ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 03 de marzo de 2021.
En el caso del candidato de Morena al gobierno del estado hay varios componentes que tienen que ver con algunas formas de discriminación, y con la concentración del poder político en la metrópli, en detrimento de las provincias, que suelen ser consideradas como salvajes y retrasadas.
Desde el principio, en Morena, cuando ocurrió la llegada a Guerrero de un grupo de capitalinos, encabezados por Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros y Luis Enrique Ríos Saucedo, quedó clara la distinción entre estos y los locales, a los cuales llegaron a conducir, a enseñarles los principios universales de la 4T, y de la lucha por la democracia, aunque Guerrero es uno de los estados con más historia de lucha en el país.
Cuando estaba en sus puntos claves la contienda interna para la candidatura a gobernador, antes de comenzar la guerra sucia, un grupo de intelectuales -entre ellos Elena Poniatowska, Armando Bartra, Epigmenio Ibarra y otros, ninguno con residencia en Guerrero- metieron mano para decir quién debía ser el candidato para los guerrerenses, incapaces estos de elegir al correcto.
Ahora que hay la andanada para ganar la elección sacando al competidor más fuerte, la situación es la misma: el movimiento feminista y el movimiento contra Félix Salgado se están desarrollando fuera de Guerrero, mientras en el estado la popularidad del político de Las Querendas se mantiene, si bien no es indiferente al golpeteo.
Héctor Aguilar Camín, autor de algunas novelas, sintetizó el tema diciendo que los guerrerenses no necesitan un gobernante que se le parezca, sino uno que sea civilizado. Es decir, desde el centro del país, Aguilar Camín nos ve, digamos por oposición, incivilizados, y necesitamos un gobernante nos venga a civilizar desde la metrópoli.
Esa es la perspectiva con que se mira a Guerrero. En ese contexto Félix Salgado es para los centros del poder capitalinos un personaje por lo menos folclórico, que ha sido juzgado y declarado culpable no solo por los delitos que se le imputan -pero que no están suficientemente sustentados en las instancias judiciales- sino por toda su trayectoria, por el “borrachazo” de la Condesa, por el “yo sí te parto la madre, Nicho”, por su advertencia a la Suprema Corte de Justicia de que el Senado tiene facultades para desaparecerla, por tomas de autopistas, por éxodos y marchas.
Pero en el fondo esta andanada dirigida desde los medios de comunicación con sede en la Ciudad de México es en realidad una especie de ajuste de cuentas con un personaje que le ha dado batalla al sistema desde hace muchos años. El episodio conocido como el borrachazo es en realidad el resultado de una increpación pública que el entonces diputado federal hizo al presidente Ernesto Zedillo cuando este concluía su último informe, y horas más tarde fue detenido por policías del Distrito Federal y obligado a ingerir mezcal, según la denuncia que presentó entonces. El “yo sí te madreo”, pronunciado contra el priista Dionisio Pérez Jácome en el edificio de San Lázaro está en el contexto de las fuertes discusiones que en esos tiempos mantenían perredistas y priistas en el Congreso; y la desaparición de la Corte es un amago contra sus ministros, un grupo de élite que ha gozado de privilegios inauditos en un país tan pobre y que se negaban a disminuir su excesivo salario, pero aunque espantó a las buenas conciencias de los medios de comunicación, tampoco era algo nuevo: Ernesto Zedillo ya la había desaparecido y la había restituido con nuevos ministros. Solo que cuando el priista lo hizo nadie dijo nada.
Félix Salgado es un personaje que se enfrentó a Carlos Salinas, a Zedillo, a Fox y a Calderón, y de todas esas batallas logró salir sin mayores raspones. Parece que ahora esa clase política, empresarial, y de medios de comunicación, ubicada en el centro del país, ha decidido cobrárselas todas a quien no pueden ver como un igual, sino como un payaso de pueblo. Lo llamativo de esto es que mientras el movimiento feminista crece -sin acompañar a las presuntas víctimas, solo exigiendo el retiro de la candidatura- en la Ciudad de México, en Guerrero las mujeres tienden un manto protector al candidato de Morena; y mientras los medios de la capital hablan de una debacle para Morena en el país, la popularidad de Salgado Macedonio en Guerrero se mantiene.
El pronóstico de lo que viene es reservado. Si Félix Salgado no renuncia a la candidatura (pues Morena ya no puede sustituirlo, al vencer el plazo legal para ello), hará campaña y se enfrentará con una oposición que no vendrá solo de los partidos contendientes con él, sino de grupos identificados: feministas de la Ciudad de México, columnistas y medios de comunicación de la Ciudad de México, actores políticos de otras latitudes, todos tratando de impedir la llegada de un gobernante incivilizado, bronco, de pueblo, indigno de merecer un privilegio que corresponde solo a los letrados, a los hijos de la cúpula del poder, no a los hijos del pueblo.
¿Habrá vidrios rotos, habrá quemas de oficinas? ¿Qué habrá? Imposible saberlo, pero parece que la suerte está echada: los guerrerenses tendrán que acudir a las urnas otra vez en medio de la tensión política, y decidir si quieren apoyar o no al candidato de Morena, mientras en la ciudad de México se orquestan las mil batallas que vienen para estas tierras del sur.
Al final de la jornada se sabrá si prevaleció la voluntad de la metrópoli, o de la provincia incivilizada.