VERÓNICA CASTREJÓN ROMÁN/
Acapulco, 12 de julio de 2019
Que no, que siempre no son cinco sino solo dos las playas que en Acapulco rebasan los límites de contaminación dictaminados por la Organización Mundial de la Salud; a saber, sólo Manzanillo y la Playa de Hornos no son aptas para la recreación humana, de acuerdo con la empresa Ingeniería en los Sistemas de Tratamiento de Aguas, SA de CV (ISTA), certificada por la Comisión Federal de para la Prevención contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), según boletín emitido por el Ayuntamiento porteño.
La nota tuvo alcances nacionales y por supuesto, internacionales, y el escándalo, otra vez –como cada año—se hizo mayúsculo, pese a que, como bien explicó el secretario de Salud de Guerrero, Carlos de la Peña Pintos, es sabido que la condición geográfica del puerto ocasiona que en temporada de lluvias, los arrastres provenientes de las partes altas de Acapulco alteran la química marina y ocasionan una contaminación momentánea de las aguas del mar que las mismas corrientes acuáticas se encargan de limpiar.
Y así fue, pasado el fragor de la nota que no se puede negar que afecte la imagen turística de Acapulco, el monitoreo de la empresa ISTA realizado un día después que el que llevó a cabo el Laboratorio Estatal de Salud Pública en coordinación con la Cofepris, dio ya resultados diferentes, pues Caletilla, Carabalí y Playa Suave ya mostraron los niveles de seguridad que dictamina la norma, aun cuando en la página de la dependencia federal, esta última playa aún no se descarta.
Lo cierto es que el problema de los arrastres pluviales y los desagües que van a dar al mar, es un problema añejo que carga sobre sus hombros el Ayuntamiento porteño. No obstante que se realiza con anticipación el desazolve de los canales que captan las corrientes de los ríos El Camarón y Aguas Blancas, y aun cuando las nuevas autoridades municipales han puesto empeño en el cierre de descargas ilegales de hoteles y condominios, la tarea por realizar es aún mayor.
Pero es una tarea de corresponsabilidades entre los tres órdenes de gobierno: los resultados del monitoreo previo que de las playas llevan a cabo las autoridades federales y estatales deben lanzar un llamado de alerta a las autoridades municipales si se detecta que las cosas no están bien, antes, mucho antes de que por obligación legal, la Cofepris haga públicos los resultados adversos.
Lo anterior, para dar margen a que el Ayuntamiento y todos los organismos obligados a preservar la limpieza de las playas, redoblen los esfuerzos y se abata el problema. Se evitaría así el escándalo nacional y aun internacional en detrimento de la imagen turística de Acapulco, de por sí, ya depauperada.
En la reunión reciente que la alcaldesa, Adela Román Ocampo sostuviera con el Comité de Playas Limpias advirtió que se ha actuado con firmeza en el cierre de descargas de aguas negras que de manera ilegal llevan a cabo hoteles y condominios, acción ineludible ante el tamaño del problema en Hornos y en la Playa Manzanillo, pero resta una tarea más: una campaña de educación y concienciación para que quienes viven en las partes altas del puerto o a la vera de los canales pluviales, coadyuven a mantenerlos limpios.
Las revelaciones de la Cofepris afectan, de manera innegable, la imagen turística del puerto, y por ende, nos afecta a todos los acapulqueños. Si dicha dependencia federal hiciera la advertencia a tiempo, y el Ayuntamiento prestara oídos prontos al llamado de alerta, muchos sinsabores nos serían ahorrados.
Ahora que, en honor a la verdad, nunca, desde que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios ha hecho su declaratoria de contaminación de las playas del puerto, ha habido un solo caso de familias de turistas, o de bañistas porteños afectados por la supuesta contaminación de las playas acapulqueñas.
No esperemos a que eso suceda. La responsabilidad es de todos, conservemos limpias nuestras playas.