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El misterio de la matanza de presos

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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

El asesinato de 28 internos en el penal de Las Cruces está lleno de misterios. La versión oficial es que se trató de una riña, en la que participaron tres custodios y 11 internos. Es decir, en ellos recae la responsabilidad del asesinato a golpes, pedradas, a balazos y con arma blanca, de los 28 internos.

Cuando se hace una revisión de lo que ocurrió la madrugada del jueves 6 de julio, sin embargo, hay más dudas que certezas. Muchas cosas no cuadran en la versión oficial, y persisten las otras versiones: que se trató de la incursión externa de un grupo atacante, y de que hay más muertos o por lo menos desaparecidos que los 28 oficialmente reconocidos.

De acuerdo con la versión oficial, todo comenzó alrededor de las 3:55 de la madrugada. Según dijo el gobernador Héctor Astudillo el viernes, a las 5:55, es decir, casi dos horas después, se tuvo el primer contacto con el Comisionado Nacional de Seguridad y empezó la intervención federal. A las 10 de la mañana, siempre según esa versión, las autoridades tenían el pleno control de la situación y de todas las áreas del penal. Habían pasado seis horas desde que comenzó todo.

Alrededor de esa hora, el vocero del Grupo de Coordinación Guerrero, Roberto Álvarez Heredia, emitió un comunicado en el que se lee que hubo una riña con el saldo de cinco muertos y un herido. Las versiones públicas de ese momento contrastaban con las que daban los familiares de los internos, quienes hablaban de al menos 15 decesos. Pero la versión oficial prevaleció con cinco muertos hasta que pasadas las 3 de la tarde Álvarez Heredia leyó otro comunicado en el que la cuenta se actualizaba a 28.

Los hechos en el penal plantean varias interrogantes. La primera es elemental: ¿cómo pudieron los autores de la masacre dar muerte a 28 personas, sin que fueran frenados por los custodios? Dijo el gobernador que los internos agresores utilizaron material de una obra en proceso, piedras, varillas y otros objetos para atacar a sus víctimas, y eso lleva a otra pregunta. ¿Cómo es que en un área de máxima seguridad estaban estos materiales a la intemperie, sin ningún resguardo?

Los atacantes debieron ser muchos, de otro modo no se ve cómo pudieran someter a 28 personas, algunas de las cuales fueron asesinadas a golpes, según el recuento oficial, y de nueva cuenta se desata otra interrogante. ¿Qué hacían los reos fuera de sus celdas a las 4 de la madrugada?

¿Por qué la solicitud de apoyo tardó dos horas en plantearse al gobierno federal? En ese tiempo, con la ayuda adecuada, bien pudiera haberse impedido la masacre que hubo, la cual debió durar suficiente tiempo como para dar muerte a 28 personas, algunas a golpes. Ya ni al caso viene preguntarse cómo es que había al menos un arma de fuego entre los internos.

Sobre el número de los asesinados hay interrogantes muy delicadas, que las autoridades tendrían que explicar. A las 10:18 se publicó el comunicado oficial sobre la masacre. En ese momento, según informó el gobernador Héctor Astudillo, ya se tenía el control total de las instalaciones, y por consecuencia, ya se tenía contabilizado cuántas personas murieron en la refriega.

El problema es que en ese momento, el gobierno decidió dar una información falsa: dijo que solo habían fallecido cinco personas, cuando ya sabía que al menos eran 28. ¿Por qué? ¿Para evitar el impacto mediático? ¿Para que la ciudadanía se fuera acostumbrando a la gravedad de la situación antes de conocer la cifra definitiva?

El problema es que este manejo informativo dio origen a un problema posterior: ¿Cómo creerle a un gobierno que deliberadamente ocultó cifras, cuando hay nuevas versiones de que en realidad los muertos son alrededor de 40?

En estos momentos, a tres días de los hechos, persisten las versiones de que hay personas desaparecidas –fugadas o muertos no reconocidos- y la creencia en consecuencia, de que la cifra de 28 decesos es menor de lo que realmente ocurrió en el penal. En ese caso sería muy delicado que hubiera existido un ocultamiento de la información de esa magnitud.

Hasta el momento, nadie ha hecho alusión a las cámaras de vigilancia, como si se hubiese tratado de una matanza ocurrida en algún camino de terracería en lo más intrincado del monte, cuando en realidad ocurrió en el área de máxima seguridad de uno de los reclusorios más importantes del estado.

Otro tema es el grado de responsabilidad de los funcionarios. Hasta el momento solo se ha fijado una sanción (consistente en la separación del cargo) contra el director de la prisión, y se han judicializado tres carpetas de investigación de igual número de custodios. Pero, ¿dónde estaban, haciendo qué, los demás? ¿No había vigilancia policiaca? ¿Cómo es que se les permitió operar durante dos larguísimas horas a los internos homicidas? Esas dos horas debieron haber sido eternas.

Una vez que hizo acto de presencia la Federación, todavía pasaron cuatro horas antes de tener el control del penal. ¿De qué se trató entonces todo eso? ¿Policías armados, soldados, no pudieron someter durante ese tiempo a presos que peleaban con sus manos, quizá con alguna piedra o alguna varilla? ¿Cómo se explica eso?

Al final, lo ocurrido en el Cereso de Las Cruces es una gran incógnita.

 

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