MANUEL NAVA /
El feminicidio, no solo es la expresión de la crisis en que está inmerso el país. Por lo mismo no debe abordársele como un hecho aislado, debe ser analizado en el contexto de los entramados sociales.
El caso de Mara despertó indignación y movilizaciones en diferentes puntos del país reclamando justicia. En muchas ocasiones la emoción estuvo dominó la actitud entre algunos de los que se manifestaron y se concentraron en reclamar sanciones contra la empresa de taxis privados y en contra del chofer.
El caso de Mara se dio en un contexto donde la inseguridad ha envuelto al país. Sus expresiones, en la mayoría de los casos están asociadas al crimen organizado. Hablamos de asaltos, secuestros, acosos, extorsiones, asesinatos, entre otros aspectos más. Otra parte del contexto es la violencia y también la feroz competencia entre empresas privadas de taxis y los permisionarios y choferes del servicio regular.
El hecho que seamos hombres o mujeres, la sensación es la misma: no estamos seguros. Las autoridades no están garantizando nuestra integridad.
El feminicidio tiene circunstancias especiales pero un mismo origen: el frágil estado de derecho en México está roto. Las autoridades tienen actitudes de omisión, de cooptación o de complicidad con la delincuencia que no son más expresiones de la corrupción. Una clase política corrupta no pueda garantizarnos la seguridad pública.
Las cifras de la violencia contra las mujeres provocan escalofríos, por decir lo menos.
Los datos del INEGI indican que 4.4 millones de mujeres menores a 15 años, han sido sufrido algún tipo de abuso siendo el más frecuente el sexual.
17.3 por ciento de mujeres con más de 60 años, ha sufrido alguna forma de violencia.
Existen a nivel mundial 29 millones de mujeres y niñas que son objeto de esclavitud, más de la mitad con fines sexuales.
En Guerrero la estadística indica que en 2005 se contabilizaron 120 casos y el dato más reciente, 2015, acumula 225 casos de mujeres asesinadas.
También de considerar el factor cultural que es la misoginia, el machismo, que no solo es mexicano sino que toma expresiones a nivel mundial. Se trata de una forma de concebir a la mujer no como un sujeto sino como un objeto.
Aunque la conceptualización del humano como objeto es un tanto universal, las mujeres están enmarcadas por la marginación, la pobreza y la exclusión educativa.
Existen pocos estudios que permitan cuantificar el impacto económico que ejerce la violencia de género sobre las finanzas públicas y personales pero es una de las mayores cargas que soportan los sistemas de asistencia social y de salud.
Los costos en justicia y prevención que representa la violencia hacia las mujeres, constituyen una carga y adicionalmente un impacto implícito en la productividad de las mujeres abusadas que disminuye a causa de los efectos físicos y psicológicos del maltrato.
Esa merma en el nivel de rendimiento y el alto índice de ausentismo laboral están asociados a mayores posibilidades de pérdida de empleo y menores niveles de ingresos en la población de mujeres víctimas de violencia.