ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 30 de diciembre de 2020.
Finalmente, Félix Salgado Macedonio se impuso frente a un intento de imposición como no había precedente en la izquierda en Guerrero, y hoy es candidato de Morena al gobierno del estado.
No fue una tarea fácil. Aunque la lógica estaba clara desde el principio, en que todas las encuestas -todas, incluidas las patito, las compradas, las serias, las oficiales, las cuchareadas– le auguraban un triunfo contundente de por lo menos dos a uno frente a su más cercano competidor, hubo el intento más burdo por desplazarlo, en el que desde dentro de Morena se usó de todo: guerra sucia, denostación, gasto exagerado de recursos en publicidad, y apoyo en los programas sociales para hacer ganar a un aspirante que evidentemente no tenía el respaldo popular.
Pero Félix Salgado tuvo la oportunidad de demostrar que ya no es el Toro sin Cerca. Al menos, no el personaje intrépido, desbordado, que hubiera caído fácil en la provocación y que hubiera reaccionado de manera poco conveniente incluso para él. Por lo contrario, demostró que ahora es un hombre mesurado, calculador, que se movió con precisión y sin aspavientos, y al final le dio la vuelta a la imposición.
Aguantó con calma la andanada, las diatribas. Primero, ante la desorbitante campaña que se desataba enfrente, con desplegados costosos, con camionetas blindadas, con protestas orquestadas en su contra no para ayudar a una presunta víctima sino con el fin expreso de impedirle ser candidato, guardó silencio. Resistió la tentación incluso de hacer reuniones, pidió calma cuando su nombramiento se cayó como la sopa que viaja del plato a la boca, pero de todas maneras no bajaron ni un ápice las preferencias en su favor, ni nadie enfrente elevó sus puntos.
Cuando se iba a conocer la primera vez la encuesta, la información oficial, pero no pública, fue que él había ganado. Pero de último momento, en plena sala de la sede de Morena, el escenario cambió. Fue entonces cuando Salgado comprendió que los intereses por impedir su llegada estaban fuertes, y decidió salir a despertar al tigre.
Solo en ese momento aceptó hacer recorridos igual que lo venía haciendo el aspirante que todos veían como beneficiario de la imposición. Lo que se dejó ver entonces fue que la base social estaba indignada, rechazaban la imposición y se unían de manera intensa al Toro. La campaña en su contra no lo doblegó, sino al contrario, exhibió que había la intención de sacarlo de la jugada y subió sus bonos. En Tlapa, por ejemplo, donde Salgado Macedonio hizo una de sus más fuertes manifestaciones, recibió el apoyo sin condiciones de las mujeres, de los jóvenes, de los indígenas de La Montaña. Las fotos de las distintas regiones muestran que, ante la posibilidad de una injusticia en su contra, la gente se acuerpó con él.
El resultado final no podría ser otro: la dirigencia nacional reconoció su liderazgo y hoy lo ha nombrado candidato a gobernador. La suma de un partido que tiene la alta mayoría de la preferencia, y de un candidato que puntea no solo entre los aspirantes de Morena, sino de todos los demás partidos, parece anunciar un triunfo asegurado de antemano.
Lo que viene ahora es la operación cicatriz. Aunque él fue víctima, no victimario, de la guerra sucia que se desató en la pelea por la gubernatura, es de esperarse que Salgado Macedonio tenderá puentes hacia quienes fueron sus adversarios, y la misma actitud tendrían que asumir Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros y su gente, pues ahora estos tienen el compromiso de aceptar el resultado y, como el propio Sandoval lo dijo en varios momentos, sumarse al proyecto de la Cuarta Transformación.
La unidad no solo es necesaria en términos de triunfar en la jornada electoral, y de la gobernabilidad a que podría aspirar el próximo gobierno, sino también para que Guerrero vaya traspasando sus propios umbrales de crispación social que ha tenido por décadas.
En la campaña, Morena va a llevar ventaja no solo por el partido sino por el candidato. Todos los escenarios catastróficos que se hicieron en estos meses, augurando una eventual ruptura y la posibilidad de que se abriera la puerta a la coalición opositora, de un plumazo fueron descartados, aunque una elección no se gana sino en el día de la jornada.
Félix Salgado es un personaje que, tal vez por el hecho de que siempre ha vivido en Guerrero, atrae las simpatías no solo de la izquierda, sino también de mucha gente de base priista, perredista y panista, y ese será otro factor que estará jugando en la contienda.
Al final, las dificultades de esta precandidatura solo lo hicieron crecer más. Por eso lo que viene va a ser una elección que evocará los dos episodios de sus candidaturas anteriores, pero el campo de la batalla, sin duda alguna, no será el mismo.