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JOSÉ LUQUE BRAZÁN   /

 

Ciudad de México, 04 de abril de 2020.

Desde hace dos días atrás el número de contagiando en el mundo supero el millón de casos, si consideramos que en la actualidad tenemos una población mundial aproximada de 7,500 millones de habitantes, hoy en día por cada 7,500 personas hay una persona con Covid-19, en esta coyuntura.

En los últimos días han aparecido una serie de artículos de opinión de diversos pensadores en donde el punto crítico de análisis son las consecuencias humanas de la pandemia frente al neoliberalismo, la modernidad y finalmente la muerte, muchos de los pensadores hablan del fin de una época y quizás en parte tengan razón, pero también es una oportunidad única para cuestionar las narrativas instrumentales posmodernas y tradicionales que a la hora de las desgracias se tocan las manos para danzar en torno a la muerte de la modernidad cuando lo cierto es que estamos asistiendo a la agonía de una de las modernidades hegemónicas: la modernidad neoliberal, que se impuso a las modernidades históricas que se sostuvieron subalternamente en todos los espacios públicos en donde los valores de la sororidad, fraternidad, igualdad en la diversidad y la diversidad estuvieron presentes…

Ciertamente la modernidad hegemónica en sus formas posmodernas y chupacabras tradicionales es la que se encuentra en crisis y uno de sus valores centrales está haciendo agua, me refiero al valor de la acumulación enmarcado en la razón instrumental.

Mientras que los científicos y científicas en el mundo buscan tratamientos, curas y vacunas para detener la pandemia, mientras que la solidaridad se recrea de mil maneras, emergen también los cierres autoritarios, las dizque soluciones religiosas y la búsqueda incesante de chivos expiatorios señalados por los curas y profetas de siempre que ven en las feministas, homosexuales y migrantes los culpables y chivos expiatorios de una pandemia que se expandió por las carreteras del capitalismo global.

Frente a ello los y las poetas, los y las músicas, los y las artistas salen a los balcones para cantarnos esperanza y solidaridad y decirnos que otro mundo es posible mientras que la naturaleza-mundo se recupera de los males ecológicos de un capitalismo que nunca ha sido sustentable.

En este sentido, de México a China, de Rusia a Guinea, de Cuzco a Ciudad de México, lo que me queda claro de esta coyuntura es el reencuentro que estamos teniendo con nuestra condición humana.

La pandemia, la crisis económica y nuestra constantes sensaciones de inseguridad frente a la lotería de la muerte nos hacen repensar -al menos a algunos y algunas-, nuestra relación con la naturaleza y el cuestionar los valores derivados del capitalismo neoliberal y sus diversas expresiones chupacabras y buscar en nuestras solidaridades nuevos caminos para decir que otro mundo es posible y necesario.

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