ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 24 de septiembre de 2020.
Beatriz Mojica Morga, en ese momento secretaria general del CEN del PRD, respondió a una pregunta: “¿Conoce a su estado, a sus jaguares?”, que le formuló el conductor Fernando del Collado, de Milenio TV. “Muy bien. En extinción, por cierto”, respondió la guerrerense.
Era 2018, y la pregunta, con un tinte ecologista o cultural, en realidad tenía un matiz político y una referencia a un personaje que se había posesionado del nombre del felino guerrerense, Armando Ríos Piter, el Jaguar.
Ni el entrevistador lo mencionó, ni la entrevistada lo dejó ver, pero la expresión “en extinción, por cierto”, era un gancho al hígado para quien en 2014 intentó convertirse en gobernador de Guerrero, y que por las fechas en que se hizo la entrevista, buscaba ser candidato independiente a la presidencia de la República, como la bisagra que impidiera el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Fue, en ese momento, quizá la mejor definición de la circunstancia política que vivía el político guerrerense, con una estrella ascendente en sus inicios pero que, en realidad, en 2018 vivía un declive anunciado, extinción que pareció confirmada cuando el INE, tras acusarlo de haber falsificado firmas de apoyo, le negó la candidatura independiente, y más tarde, ya sin candidatura, apareció dando su respaldo al priista José Antonio Meade. Después de entonces no se le volvió a ver en público.
Pero ahora ha anunciado su regreso a la política, justamente en Guerrero, a través de Movimiento Ciudadano, partido por el que, dicen unos, pretende postularse a la alcaldía de Acapulco o, dicen otros, buscará la gubernatura si hay condiciones.
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Lo malo para Ríos Piter es su paso por la historia. Empezó siendo priista, en el gobierno de René Juárez; luego, renunció al PRI y se incorporó al PAN y al gobierno de Vicente Fox como subsecretario de la Reforma Agraria, donde su mentor Florencio Salazar era el titular. Después, dejó eso y vino a Guerrero en tiempos de Zeferino Torreblanca, desde donde operó en favor del candidato panista presidencial Felipe Calderón. Más tarde se afilió al PRD, partido que, siempre empujado por Torreblanca, lo hizo diputado federal y senador. Tras renunciar al PRD en 2014, fue candidato independiente a la presidencia de la República, luego activista del PRI en favor de Meade y ahora MC.
En 20 años, ha pasado por cuatro partidos políticos y un andar independiente, es decir, cinco visiones distintas de la política, lo cual dificulta encontrar el sentido de congruencia en su actuación.
Su regreso al escenario político en este momento generó expectación en los políticos locales y euforia en Movimiento Ciudadano, pero al final, quizá ambas son infundadas.
El político tecpaneco viene de un escenario nacional: fue diputado constituyente de la Ciudad de México, e hizo amarres para gobernarla. En 2009 fue diputado federal y en 2012 fue senador e hizo su vida por allá. A Guerrero solo venía a hacer presencia política para afianzar la gubernatura. Cuando la esperanza se acabó, él también se fue.
Con esas ausencias, su presencia ahora debería causar más azoro que preocupación. Sobre todo, porque no podía haber para él un escenario más adverso: llega enfrentado con la 4T no solo en lo personal, sino a través del partido que representa, un ex aliado y ahora detractor de López Obrador; con el PRD, rompió toda alianza, que de por sí no tenía pues su fuerte siempre fue Zeferino Torreblanca; con el PAN, partido en el que militó, y con el que podría tener mayor afinidad ideológica, nunca hizo ningún contacto concreto; y con el PRI, tal vez haya alguna relación, sobre todo por los cacicazgos de Costa Grande, pero no se sabe mucho al respecto.
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Hoy tiene dos escenarios: si MC hiciera alianza con PRD, PRI, y PAN (BOA), la posibilidad de que sea el candidato común es poca porque en lo individual, cada partido tiene más razones para rechazarlo que para acogerlo, sobre todo si cada uno intentará poner a su propio abanderado, y MC no tiene fuerza suficiente. Si, por lo contrario, MC va solo, entonces habrá dos que caminarán en soledad: solo el partido, y solo el candidato.
Cuando Torreblanca gobernaba, y Ríos Piter tenía todo el apoyo, creó una red a la que llamó Movimiento Jaguar, pero en el contexto de la elección de 2015, los militantes de esta corriente se desperdigaron, y acusaron a su líder de haberlos abandonado.
Así, Ríos Piter regresa a la política en Guerrero, un lugar que no ha visitado en mucho tiempo, sin padrinos políticos fuertes, con una identidad política desdibujada y en un tiempo en el que todo ha cambiado.
Sin embargo, quizá no todo es malo: podría ser una oportunidad para desandar el camino y restablecer sus contactos, replantear cuál es la visión real de la política que tiene, más allá de una simple figura publicitaria o de los principios básicos tan opuestos entre sí de los partidos donde ha militado. No estaría mal que revisara sus alianzas, que se reencontrara con quienes fueron sus compañeros en los distintos partidos donde estuvo e inclusive que buscara acercamientos con sus críticos y adversarios.
En cambio, seguir la ruta del hoy como si el ayer no hubiera existido, es seguir, a paso lento pero seguro, el camino hacia la extinción.