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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Acapulco, 11 de octubre de 2020.

El Partido del Trabajo se prepara para jugar un papel especial en Guerrero en la elección de 2021. Para ello, hay en ese instituto político quienes están apostando a la aventura de ir tanto en el gobierno del estado, como en el municipio de Acapulco, sin alianza con otros partidos, para así consolidar su presencia política, que estiman podría aumentar de manera considerable.

Esta apuesta se basa en los resultados: en Acapulco, por ejemplo, al ir sin alianza, con Zeferino Torreblanca como candidato, en la elección de 2018, el PT se colocó en la tercera posición, dejando atrás al que antes fuera el preferido, el PRD. Hay que tener en cuenta que el PRD ganó desde 1999 todas las elecciones salvo la que obtuvo el PRI con Manuel Añorve en 2008, y Morena en 2018 con Adela Román, porque incluso el triunfo de Luis Walton en 2012 no fue de Movimiento Ciudadano sino del PRD, solo que el candidato era de MC.

Así que, en esa perspectiva, podría decirse que el PT, un partido que antaño ha sido testimonial, parasitario del PRD y Morena, ahora podría ser la gran sorpresa. Pero para saber si esta hipótesis es correcta, tiene que jugar solo, sin aliados.

Justamente ese ha sido un problema para la candidatura de Beatriz Mojica en 2021, pues ella ha planteado que quiere encabezar no solo al PT sino también a Morena en una alianza. Pero la experiencia de Acapulco hace dos años hace relamerse los bigotes a los dirigentes. El argumento es simple: si Betty Mojica es candidata y gana, está bien; pero si no gana, también está bien, porque de todas maneras dejará apuntalado al partido, quizá con altas expectativas para la siguiente elección. Igual pasó con Zeferino Torreblanca: no ganó, pero al partido le fue bien.

Eso podría explicar en parte los últimos movimientos petistas, que tuvieron un buen ensayo en 2018, cuando llevaron como candidato a Zeferino Torreblanca, después de que el ahora síndico Javier Solorio rechazara su oferta y decidiera seguir en Morena. El PT entonces abrió la puerta a personajes como los empresarios Humberto Parra -que había sido antes candidato a diputado del Panal- y Laura Caballero, que había sido candidata a diputada local por el PAN tres años atrás; y al propio Torreblanca.

En este proceso que está en curso, ha hecho pública la adhesión de los empresarios Carlos e Ingrid Granda, quienes toda su vida han buscado ser candidatos del PRI; uno de ellos fue diputado local por ese partido. Además, el PT mantiene pláticas muy concretas con el ex candidato del tricolor en la elección pasada, Ricardo Taja Ramírez, quien hace poco dejó ver su intención de competir por el Partido Verde, pero que ahora parece que lo hará por el del Trabajo.

A la vista, parece que el PT está haciendo una labor bastante pragmática con el fin último de llevar su crecimiento a los máximos niveles, lo cual tiene sentido porque todos los partidos se constituyen con la finalidad de alcanzar el poder.

Sin embargo, en realidad lo que se ve es un partido sin una auténtica ideología, que ha sido así toda su historia, desde que fue creado por Carlos Salinas de Gortari para que su gobierno se diera una barnizada de democracia al permitir un partido supuestamente de izquierda mientras perseguía al PRD.

El PT desde su inicio en 1990, fue un terreno propiedad de un solo hombre, Alberto Anaya, fundador y presidente, que lo es hasta la fecha. Como su nacimiento estuvo manchado por su cercanía con Salinas, nunca logró despegar y más de una vez estuvo a punto de perder el registro. Así que se cobijó primero con Cuauhtémoc Cárdenas y luego con López Obrador, para mantenerse en una alianza con el PRD que le permitió por muchos años sobrevivir.

Ahora lo hace con Morena, con la variedad de que ahora ha crecido un poco y busca experimentar por su cuenta. En Guerrero, siempre ha sido aliado de los gobiernos priistas. Cuando Zeferino Torreblanca buscaba la alcaldía por primera vez, el PT que ya mantenía alianza con Cárdenas y el PRD, rompió esa alianza en Acapulco por órdenes del entonces gobernador René Juárez Cisneros para impedir la llegada del empresario, y lanzó como candidato a José Luis González Suástegui, un personaje que había sido perredista, petista, pero que siempre coqueteó con el PRI, y cuya candidatura no fue a ninguna parte.

En la elección de 2015, mantuvo el estira y afloja para irse por su cuenta y llevar como candidato al gobierno del estado a Victoriano Wences Real a fin de no respaldar a Beatriz Mojica, lo que al final no se concretó. Ahora ese episodio se repitió pues tuvo que ser el propio Anaya quien la impulsara para que los dirigentes locales la aceptaran. En 2018, en Acapulco, el PT hizo también todo lo posible por romper la alianza y dejar sola a Morena. Lo consiguió con Zeferino Torreblanca, pero antes lo intentó con Javier Solorio.

Hay quienes critican la inclusión de empresarios en un partido no solo de izquierda, sino que se reivindica socialista (su logo ha perdido la hoz y el martillo pero no el fondo rojo y la estrella amarilla); pero se equivocan, porque estas adhesiones y estas estrategias solo muestran a este partido como lo que es en realidad.

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