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  • Habrá unos 40 restaurantes que se vinieron abajo, unas 200 familias afectadas; locales comerciales y viviendas, así como la carretera de acceso, quedaron destruidas
  • La gente se queja de que ninguna autoridad ha ido a verlos, no tienen agua ni alimentos; “Abelina no ha venido a darnos ni una vuelta, ni una palmadita”, dicen

ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /

Acapulco, 05 de octubre de 2024. El Revolcadero, el pueblo con una playa icónica de Acapulco, donde surfistas de todo el mundo han venido a disfrutar sus incomparables olas, se encuentra destrozado: el huracán John se llevó los 100 metros lineales de playa, las palapas, mesas y sombrillas que había en ellas, destruyó alrededor de 40 restaurantes, todos los que había aquí, las viviendas, los locales comerciales, y hasta la calle principal, construida de grueso concreto.

Incluso el local de los baños públicos quedó fracturado, partido por la mitad como una muestra del poder devastador del meteoro.

La calle de acceso al lugar es ahora una especie de techo, ya que debajo de ella, donde debería haber tierra firme, no hay nada. En lo que era una banqueta, o un camellón, los niños buscan cangrejos en una especie de estanque que quedó de las lluvias. Los cangrejos sirven para comer, porque alimentos no hay, explican habitantes. Unos metros adelante, donde se juntan el río que viene de la laguna de Puerto Marqués y el mar, un joven y un niño lanzan una red al agua en busca de peces. “Es que no tenemos comida”, explica un lugareño.

La presidenta de la Unión de Concesionarios de Playa Revolcadero, Ofelia Niño Pineda, afirma en entrevista que fueron alrededor de 40 locales los que quedaron destruidos, y unas 200 personas afectadas. De los negocios que estaban cerca del mar, lamenta, “ya no hay ni señas, porque todos los que estaban cerca se los llevó el huracán”.

En todo el poblado no hay nada: ni un restaurante funciona, ninguna fonda, ninguna tienda, las casas junto al río están quebradas y vacías. Niño Pineda cuenta que los lugareños se han tenido que salir, pero todos los días permanecen entre los escombros de su propiedad, porque están cuidando lo poco que les queda, y al caer la noche se retiran.

Aquí, explica, no ha dejado de llover ni un solo día desde el huracán, el 26 de septiembre.

“Apenas hace tres días (el 2 de octubre) vino Protección Civil municipal, hoy vinieron a censarnos, pero no había venido nadie, ni siquiera han traído una despensa ni un garrafón de agua, la verdad no tenemos agua, y estamos comiendo lo poquito que tenemos, el marisco que nos quedó congelado, pero ya casi no tenemos porque no ha dejado de llover, no podemos ni pescar ahorita, estamos sobreviviendo como podemos. Tampoco tenemos entrada de dinero”. La presidenta municipal, Abelina López Rodríguez, dijo, “no ha venido, la verdad, a darnos ninguna vuelta, ni siquiera una palmadita a ver cómo estamos. Ni personal del municipio se han venido a parar, han venido solo de PC del municipio, son los que vinieron antier a hacer una evaluación de los daños, y hoy vinieron a censarnos, pero el apoyo aquí no hemos recibido. Ni siquiera una despensa tenemos”.

“Y apenas nos dejaron la luz, porque ya la querían quitar, pero se imagina, si nos la quitan estuviéramos peor, aparte no hay paso, si usted ve el paso, está cerrado. Pasamos con muchas dificultades, arriesgamos nuestra vida porque nos podemos caer en todo lo que está socavado de ahí”, agrega.

Casi a la mitad de la comunidad, donde antes estaba la carretera principal, es donde se creó un socavón. Para pasar de un lado a otro, las personas deben desplazarse entre los escombros de lo que era el pavimento, con riesgo de sufrir un resbalón y lastimarse.

COCODRILOS POR TODAS PARTES

Víctor Manuel Díaz Sánchez, conocido como Chencho, habitante del lugar, dijo que el huracán John dejó la zona llena de cocodrilos. Se les puede ver, asegura, caminando entre el río y el mar. Por las noches, los saurios dejan el agua dulce y se internan entre las olas, y después regresan.

“Teníamos -rememora- enramadas, cada restaurante tenía ramadas allá, y las sillas, mesas, sombrillas de trapo, se fue todo para el mar. Pero en realidad, (el huracán) nos madreó”.

Las olas marinas ahora revientan ante los muros de donde se encuentran los primeros restaurantes. No hay señas de que ahí hubiera habido una playa; incluso, la iglesia, que estaba casi en el centro de los expendios de comida, fue destrozada. Ya le había hecho daños el huracán Otis el año pasado, pero John terminó por derribarla. “Aquí venía un padre a hacer misas, ahora ya no hay nada”, se duele Díaz Sánchez.

“Ojalá en diciembre ya tengamos aunque sea un poquito de playa para seguir trabajando, porque la realidad lo que necesitamos es trabajar tantito, porque si no, ¿de dónde vamos a comer?”, expresa.
Alberto Morales Pineda, habitante y comerciante de El Revolcadero, es menos optimista: “Esto (el desastre) va para varios años, así como se ve”, dice.

En su opinión, prácticamente todo el pueblo debe ser demolido, desde la entrada del mar hasta el otro extremo, a la salida rumbo al bulevar de las Naciones, porque “todo está estrellado, el pavimento, todo, todo está desecho”.

“No hay bajada (a la zona marina), no hay playa, no hay nada. Teníamos una playita allá, hicimos un puente de madera, y se lo llevó. Y está la otra parte que no podemos pasar porque cerró el hotel (que colinda con Playa Revolcadero), estamos jodidos. No hay playa, estamos olvidados aquí, todo colapsado. Este era puesto mío -dice, señalando a una tienda de abarrotes

destruida-, este otro; de ahí llevamos el sustento para familia. Ahora, ¿para cuándo se va a resolver esto?”

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