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* Los hombres han sido asesinados, han huido a Estados Unidos o se han escondido; ellas ahora son las defensoras de su tierra

  

HERCILIA CASTRO    /

 

Petatlán, 07 de agosto de 2021. Las mujeres Torres Cruz son sobrevivientes de la guerra contra el narcotráfico impuesta por el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, y continuada por su sucesor Enrique Peña Nieto. Han sobrevivido también a las masacres de sexenios anteriores, y como buenas guerrerenses, saben que siempre deben estar alertas, a la defensa de su pueblo, su territorio: La Morena.

Enclavada en lo alto de la Sierra de Petatlán, La Morena es un lugar privilegiado: ahí nacen los arroyos de agua cristalina por doquier, la tierra es fértil para el maíz, el frijol, el jitomate, los chiles; también es zona maderable, los pinos se alzan sin miedo a la gravedad, no hay contaminación, es rica en fauna y tiene especies en peligro de extinción como el puma o el jaguar.

Sierra de Petatlán.

Pero, también, La Morena, junto con los pueblos que subsisten con ella, han sido objeto de violencia e historias de terror. Carrecilleras, El Camalote, La Florida, Rancho Nuevo, y Barranca del Bálsamo, todos ellos han sido parte de una espiral de violencia causada principalmente por la impunidad que rige esos lugares y que permite que los caciques locales se crean dueños de otros.

La sierra petatleca al igual que otras partes, ha sido abandonada en su principal actividad, la agricultura, la cual no ha sido desarrollada a pesar de que toda semilla que se planta, germina, incluyendo la cannabis o la amapola.

Para las hermanas Torres Cruz, sobrevivientes de esta guerra, los problemas llevan 13 años, a raíz de que su hermano Javier Torres Cruz, asesinado en 2011, denunció al entonces presidente municipal y cacique de Petatlán, Rogaciano Alba Álvarez (según algunas versiones finado en 2020 por Covid). Los continuos ataques a su comunidad fueron la causa de que la familia viviera, y viva, aislada actualmente.

Javier Torres interpuso ante la Procuraduría General de la República de la Ciudad de México (ahora FGR) en 2007, la denuncia contra Alba Álvarez por haber sido el autor intelectual del crimen de la abogada y activista, Digna Ochoa y Plácido, quien defendió a los ecologistas de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán (OCESP).  Dicha denuncia -publicada previamente en La Jornada– le costó el ser hostigado no solo por los grupos al servicio de Alba Álvarez, sino también por el Ejército y la policía estatal. El asedio ha durado todos estos años, y no han tenido descanso ninguna de las familias de esas localidades serranas.

De la OCESP, también en 1999 en un operativo antidrogas llevado a cabo por el Ejército Mexicano, fueron detenidos y torturados los ecologistas Teodoro Cabrera y Rodolfo Montiel, y posteriormente encarcelados. El hecho ocurrió en el sexenio del expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León, y fueron liberados “por razones humanitarias”, durante el gobierno de Vicente Fox Quezada, pero fue más por la presión social. Al final, los ecologistas recibieron, estando presos aún, el premio Goldman, que es la mayor distinción a un defensor ambientalista. Ambos viven en el exilio debido a las represalias y amenazas sufridas.

Puede decirse que las Torres han vivido toda la violencia en la región, Guerrero no es un lugar seguro para nadie, la violencia sigue y  sobre todo, periodistas y luchadores sociales son los principales en riesgo. Ahora el Covid es otra amenaza a su integridad.

Defensores de derechos humanos visitan La Morena en 2008. Foto RRB

El problema actual que viven en las comunidades aledañas es la tala inmoderada en el ejido de Río Frío de los Fresnos, Soledad de la Palma, La botella y San José de Los Olivos.

En una carta en poder de esta reportera, los comuneros de la zona narran que el 16 de abril de 2018 en la comunidad petatleca de Murga, se reunieron campesinos de varias comunidades del municipio de Petatlán para  dialogar con los líderes del grupo delictivo Guardia Guerrerense (GG) con la finalidad de que le dieran la oportunidad a los legítimos dueños de la región de La Botella, de regresar a sus hogares y volver a trabajar el campo, con el fin de que a los dueños originarios que fueron desplazados en 2011 y 2012, regresaran a trabajar.

Pero los líderes de la Guardia, Servando Bautista y su cuñado Javier, se opusieron totalmente al diálogo y amenazaron que todo aquel que se regresara sin su permiso, iba a ser asesinado.

Los comuneros aseguran que la “guerra” se detonó en vísperas de las elecciones de julio de 2018. La gente apoyaba al candidato priista Javier Aguilar, pero al grupo delictivo no le convenía, y afirman que este impuso al perredista Esteban Cárdenas Santana, además de que un día antes de las elecciones hubo levantones a los representantes del candidato tricolor; “a muchos los amenazaban con matarlos”.

El grupo delictivo impuso un retén a todas ellas en la sierra de Petatlán hasta la cabecera municipal, todo desde el 1 de septiembre de 2018.

El 17 de septiembre de ese año, cuatro jóvenes que se dirigían a hacer sus compras a la cabecera municipal, fueron interceptados por hombres armados y asesinados. El 4 de noviembre, militares irrumpieron de manera agresiva en las comunidades de Carrecilleras y La Morena, las mujeres salieron a confrontarlos, pero estos nunca dijeron a qué iban. Ellas aseguraban que eran gente del líder criminal Oliver Coria “el Ruso”.

Felipe Torres Cruz muestra la camisa de uno de sus primos asesinados, en 2007.

El 9 de diciembre de 2018, fue asesinado Felipe Torres Cruz, ecologista y defensor de su pueblo, pues posterior al asesinato de su hermano Javier en 2011, tomó el liderazgo y se dedicó a defender las comunidades aledañas. Sobre todo, denunciar los atropellos tanto de los grupos delictivos como del Ejército. Al igual que su hermano, fue emboscado. No hubo denuncia oficial, pues su familia prefirió recoger el cuerpo a esperar que las autoridades se decidieran a hacer el procedimiento administrativo.

Antes de ser asesinado, Felipe reportó en diversas ocasiones que las comunidades serranas de Petatlán, estaban siendo aisladas, los sicarios no les permitían bajar a surtirse de alimentos, ni bajar, ni subir ayuda. Había enfermos que no podían trasladarse a un hospital por la prohibición del grupo armado.

Pero las comunidades no han tenido descanso, el 6 de enero de 2019, Víctor Rauda Granados y Nicolás Gonzáles Ruiz, oriundos de La Calera, se dirigían a Petatlán a hacer las compras, cuando en el camino fueron privados de su libertad. Al día siguiente encontraron sus cuerpos: fueron ejecutados en la comunidad El Venado.

El 8 de marzo, la comunidad El Camalotito fue atemorizada por los sicarios del Ruso, pues llegaron a bordo de una camioneta doble rodada tipo monster, con artillería pesada balaceando y amedrentando a toda la comunidad.

La Morena.

Dos meses después, el 3 de mayo, nuevamente entraron a la comunidad, amenazando nuevamente a los pobladores, cateando y robando todo lo que encontraban en las casas.  Para el 3 de junio, nuevamente se dio una irrupción de la delincuencia, y los campesinos decidieron defenderse, antes llamaron al 911 reportando la presencia del grupo armado. El enfrentamiento entre comuneros y delincuentes duró un día, fue hasta después que hicieron presencia el Ejército y la Policía Estatal en el Camalotito.

En julio, 10 familias decidieron ir en caravana a la cabecera municipal a realizar compras de víveres y medicinas, escoltadas por la policía del estado, pero en la comunidad Piedra de Abeliano, encontraron tapado el camino por piedras y árboles, hechas por maquinaria del ayuntamiento de Petatlán, los comuneros acusaron que el alcalde Esteban Cárdenas Santana estaba apoyando a Oliver Coria.

“Por falta de atención médica en las comunidades serranas y por no tener acceso a la cabecera municipal o a cualquier ciudad donde haya médico, ya que la organización delictiva tiene todas las brechas y carreteras vigiladas y con retenes para impedir el paso de los pobladores, una joven abortó por la falta de médicos, y  se encuentra en estado de salud muy grave”, acusaron en el documento.

Elvia ha bajado al puerto para ver un médico especialista, alguien que la atienda porque ha estado enferma. Desde el asesinato de su hermano mayor Felipe Torres Cruz en 2018, los últimos tres años, ella y sus hermanas se han encargado de ser la fortaleza que protege La Morena y las comunidades aledañas. Hace tiempo que no las veía, ahora con el Covid las salidas que hacen son más restringidas. Nos vemos a la salida del médico y buscamos donde almorzar, ya pasan de las 10 de la mañana y el calor arrecia.

Le ha ido bien en su diagnóstico, aun así, el solo bajar a Zihuatanejo le genera un gasto que no puede solventar de no ser por la ayuda de su esposo y familia, que ahora se encuentran a la espera de poder entrar a algún programa social que les ayude un poco.

Elvia se distingue por sus verdes ojos. Aunque tiene 26 años, parece de menos edad, no está acostumbrada a la costa, a la ciudad, se estresa demasiado y piensa que los citadinos vivimos apresurados, con un estilo de vida cara y mal pagados. No se equivoca, la vida en los puertos no es como la pintan los comerciales o las revistas que promocionan sol, mar y arena.

Mujeres preparan alimentos.

“Es que trabaje o no trabaje uno, tiene uno para comer… y acá se ve que todo es más caro”, dice en referencia al campo que tanto le gusta. Y es que, quitándole la violencia y abandono a la sierra, las comunidades son autosustentables.

En La Morena, el número de niños y adolescentes es de 25, ahora la preocupación de Elvia y su cuñada es que no hay secundaria para los futuros jóvenes de La Morena, Barranca del Bálsamo, Camalote, Carrecilleras, Rancho Nuevo y La Florida.

“Que yo recuerde, nunca hubo escuela allá arriba, antes hubo un maestro de INEA, pero ya tiene mucho. Desde que tengo memoria no hemos tenido una escuela, y pues ya urge”, comenta.

Y es que los jóvenes terminan de estudiar la primaria y saben que pronto tendrán que trabajar, es la vida en el campo, en las comunidades olvidadas por el estado.

Elvia cree que el problema mayor de las autoridades, es que nunca cumplen, la falta de impartición de justicia, el abandono a la región que lleva décadas sin atenderse; más, desde los sexenios panistas de Fox Quezada y Calderón Hinojosa.

Otra urgencia de las Torres es que les vuelvan a ser otorgadas las medidas cautelares que alguna vez tuvieron gracias a que su hermano Javier Torres las solicitó, pero después de su asesinato quedaron en el limbo. Y actualmente buscan nuevamente tenerlas para seguridad de la familia.

Con la pandemia del SARS-Cov2, la situación de violencia en esa zona de Petatlán se calmó un poco, de hecho, las Torres hablan de que ahora ya pueden bajar a comprar medicina y alimentos, pero ellas prefieren no salirse de su pueblo porque, pese a todo lo que han vivido, pueden sostenerse.

Las Torres tomaron las riendas de su localidad a partir del asesinato de Felipe Torres Cruz. En 2019 asistieron al foro Por la Pacificación en Guerrero convocado por la Asociación Mexicana de Abogados del Pueblo (AMAP) y organizada por Félix Salgado Macedonio, quien gestionó que el foro fuese llevado a cabo en el Senado de la República.

En dicho foro acudieron también comuneros que se habían organizado como Policía Ciudadana de Santa Rosa, Coyuquilla Norte, Cayacal, Coahuayutla, El Durazno, Coyuca de Catalán, y Vallecitos, entre otras, que, al final, fueron dispersándose tanto por los compromisos incumplidos por el gobierno a cargo de Héctor Astudillo Flores, como por los ataques de la delincuencia, más organizada que ellos.

La valentía de las mujeres Torres ha sido perene, pero que también, ha dejado secuelas en su ánimo, desde estrés postraumático, hasta miedo de no poder regresar sanas y salvas a La Morena.

La Morena sigue fuerte, al igual que sus mujeres, hombres y niños, resistiendo y luchando no sólo contra la delincuencia, el Ejército o los talamontes, a la espera de justicia, y también, resistiendo al olvido.

Las mujeres de La Morena han pasado un sin número de situaciones violentas a raíz de la lucha de sus hermanos, y por consecuencia, facturas emocionales.

A Elvia no le gusta salir para nada de su pueblo, le gusta el campo, está acostumbrada a él, y sus hijos igual. Pero el que se aísle también tiene otro motivo: le da miedo ser emboscada por quienes les han provocado la violencia. Cuenta que en una ocasión que fue a la Ciudad de México, en 2019, al llegar en la madrugada a la central de autobuses de Taxqueña, con su hermana María, se sintieron observadas por cinco hombres, mientras María fue al baño ella quedó a cargo de las bolsas, pero le llamó a un conocido para que fuera a acompañarlas; “le dije profesor venga rápido, creo que nos quieren levantar”. En cuanto su hermana regresó salieron corriendo de la Central despistando a los hombres y se fueron con su amigo.

No es para menos el terror psicológico que sufren: muchas veces han encarado solas a los soldados, también han tenido que esconderse en las casas y vivir balaceras de todo un día ocasionadas por el acecho de los grupos delictivos.

María es delgada, trae su cabello castaño, y es “entrona”, es de las hermanas mayores, aún recuerda que hace 12 años nos conocimos, desde la primera vez que fueron los medios a tomar sus testimonios, hasta la fecha. “Ya tenemos 12 años de conocernos, y nunca nos has dejado solos”, dice, en referencia a las tantas llamadas que valientemente han hecho para denunciar el hostigamiento que azota la región. Su esposo, orillado por la falta de oportunidades, hace poco se fue “al otro lado”.  Mientras sonríe expresa: “Le mandé esta foto y le dije, a que no comes eso allá”. La imagen que presume es de un caldo de langostinos, un camarón de río que se acerca antes de las lluvias.

Hacen falta escuelas.

Doña Martha rememora el día en que Felipe fue asesinado. Recuerda que ese 9 de diciembre él se comunicó para denunciar cómo los tenían cercados, además de las ejecuciones cometidas en esa zona. Me ha pedido el audio de Felipe, pero ya no lo tenemos. También me cuenta que no tiene fotos de Javier, le he prometido enviarle unas por whatsAap. Es fuerte, pero recordar la violencia y sus hijos asesinados la hace flaquear. Aun así, cambia su rostro y sonríe, bromea, se levanta, como buena matriarca mexicana.

Las Torres no van a dejar su terruño, como dicen, haya o no trabajo, tienen para comer, porque su tierra es fértil y pueden ser autosustentables. Sólo piden lo básico, unas medidas cautelares permanentes, seguridad, caminos que no se aterren en lluvias, y ¿por qué no?, una escuela con maestros, una clínica de salud con médicos y medicinas, y ¿por qué no?, justicia, respeto a sus derechos humanos, respeto a ellas.

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