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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 13 de septiembre de 2020.

El regidor morenista de Acapulco, Javier Morlett Macho sintetizó su exposición en dos frases: “la decadencia de Acapulco, observamos, se acelera” y “este gobierno se derrumba”. Hablaba en el segundo informe de la alcaldesa Adela Román Ocampo, en nombre de seis ediles: los síndicos Javier Solorio Almazán y Leticia Castro, y los ediles Mayra Reyna Reséndiz, Liliana Quijano Buitrón, Azucena Uribe y él mismo.

Su participación no estaba en el programa pues el coordinador de la fracción, Hugo Hernández, ya había fijado la postura oficial. Pero al final de cuentas, lo que se vio con este incidente, fue algo inusitado. Que haya críticas es normal, y estas vinieron de la oposición al partido gobernante, PRI, PT y PRD.

Que los ediles de Morena hayan salido a cuestionar en esta dimensión a un gobierno del que forman parte, emanado de este mismo partido, parecería indicar que algo muy grave está pasando, sobre todo cuando no acudieron a una instancia interna, si solo eran diferencias políticas entre ellos, sino que acudieron al mayor foro que encontraron. Es decir, se entiende que la situación es tan grave, que tuvieron que sacarla a la luz, inclusive con el riesgo de comprometer la elección de 2021, si este gobierno, como dicen, se derrumba.

Así de grave. Por eso es un poco inexplicable que habiendo tenido la oportunidad de ser contundentes y llegar al fondo, hayan optado por quedarse solo en el lloro por una falta de atención. Veamos por partes: si se revisa con lupa el texto que leyó Javier Morlett se verá que lo más delicado que denunció fue la existencia de “calles destruidas, colonias sin agua, drenaje que emana de miles de alcantarillas, basura que se acumula”, y párale de contar. Ya no dijo nada más, antes concedió que esta administración “hay que reconocer que trabaja mucho (pero avanza poco)”.

Lo demás, fueron palabras: “desprecio a nuestra investidura”, “oídos sordos”, “no quiere escuchar”, “no quiere aprender” (¿quién le va a enseñar, ellos?), “resultados mediocres”, “se ha apartado de las premisas fundamentales” de no mentir, no robar, no traicionar al pueblo. Esta última parte habría sido importante, y valdría la pena que hubiera dicho con todas sus letras que la alcaldesa está robando y que dijera dónde y cuánto, pero solo dejó esbozada una idea vaga. Un tibio acercamiento a este mismo punto fue cuando cuestionó que no haya un presidente (una presidenta habría dicho) “libre de la necesidad de la acumulación individual”.

¿Quiso decir, una presidenta “que no robe”? Si es así, ¿por qué no lo dijo? Quizá el regidor haya tenido temor de enfrentar una demanda si decía algo que no pudiera probar. Sin embargo, llamó “palabras valientes” a lo que leyó. En cambio, sí expresó algo (¿un temor, una inquietud?) ante la posibilidad de que la alcaldesa tome el micrófono y diga que las críticas “provienen de canonjías no otorgadas” y le pidió asumir su responsabilidad y no responder “con la retórica de la difamación”.

La respuesta de la presidenta municipal, por su parte, fue seca, contundente: “no es malinformar a nadie -le dijo-, sencillamente estás exigiendo obras para tu constructora, y no las vas a tener. Las obras son para el pueblo de Acapulco, las obras son para los constructores que de eso viven y a eso se dedican. Y si la ideología de Morena es no mentir, no robar y no traicionar, esa debe ser nuestra postura”.

Hasta ahí son los simples hechos de lo ocurrido este domingo durante el informe de Adela Román.

Lo otro, es preguntarse qué hay más allá. Lo primero, es que hay dos que le quedan a deber explicaciones a los acapulqueños. La presidenta Adela Román Ocampo, por ejemplo, debería explicar ante los ciudadanos cuál es la constructora de Morlett y qué obras está pidiendo y por qué montos. Se entiende que es un negocio particular, y que el edil cae en lo de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo. Y el propio Javier Morlett está obligado también a dar su explicación al respecto. Y si utiliza el chantaje (así tendría que ser visto, a la luz de este dato) en un evento de la dimensión del informe de gobierno, entonces está lejos de lo que son los principios de la 4T, y para decirlo con sus palabras, “no basta con decir yo estoy con Andrés Manuel López Obrador para ser parte de la 4T”.

Al final, lo único visible de este incidente es un bochorno ante la opinión pública. Los ediles perdieron la oportunidad, si esa era su idea, de exhibir acusaciones de peso contra la alcaldesa y, al contrario, justificaron la versión de que hay un embate contra ella con tintes políticos ante la posibilidad de que se convierta en candidata al gobierno del estado. Un ejercicio, además, de violencia política y de género, porque si no logran estructurar una acusación concreta, entonces lo único que están haciendo es tratar de cerrarle el paso.

Los más contentos con lo sucedido este domingo deben ser los partidos de oposición, porque los ediles morenistas no solo le ponen piedras a la alcaldesa, se las ponen también a cualquiera que vaya a ser el candidato de este partido. Ya lo preguntamos en esta columna antes, pero lo volvemos a preguntar: ¿Cree Javier Solorio, por ejemplo, que si se descarrila el gobierno de Morena en Acapulco él podrá ganar una elección si es candidato? ¿Cree Pablo Amílcar Sandoval -jefe político de los “ediles inorgánicos”, como los autonombró Morlett- que si se derrumba el gobierno de Acapulco, él podrá ser candidato y gobernador en 2021?

Morena está viviendo la misma historia que vivió el PRD con sus luchas intestinas por el poder, lo que finalmente lo llevó a perderlo todo. No hay duda que quienes no revisan la historia están condenados a repetirla.

 

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