GUADALUPE RODRÍGUEZ /
Acapulco, 09 de febrero de 2023. Desde que tengo memoria, en mis visitas y luego mi estadía algunos años en el Distrito Federal, ahora Ciudad de México, no podría evitar comprar “antojitos” en la calle; tlacoyos, tacos, huaraches, papas fritas y demás carbohidratos baratos. Era parte del folclore; me hacían sentir en la ciudad.
En Acapulco, siendo niña disfrutaba mucho de unos taquitos de suadero en la calle de Mina. Ir ahí era una salida de la rutina estricta de buena alimentación y parte de la recompensa por acompañar al “centro” a mi madre, cuando se establecieron en un local “no sabían igual”, después desaparecieron.
De unos años a la fecha, en las calles porteñas se ven muchas alternativas culinarias, ya no son solo tacos; skimos, tortas y postres gourmet, fruta picada, hasta cazos con carne porcina como en la colonia progreso y en avenida Universidad.
En el centro y Caleta encuentras entre otras cosas, cocos fríos y pollos asados en un pequeño coche tipo paletero. Así de portátiles son los puestos “semifijos”.
Anteriormente, los negocios “tolerados” de alimentos en vía pública estaban en zonas muy específicas y pagaban su derecho de vía pública a las oficinas encargadas del tema. En una administración perredista se vio poner orden y no recuerdo a nadie más con esa visión después.
Más tarde, supimos que había un ente de facto que controlaba ese impuesto extraoficialmente y que nadie más podía meterse ahí, ni siquiera el gobierno en turno tenía el control total de las calles, zócalo incluido, que si no se metían, era “para no tener problemas”.
El comercio informal está ligado al ambulantaje y a los negocios en vía pública y en definitiva contribuye a la evasión tributaria y fomenta prácticas irregulares que sólo favorece a unos cuantos. ¿Quién es el responsable? Las autoridades locales.
El Reglamento de Vía Pública del Municipio de Acapulco en su artículo 24 menciona que quienes ejerciten el comercio en forma temporal y en vía pública, tendrán la obligación de contar con permiso provisional o definitivo, previo pago de los derechos correspondientes. Y el artículo 25 que los permisos serán firmados por los CC. Presidente Municipal, Secretario del H. Ayuntamiento, Jefe del Departamento de Vía Pública, Tesorero Municipal e interesado o solicitante.
Como ciudadanos, debemos ser conscientes de lo anterior y preguntarnos ¿por qué nos gusta comer en la calle? ¿se ha convertido en parte de nuestro folclore?
Si en Acapulco, a diferencia de otras ciudades, encontramos restaurantes en locales establecidos, con comida de todo tipo y para todos los presupuestos, con WiFi, con aire acondicionado, con vista a la bahía y otras amenidades. Insisto, entonces ¿por qué nos gusta comer en la calle?
Porque es rápido, porque es barato, porque es lo más fácil. O porque no somos conscientes, o aún siéndolo cerramos los ojos y nos excusamos diciendo: Hay que promover el consumo local. Es negocio de unos amigos o es más fácil, es más rápido y es más cómodo.
Hay que pensarlo bien, la respuesta que personalmente le demos a esta pregunta quizá es la misma respuesta que las autoridades locales tienen ante la problemática tan grande que hemos causado como sociedad acapulqueña, que la permisividad a este tipo de comercios son paliativos a problemas socioeconómicos más grandes como la migración, el desempleo, el crecimiento poblacional. Y que nuestras autoridades, lejos de plantear soluciones como fomentar la formalización de empresas, fortalecer la fiscalización laboral o adaptar la reglamentación local, sólo cobran y cobran a más y más negocios y hasta los convierten en semifijos.
Finalmente, si nadie consumiera, el negocio no sería negocio, nadie estaría vendiendo en las calles y nadie lucraría con ello.