el solicitante de la diligencia, así como de Emma Mora Liberato, presidente del colectivo Familias de Acapulco en Busca de Sus Desaparecidos AC, y varios integrantes de la organización que cuenta con el apoyo y acompañamiento de la arquidiócesis de Acapulco.

El primer día de búsqueda, en condiciones precarias, porque los propios familiares tuvieron que conseguir maquinaria para excavación, se extrajeron 10 de los 19 cuerpos que habían sido sepultados en la fosa común de El Palmar. “Lo primero que observamos es que tenían rotas las bolsas donde los guardaron y estaban en forma desordenada, uno estaba de cabeza, las bolsas no tenían identificación, estaban desprendidas sus etiquetas y con ayuda de la antropóloga forense se pudo hacer una nueva posible identificación ahí mismo”, contó Fuentes.

Esa era una de las tantas fosas comunes que hay en El Palmar, contó a su vez Ema Mora. “Ahí en esa había 19 restos; y hablaron de otra donde había 30 pozos en una fosa, sin identificación, sin estudios de genética, están los huesos tal cual y lo único que dice la etiqueta es la averiguación previa con la cual están relacionadas”.

Al siguiente día ya apareció Carlos Estrada Guerrero, coordinador del Semefo, ya llevaban material, ya llevaban bolsas, se extrajeron los restantes, en total 16, pero no nos aseguran que los restos estén individualizados, porque había algunos que ya se estaban saliendo, pero al final no se localizaron los restos que les habían dicho que era de su familiar.

“Lo que encontramos es una violación a los derechos humanos: una institución dedicada a custodiar los restos, los perdió; los han vuelto a desaparecer”, señaló.

Mora Liberato señaló que una exigencia que están haciendo es que se hagan estudios de genética, de antropología forense y se identifique a todos los restos que estén en las fosas comunes del gobierno del estado.

La representante de la organización dijo que tienen actualmente contabilizados 50 desaparecidos, de los cuales tres casos de Chilpancingo, uno de Tlapa y otro en Xaltianguis, “y no solamente estamos buscando muertos, estamos buscando en vida”, dijo. Precisó que las edades son entre 14 y 36 años, entre ellos cuatro son mujeres.

 

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