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¿La mano que mece la cuna?

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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO    /

 

En redes sociales se ha dado un furor con doble vertiente pero en realidad con un mismo asunto: una campaña en favor del gobernador Héctor Astudillo Flores que ha ido desde el hastag #YoSiConfio en su favor, hasta múltiples y desordenadas muestras de apoyo; y un supuesto complot para hacer caer al gobernador, teoría que es alentada por algunos comunicadores locales que hasta nombre le ponen a esa “mano que mece la cuna”.

¿Tienen razón estas dos expresiones? ¿De veras necesita el gobernador de un apoyo así, explícito, para mantenerse en el cargo? ¿De veras alguien está tratando de desestabilizar el estado para hacerlo renunciar?

Es cierto que de repente estallaron varios conflictos simultáneos, enmarcados en la violencia y que, en conjunto, ponen en riesgo la gobernabilidad. Prácticamente una región entera, la Tierra Caliente, estalló en una casi guerra civil por lo que el gobierno definió como la confrontación de dos grupos armados. En medio, la población civil dando apoyo a uno y a otro, supuestamente.

Casi al mismo tiempo, en El Ocotito, Tierra Colorada, estalla otro enfrentamiento entre el Fusdeg y la Upoeg, dos policías ciudadanas señaladas de servir cada una a un grupo de la delincuencia organizada. Y en Acapulco, desconocidos incendian la Central de Abastos y con ello a 81 locales.

Días intensos, sin duda, precedidos por una violencia que tuvo como preludio los asesinatos del dirigente perredista Demetrio Saldívar, del ex diputado Roger Arellano, y desde luego, la nunca bien explicada protección que ha recibido hasta el momento el diputado con licencia Saúl Beltrán Orozco para no ser detenido.

Quienes apuestan a la teoría de una mano que organizaría todos estos eventos para hacer caer al gobernador, y hablan como si fuentes inmersas en el complot les pasaran los datos, dan, incluso, el nombre de un solitario personaje como el orquestador de todo.

Sin embargo esta teoría no resiste un mayor análisis. En primer lugar, creer que una sola persona puede organizar todos estos elementos es ensalzarlo demasiado, porque implica que tendría poder sobre diversos grupos o actores criminales, como los que mataron a Demetrio Saldívar, que no son los mismos que atacaron a Roger Arellano, por poner dos ejemplos; que controlaría al Fusdeg y/o a la Upoeg, para determinar en qué momento van a enfrentarse, y que contaría con el azar para que muriese un estudiante de Comunicación de la Uagro apenas unos días de que fue asesinado otro estudiante de Ciencias Sociales; que tendría poder sobre el Ejército, para garantizar que este fuera omiso durante tanto tiempo en la persecución del Tequilero y el Pez, y a su vez sobre los grupos de ambos para determinar el momento clave del enfrentamiento. Sería alguien que además tuviera control sobre varios otros actores que han tensado el clima en estos momentos en Guerrero.

Pero ningún político, por muy inteligente, por maquiavélico o poderoso que fuera, puede orquestar algo así.

En el tiempo de mayor control estatal, la única instancia capaz de una operación tan complicada, era la Secretaría de Gobernación. Si alguna mano meciera la cuna en Guerrero, solo podría estar ahí, pero además, con el aval del Presidente.

Pero, y aquí está la otra parte de este análisis, ¿de veras es necesario meterle zancadilla al gobernador? ¿La irresuelta violencia podría ser la causa? Sin embargo, desde la primera vez que se reunió el Gabinete de Seguridad en Acapulco, donde estuvieron los titulares de Gobernación, Sedena, Marina, PGR, Cisen y la Comisión Nacional de Seguridad, quedó claramente establecido que la coordinación en el combate a este flagelo en el estado quedaría a cargo de la Sedena, representada aquí por el comandante de la IX Región Militar, en esos tiempos Alejandro Saavedra Hernández, y luego venía un entramado en el gobierno estatal y los municipios, tienen que hacer una parte, la parte que les corresponda.

En otros aspectos sí ha habido avances. La reactivación económica, el regreso del turismo, la elevación del índice de empleo, fueron algunos de ellos, pero lo fue, de singular manera, el tema de la gobernabilidad, y la desactivación de los conflictos sociales.

Héctor Astudillo, al contrario de su antecesor, no es un gobernante que se la pase borracho o que no se sepa dónde está cuando estallan los conflictos: todos los días anda trabajando, y desplazándose de un lado a otro; ha hecho esfuerzos por afianzar la relación con el gobierno federal, y ha conseguido la presencia del mayor número de secretarios de Estado que se haya tenido en la entidad en tiempos recientes.

No parece, pues, el tipo de gobernador que el gobierno federal tenga interés en hacer caer.

Si no puede ser un individuo, y tampoco sería el gobierno federal, ¿alguien mece la cuna?

La respuesta es no. Los problemas que han estallado no son de ahora, pero tampoco de hace 10 años, sino de más allá, tal vez 15; y pudieron solucionarse hace 10, sí, pero también pudo hacerse algo el último año y medio.

Más que mano mecedora de cuna, lo que hay es una descomposición que es difícil de atender, pero que tampoco es imposible.

Por ejemplo: ¿cuántas muertes más habrá entre el Fusdeg y la Upoeg, y más ahora que la Upoeg también amenaza a la Crac? Como dicen los politólogos: problema que se soslaya, estalla.

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