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MARISOL WENCES MINA /

Acapulco, 26 de diciembre de 2023. Un bloqueo en ambos sentidos de la costera Miguel Alemán por el cierre de la Universidad Americana de Acapulco provocó caos vial en en el puerto desde las 11 de la mañana este martes. La bomba iba a estallar, se veía venir, y finalmente lo hizo el pasado 22 de diciembre: la Universidad Americana de Acapulco cerró sus puertas indefinidamente, según un comunicado oficial que circuló a través de redes sociales.

Inmediatamente vino el reclamo del alumnado, madres y padres de familia se manifestaron en las instalaciones de la universidad exigiendo la presencia del rector Mario Mendoza Castañeda, quién en un primer momento se encerró en sus oficinas y después dialogó con algunos estudiantes para posteriormente salir a platicar con algunas madres, alumnos y alumnas que se encontraban presentes. Ese día el rector les comentó que una de las opciones que ofrecía era buscar otras universidades donde alumnas y alumnos pudieran terminar sus estudios, tal como lo informó La Plaza.

Ese día las mamás presentes le dijeron a Mendoza Castañeda que en algunos casos ya se habían pagado colegiaturas por adelantado y, en otros casos ya estaban buscando otras escuelas, pero no a raíz solamente del desastre ocasionado por Otis, sino que desde antes, dijo una de ellas cuya hija estudia Fisioterapia, “las instalaciones ya estaban despedazadas”.

Mientras tanto, el sábado 23, el rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Javier Saldaña Almazán, ofreció a los alumnos y alumnas de la Americana que se unieran al estudiantado de la Uagro respetando las calificaciones y los grados ya cursados. En un video publicado en su página de Facebook, Saldaña recalcó que la Uagro “se ha ganado. prestigio académico” y lamentó el cierre de esta universidad.

Hoy martes 26 de diciembre las esquirlas de esa bomba que detonó el día 22 salpicaron a toda la ciudadanía que trataba de circular por la avenida costera Miguel alemán. Los estudiantes inconformes hicieron un bloqueo a la altura del edificio principal, lo cual convirtió en un caos el tráfico de por sí pesado por la falta de transporte desde El Paso del huracán. Las exigencias son las mismas: información oficial y con certidumbre, reembolso de las colegiaturas pagadas por adelantado y seguridad para quienes están por egresar y titularse.

El cierre no sólo afecta a estudiantes de licenciatura sino a los de secundaria, preparatoria y posgrados. Muchos desean continuar sus estudios y en una de sus cartulinas se podía leer “mi universidad me está corriendo”.

La mecha de la bomba se estaba prendiendo desde que el pasado 9 de noviembre, en redes sociales, jóvenes denunciaron que les estaban cobrando colegiaturas cuando claramente no habría clases y que, además, les querían impartir clases virtuales, cuando aún en Acapulco la mayoría de los hogares continuaban sin servicios de internet suficientes para tomar clases en línea.

Antes de Otis

Las raíces de esta historia tienen antigüedad.

Antes del paso del huracán Otis el pasado 25 de octubre, la Universidad Americana ofrecía licenciaturas con títulos avalados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asimismo otros programas con registros de validez oficial (RVOE) propios o por la misma. En la Preparatoria Americana se ofrecía un certificado avalado por la UNAM pues forma parte del sistema incorporado.

Hace tres años, la Universidad inició la primera generación de estudiantes de la licenciatura en Fisioterapia. Hoy, una de las estudiantes narró que “al principio nos pintaron todo muy bonito, que había todas las instalaciones necesarias, todos los instrumentos. Pero, la verdad, en los primeros cuatrimestres nos dimos cuenta que no era realidad lo que nos habían prometido. Hoy en muchas ocasiones tenemos que estar buscando salón para poder tomar clases porque todos estaban ocupados. Y también hacía mucho calor. Andábamos como nómadas de salón en el salón porque no teníamos uno propio”. Esta alumna -que no proporcionó su nombre y apellido por temor- estudió la preparatoria y continuó en la Americana su licenciatura. Una de sus compañeras ha estudiado allí desde la secundaria. Otro estudiante narró que tampoco tenían el material de laboratorio necesario para su enseñanza, “no hay material para aprender bien todo lo relacionado con la carrera; es un poco frustrante porque te ofrecen y te pintan las cosas de muy buena manera, pero luego te das cuenta que no es así. De todas maneras continuamos estudiando porque ya íbamos avanzados”, dijo.

Otra estudiante a quien le faltan tres cuatrimestres para culminar su carrera explicó que ya se le había planteado al rector la mala situación de las instalaciones: “y nos dijo que se iba a regularizar. Luego también vivimos lo de la pandemia (Covid-19) y nuestro aprendizaje tampoco se pudo dar de la mejor manera. Aunque en ese situación se entiende hasta cierto punto porque es algo que no estuvo en manos de nadie; pero el que la universidad no te proporcione las herramientas adecuadas para desarrollare en tus estudios no está bien, es su obligación. Eso no se vale porque pagamos colegiaturas”, asentó.

Hoy, el mal estado de las instalaciones de la Universidad Americana y su cierre, toca la vida laboral de decenas de personas, el tema es tremendo, también entre los maestros. “No se podían desarrollar las actividades escolares de una forma cómoda debido al calor por la falta de mantenimiento de los aires acondicionados que se agravó con la pandemia: hubo deserciones y por la baja en la matrícula bajaron las entradas de dinero, comentó un profesor. “Yo entiendo esa situación que al tener falta de liquidez la institución se vio en una situación muy complicada. ¿Por qué? Por una parte, tienes que pagar la nómina y por otra, atender las necesidades los jóvenes, además de darle mantenimiento a las instalaciones. Hoy entiendo que se tiene que priorizar. En el caso de los maestros y de las maestras los salarios son bajos si nada más impartes, una o dos materias. Muchos dan clases por generar curriculum”, dijo.

Con este cierre también se pone punto a la vida laboral de muchas personas.

“Hay un maestro que tenía 27 años dando clases. Se despidió en su Facebook. Trabajaba como profesor en la preparatoria dando la materia de Química. Yo sí sentí feo, con ese maestro me llevaba bien”, comentó un joven estudiante de licenciatura que también fue alumno de la prepa.

El retraso en la educación que surgió a raíz de la pandemia también asestó un fuerte golpe a la institución, pero también a la calidad del aprendizaje.

La Americana, como la mayoría de las escuelas, instrumentó durante y después de la pandemia las clases virtuales, lo que forzó a las y los estudiantes a adquirir equipos de cómputo, contratar Internet de banda ancha para poder tomar sus clases en videollamada, hubo despido de profesores, y baja en la matrícula.

¿Dónde están los priistas?

La Americana es un símbolo de la educación en Guerrero. Tuvo un origen totalmente ligado a la política guerrerense, específicamente al Partido Revolucionario Institucional. Fue un proyecto impulsado por el entonces gobernador José Francisco Ruiz Massieu quien, junto con otros ex alumnos de la UNAM y políticos guerrerenses, consiguió los apoyos para lograr que la máxima casa de estudios del país avalara sus primeros programas académicos; de igual manera iniciaron la construcción del edificio que se encuentra hoy de pie, aunque en calidad de cascarón, sin sus puertas y ventanas, destruidos por los vientos de Otis.

Mientras que en la Universidad Loyola del Pacífico, fundada por la misma época, se ha visto la realización de jornadas de limpieza por parte de los estudiantes, trabajadores, maestros y trabajo voluntario de estudiantes de otras universidades del sistema jesuita, en la Americana no hubo una convocatoria a la comunidad para que se uniera a labores de limpieza o para informarles con claridad el futuro inmediato.

Si bien es cierto que la UAA ha funcionado como centro de acopio y ha distribuido miles de despensas para personas damnificadas, a sus primeros damnificados, sus estudiantes, no les ha dado la atención requerida.

Se buscó al rector Mario Mendoza Castañeda para que diera su postura, pero al cierre de la edición y publicación de este trabajo, no había respondido llamadas ni mensajes.

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