* Precios bajos, enfermedades como «la roya» y la falta de apoyos gubernamentales mantienen a los productores de café de Atoyac de Álvarez en una crisis por subsistir
TEXTO Y FOTO: KAU SIRENIO
Atoyac de Álvarez, 8 de junio de 2020. La caída del precio del café hunde al campesino de la sierra de Atoyac, Guerrero, y provoca éxodo a las principales ciudades de los estados del norte de México, mientras que otra parte de la población lo hace a Estados Unidos. Lo que para los lugareños era el oro verde en la mejor época, ahora sólo quedan esqueletos de lo que fue el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé).
El café guerrerense no solo compite en la bolsa de Nueva York sino que tiene que enfrentar el brote la plaga “la roya” desde 2012. Además, sus productores no se han recuperado de las secuelas que dejaron los huracanes Ingrid y Manuel en 2013.
El cronista municipal de Atoyac de Álvarez, Víctor Cardona, relata que el gobierno federal instaló el Inmecafé en la Sierra de Atoyac para combatir a la guerrilla de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas, por eso compró los beneficios húmedos que tenían los acaparadores del café.
“El Inmecafé empieza a comprar café a un precio de garantía en toda la sierra, además trajo nuevas variedades, introdujo el mango y otros cultivos, trajo beneficios de alguna manera: hicieron cursos de corte y confección, le enseñaron a la gente a bordar, metieron a la zona cafetalera a otras formas de vida”.
El columnista del periódico El Sur de Acapulco agrega: “Llega Inmecafé a repartir dinero sin pedir nada a cambio. Cuando se acaba la guerrilla abandonan las instalaciones del Inmecafé sin una explicación. Además dejan a los campesinos a su suerte. Como consecuencia vino la migración del campo a la ciudad, mientras que subieron más arriba de la sierra a sembrar amapola”.
Por su parte, el cafetalero Acacio Castro Serrano dice que a los campesinos también les afectó la caída del precio en el mercado internacional y el brote de la roya: “A partir del 2012 se detecta un brote de roya muy virulento en Centroamérica, y que hace mucho daño al café, aquí en México se presenta después de los huracanes de Ingrid y Manuel”.
El ex alcalde de Atoyac dice que la crisis es la producción y el precio: “Los precios son insostenibles en estos momentos. Hay una cumbre donde están los productores del café del mundo en Kenia, la industria quiere materia prima barata y al productor no le es costeable producir café y venderlo a los precios que actualmente rondan en 85 dólares. Depende de lo que suceda en el mercado internacional y todo tiene que ver con la bolsa de Nueva York”.
La ruta del café va de la mano con la ruta de la guerrilla. La carretera que llega a El Paraíso, municipio de Atoyac, pasa por cada retazo de la historia reciente del país: “Por aquí Lucio emboscó al Ejército mexicano, atras de ese cerro entrenaron el primer comando que rescató a Genaro Vázquez Rojas de la cárcel de Iguala”, cuenta Cuauhtémoc Contreras Javier a bocajarro.
«Queremos apoyo del gobierno»
Dos días después de camino entre las comunidades San Vicente de Benítez, San Francisco del Tibor, El Paraíso y Rió Verde, el recorrido pasa por lo que fueron las instalaciones del Inmecafé. Sólo se puede observar maquinaria abandonada, esqueletos de las bodegas y árboles que rodean los fierros viejos.
-¿Gustan una taza de café? -ofrece Martina Ríos mientras camina hacia la cocina .
La mujer despacha a sus clientes, luego toma una silla para sentarse a platicar con los intrusos que la «torturan» con preguntas sobre el café. Ya más en confianza empieza a narrar su vida como productora del grano, pero se da tiempo para contar su pasado en Atlanta, Georgia, como migrante.
“Nos dedicamos al café todo el tiempo y lo que queremos es apoyo del gobierno, porque no nos llega ningún recurso para el café y toda lo zona de la sierra. Tiene mucho tiempo, desde que nací, mis padres se dedicaban al café, me case y seguimos cultivando el café”, narra Martina.
-¿Cuántas hectáreas cultiva? -quiero saber.
-Estamos cultivando como 10 hectáreas. Hay plantas de diferentes tamaños. Si nos va bien, podemos cosechar unas 600 latas de café seco en oro, nos da 4.5 kilos.
Mientras camina con las tazas de café el aroma empieza a inundar la casa, retoma la plática: “Nosotros vendemos café molido porque y así se vende mejor aunque sea lento, sale mejor, queremos que el gobierno nos ponga a alguna empresa que nos compre el café ya que los acaparadores pagan a un bajo precio. A 40 pesos el kilo, y es mucha la inversión que se le hace y no sale la ganancia, pues…”.
Martina contesta con nostalgia cuando se le pregunta el mejor momento del café: “Estaba caro, porque nos alcanzaba para comprar carro del año y construir una casa y nos quedaba todavía el resto para seguir trabajando durante el año. Ahora no nos podemos dar ese lujo, lo poco que sacamos es para sobrevivir”.
Con la caída del precio del café, con hijos en la universidad Martina tuvo que abandonar su huerta para migrar a Estados Unidos, allí trabajó en control de calidad en una panadería mientras juntaba dinero para mandárselo a sus hijos.
“Cuando mis hijos estaban en la carrera yo me fui a Atlanta, Georgia, abandoné la huerta cuatro años, en esos años el café ya no era rentable. El café es negocio, pero necesitamos apoyo del gobierno, hay mucha gente que es más pobre que uno, porque para mantener una huerta de café es mucho dinero”, explica.
«Hay que actualizarse»
Entre el cafetal y el ocotal Feliciano Bernardino Adame respira profundo antes de sentarse sobre un tronco para platica con el reportero en las colinas de los cerros que rodean la comunidad de Río Verde. Más descansado el campesino habla de su experiencia de cómo construyeron él y su hermano su propio almacén y la creación de su marca de café La Herberada.
“Utilizando la técnica llevo seis años, pero llevo 35 años dedicándome a esto. El primer problema que hemos tenido es el que se nos presentó en la roya hace algunos años cuando teníamos las huertas tradicionales, así que nos pusimos a reflexionar de lo que pasaría con el bosque. Si talamos el cerro para meter ganados, vimos que no es la vía idónea, así que salimos a buscar ayuda con otros cafetaleros, así fue como logramos recuperar la producción”.
Feliciano suspira un rato luego entra al quite: “El café sigue siendo negocio, sólo hay que trabajarlo de manera diferente, hay que actualizarse, como en todo, hay nuevas técnicas, variedades y de esa forma podemos hacer que el cultivo sea más rentable”.
Mientras juega con las hojas de los abetos, Bernardino Adame habla de variedades de café que produce con su hermano: “Catimor, catoi, oristeca y colombiana. La cosecha que estamos sacando es 20 quintales por hectárea en la primera que sembré, que es lo que tiene que ver entre la producción y la calidad”.
Agrega: “La calidad se obtiene cuidando la variedad, hay que cuidarla mucho. Unos están apegados al criollo o gorgón, según ellos son los únicos que dan calidad, pero no es así hay muchos que dan calidad y la otra hay que sembrar más plantas por hectáreas para que esto sea rentable”.
Los Bernardino Adame capacitan desde los cortadores hasta el último trabajador de la bodega para obtener calidad: “Debe ser cereza súper madura, es como se debe cortar. Enseñamos a los trabajadores cómo deben hacer el corte, primero como productor si no cortas todo el maduro estás perdiendo en peso, si cortas el café verde aparte de que no hay quien te lo compre no alcanza el peso ideal”.
Feliciano dice que los últimos estudios de laboratorio ha arrojado que su café están en el rango de 84 y 87 puntos: “En tasa significa cafés de calidad. Vendemos a unos catadores de México, para eventos especiales la marca es Herberada”.
El cafetalero Acacio Castro Serrano dice que el café llegó a Guerrero a finales del siglo XIX, pero sería a en los años 40 del siglo XX cuando se hizo el reparto de 600 hectáreas de café: “En ese tiempo empezó a crecer el cultivo y producción del café hasta llegar hasta al pico máximo de 55 mil hectáreas cultivadas en Guerrero”.
El ex alcalde de Atoyac agrega: “Atoyac siempre tuvo un 60% de la producción de café, aquí impactó mucho el café. Los campesinos sembraron en los lugares inimaginables esto aumentó la producción donde se llegaron a tener hasta de 300 mil quintales o un poco más por cosecha, pero en promedio es de 280 mil quintales en Guerrero de café de muy buena calidad. En los países de mayor tecnología la planta que tiene más de 30 años se considera una planta que ya cumplió su ciclo, entonces eso fue uno de los problemas que tuvimos aquí en el estado, que no se renovó la planta y llega el ataque de roya en el 85, no causo mucho daño ya que la planta no estaba decadente, la planta estaba sólida y el impacto de la roya no fue significativo y se quedó la roya y el café también.
Más crisis de café, más violencia
Víctor Cardona dice que que la caída del precio de café trajó a Atoyac más violencia y los asaltos se multiplicaron.
“Cae la economía, la gente no puede pagar peones para que limpien la huerta de café, no pueden darle de comer a tantos trabajadores, mi papá se va al cerro a sembrar tomates y luego pierde un día en traerlo a vender al mercado”.
Cardona es tajante: “La zona se hizo más insegura, muchos cafetaleros subieron a la parte alta de la sierra a sembrar amapola, pero tambíen se desplomó el precio, como consecuencia la gente se fue a emplearse en los campos agrícolas. La contradicción, un campesino tuvo que dejar su familia y su tierra para sobrevivir”.
El cronista dice que la pérdida del precio de café y de amapola generó desplazamiento en la sierra de Atoyac: “El Filo Mayor está pasando una situación muy crítica, varias familias han tenido que salir huyendo de sus pueblos. El 8 de abril de 2018 recibimos la oleada de familias, que bajaron organizadas por su comisario, y aquí se les dio el apoyo para acomodarlos, para que puedan vivir mejor, pero esas personas no me preocupan tanto porque están organizadas, los que sí me preocupan son el desplazamiento hormiga que han estado llegando en silencio buscando dónde acomodarse, llegan muchas viudas con sus hijos adolescentes que no tienen empleo y buscando donde vivir y sin sentido de pertenencia”.
Café guerrerense de altura
Para Acacio Castro Serrano vender el café a 85 dólares el quintal no ayuda mucho al campesino: “Los números nos dicen que para que un café sea rentable debe estar en 150 dólares, en café de calidad, entonces estamos a un 60%”.
Otro problema que enfrentan los cafeticultores es la renovación de la plantación: “Las plantaciones están muy viejas, así que las necesidades de plantas nuevas es urgente, sembrar mil plantas por hectáreas, y la recomendación ahora es que cuando menos se triplique esa densidad de siembra, en esa etapa está con los programas que se han venido impulsando pero han sido muy raquíticos”.
En la Sierra de Atoyac se requieren renovar 25 mil hectáreas de café, pero apenas les dan 500 plantas por productor, eso quiere decir que el productor tardaría siete años en renovar una hectárea.
“Es mucho tiempo y ese es uno de los problemas de la obtención de semilla. Nosotros todavía no tenemos bancos de semilla, con las primeras plantaciones que surgieron en el 2014, pues ya vamos a tener más semillas”.
Acacio habla de la calidad de la superficie del café en Guerrero: “Tenemos poca superficie, pero llega andar alrededor de los 700 metros sobre el nivel del mar, y ese sería la zona más baja de la zona de productora de café, a zonas más altas que llega hasta mil 600 metros sobre el nivel del mar, en el café de alta calidad las condiciones son arriba de 1300 metros, hay muchas opciones en cuanto a variedades”.
Esa altura, agrega, sirve para regular a la roya. “Además usar las variedades como gorgón, garnica, cateo. Son cafés que van a dar calidad, pero todos son susceptibles a la roya, y el manejo que requieren ahora es algo mejor, pero te garantizan calidad, en la zona media es donde se recomienda el oro azteca, lobata, chimoré, colombiana”.
Publicado originalmente en Pie de Página