RAUL SUAREZ MARTINEZ /
Chilpancingo, 13 de diciembre de 2020.
Los partidos políticos se coaligan generalmente por un proyecto de nación, de Estado. En México lo hacen para sobrevivir, porque reconocen que sus fuerzas no le dan para vencer al partido en el poder.
En México, pero trataremos de referirnos más a Guerrero, los partidos políticos se están uniendo de manera desesperada para garantizarse una sobrevivencia política que ven en peligro. El PRI, después del desastroso y ridículo papel que jugó en la elección de 2018, busca la manera de que eso no se repita a nivel estatal. Sabe que no goza de la predilección de la sociedad que mal ha gobernado. El PRI se sabe derrotado de antemano por si solo; es por eso que ha definido coaligarse electoralmente con su enemigo natural y, también, con su aliado nacional para tratar de evitar que el nuevo tsunami morenista los arrase llevándolos casi a su extinción como partido reconocido por los órganos electorales.
No es exageración, los niveles de aceptación del PRI a nivel nacional son demasiado bajos. Todavía faltan conocer sus principales candidatos, los escenarios estatales lo mantienen generalmente en tercer lugar, pero, muy, muy lejano, lo que prende las alarmas en el tricolor. No es gratuito que olvide los agravios con el PAN y el PRD; no quieren vivir en el error, fuera del presupuesto.
El PAN después de su división interna y de su fracaso presidencial con un candidato que no logró llegarles a los ciudadanos, no ha logrado enderezar el ánimo en Guerrero, si de plano no tenía vida política, después del 2018 está peor. No tiene vida política ni discurso ni nada.
El PRD en cambio, después de gobernar en dos ocasiones, si así se le puede llamar a dos gobiernos con gente externa de la cual el partido como tal nunca tomó el control político del ejercicio gubernamental y dejó que un panista y un priista enlodaran el prestigio que el partido que representaba a la izquierda tenía. Como en el 2018, el PRD pierde con esta alianza. En el 18 con la alianza que tuvieron con el PAN, las bases perredistas optaron por votar mayoritariamente por López Obrador, en ese entonces candidato a presidente de la Republica, sin romper con sus dirigentes en su mayoría incluso asistiendo a los eventos que organizó esta alianza indescriptible. Sin ser natural, la alianza con el PAN fue soportada por un sector del PRD; sin embargo, lo que ahora les proponen en Guerrero, está siendo repudiado por sectores importantes de perredistas de todos los niveles. El PRI y el PAN corren el riesgo de aliarse con un cascaron que tiene vida artificial por mismos priistas que supuestamente salieron de ese partido con Aguirre, algo discutible, por cierto.
A nivel nacional según sus propias encuestas, el PRD está bajo la línea del registro como partido político. Su miedo, el miedo de los Chuchos, es quedar fuera de las pluris y espacios desde donde sigan manteniéndose, sin importarles la base perredista, su escasa base.
Y, todavía faltan los espacios que tienen que negociar con el PRI y con el PAN para cederles candidaturas; sin contar los espacios que los grupos de derecha y ultra derecha les van a exigir en este periodo, no para sumar votos sino, para meter dinero sucio o no a sus campañas electorales.
Las bases del PRD de manera mayoritaria no van acompañar en esta aventura a la burocracia perredista. Se quedarán solos, sin muchos espacios, sin registro, obvio sin partido. Las bases priistas en un buen porcentaje se abstendrán de votar en esta ocasión por candidatos que antes atacaron a muerte, literal. El PAN, perderá el tiempo intentando convencer a sus bases no estructuradas del porqué hoy, hay que votar por los corruptos y violentos de antaño, hoy aliados sin sentido.
Hay alianzas que suman, hay otras como las del PRI-PAN y PRD que restan, y restan muchos más de los que ellos se imaginan.