RAUL SUAREZ MARTINEZ /
Chilpancingo, 28 de junio de 2020.
Pocos vaticinamos una victoria tan amplia. Andrés Manuel López Obrador arrasó en la elección presidencial de 2018 y, con ello llevó a toda una serie de candidatos a ganar distritos locales, federales, gubernaturas, ayuntamientos. No todos fueron aciertos, algunos errores garrafales se le adjudican directamente a Andrés Manuel, otros al método utilizado por Morena que, aduciendo que es un método democrático, no cuidó perfiles ideológicos, sociales y políticos.
El siguiente error de este gobierno, fue uno que puede ser su talón de Aquiles: al llegar, López Obrador no sacudió completamente el árbol de la burocracia y, muchos de los que venían siendo los operadores del prianismo, quedaron en las mismas áreas, convirtiéndose en piedras que obstaculizan el cambio. Amén de aquellos que fueron nombrados y no dan lo necesario para demostrar que se puede gobernar de una manera radicalmente diferente.
Dos años han demostrado que una figura caudillista puede levantar una organización que le sirva para ganar una presidencia, pero no se ha podido comprobar que le sirva para gobernar y conducir correctamente al país. Morena -en eso sí tienen razón algunos analistas- concentró las peores mañas del PRI e incluso está superando la belicosidad el PRD. Este partido no ha entendido que se gana más desprendiéndose de algunos pequeños triunfos y garantizar una buena gobernabilidad, que tratando de agandallarse todas las representaciones y después no saber qué hacer con todo.
En Morena no creen que López Obrador se haga a un lado si no entienden que hay que conducirse de manera diferente, siguen golpeándose internamente desgastando el partido que la figura de Obrador hizo ganador.
Dos años que por si algo le faltara a este país y este nuevo gobierno, llegó el virus del coronavirus y metió en una crisis integral a todos, no eran suficientes los virus políticos, teníamos que sufrir la arremetida del COVID-19 para ponerle piedras en el camino a López Obrador; a pesar de las críticas, este gobierno con López-Gatell a la cabeza ha sabido llevar correctamente en términos generales el manejo de la pandemia, aunque algunos medios sensacionalistas que piensan que golpeando recuperarán sus “apoyitos” intenten desinformar a la sociedad, entre la “mañanera y la conferencias vespertina” el gobierno obradorista cubre la atención de la sociedad.
López Obrador no ha tenido el camino fácil por todos estos elementos internos y externos; pero, a pesar el esfuerzo de la menguada oposición, mantiene el carisma y la credibilidad del respetable, elementos que nadie, absolutamente nadie de las figuras, si así se les puede llamar de la oposición, ha logrado. Ese es el principal problema del PRI, PAN o PRD: no tienen una figura, una sola que pueda nuclear la atención de los inconformes pocos o muchos, y se andan desgastando en miserables caravanas que solo hacen el ridículo o recurren a noticias falsas sobre el gobierno de Obrador tratando de minarle su credibilidad.
En este momento lo más riesgoso está dentro del mismo gobierno y su partido, la oposición no tiene posibilidades de derrotar la figura presidencial. Las encuestas propias y extrañas le dan a Morena -en ocasiones a pesar de Morena- el triunfo en casi el 100 por ciento de las gubernaturas que se jugarán en el 2021. Depende del manejo que se le dé a la designación de las candidaturas y alianzas para garantizar triunfos contundentes y darle un nuevo bono democrático a López Obrador.
No se trata de desaparecer a la oposición, eso no sería democrático, pero hay que darle su real dimensión de existencia, sin el manejo del presupuesto público ni la utilización de fraudes electorales, que se ganen con trabajo y convencimiento el voto de la gente, es lo menos que se puede pedir.
El camino no pinta sencillo, pero hoy hay que celebrar el segundo aniversario del triunfo de un demócrata con muchos aciertos y algunos errores, pero que, cuando menos, le regresó a la sociedad la posibilidad de que el gobierno le hablara con la verdad y que hoy por hoy, les está haciendo ver su suerte a los ricos y poderosos del país, que ni los impuestos querían pagar.
Primero de julio, a dos años; como Paris, bien vale una misa.