ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 26 de octubre de 2024.
Unas horas después del incendio que consumió 25 locales del Mercado Central de Acapulco, un periodista le preguntó a la presidenta municipal Abelina López Rodríguez qué se va a hacer con la subestación de Bomberos que se encuentra a unos metros del área siniestrada y que permanece desde hace tres años abandonada. En ese incendio, la ayuda para sofocar las llamas no había llegado de la subestación, sino de la central que se encuentra en la avenida Farallón.
-Lo que importa -le contestó la alcaldesa- es la respuesta, ¿no?
Se refería a la rapidez (40 minutos para sofocar el incendio) con que se reaccionó. Entonces lo cuestionó: “¿O a usted le importan ninguneades?”
Esta respuesta mereció una serie de memes, y de burlas hacia la palabra empleada, que no existe en ningún diccionario. Posiblemente, aventuró alguien, la presidenta municipal quiso decir nimiedades. Es posible este último argumento: que confundió el verbo ningunear con la palabra nimiedades, que se refiere a algo sin importancia, pequeño; hizo una unión extraña y salió la nueva palabra.
Asumamos eso: que se trató de un error, ciertamente sin mucha importancia, lo que llevó a crear el nuevo vocablo.
Pero lo que no se debe pasar por alto es, en realidad, lo que quiso decir.
Si ninguneades es equivalente a decir nimiedades, entonces ella dijo que el abandono de la subestación de bomberos a un lado del Mercado Central (donde ha habido cuatro incendios desde 2017), es una nimiedad, que a nadie debe importarle, porque la reacción para apagar el fuego fue rápida.
Y no es cierto: la subestación en ese lugar es importante no solo porque cubre al mercado central, al tianguis campesino, al mercado de pescados, y al que se ubica en 16 de Septiembre junto a la Dirección de Mercados, sino que también es un punto de auxilio para todas las colonias que están sobre la avenida Ruiz Cortines, Ejido y la colonia Progreso (donde también hay un mercado importante). El que la subestación esté abandonada, no es una nimiedad, en ninguna circunstancia.
El problema es que, justamente, el gobierno de Abelina López ha tratado como ninguneades a varios temas que caen en su estricta competencia. Uno de ellos es el agua. Tras el paso del huracán John, el sistema de distribución fue afectado y casi un mes todo el municipio quedó oficialmente sin agua. Ya se restableció, según un boletín de Capama emitido este sábado 26. Pero se restableció donde se dañó con el huracán, y los cientos de hogares donde no llegaba el líquido antes de John siguen sin agua. No es una nimiedad, no son ninguneades.
Si Acapulco enfrenta en estos momentos una crisis después de los dos huracanes, Otis y John, porque buena parte de su hotelería resultó afectada, la actividad turística se ve afectada por otro fenómeno más local: el abandono de sus calles. Basta recorrer cualquier avenida, incluyendo la Costera, para encontrar basura, tierra suelta (que podría haberse barrido y se acaba el problema), baches, así como fugas tanto de agua limpia como de drenaje. No importa por dónde se camine; toda la ciudad está así. Esas no son ninguneades, son problemas reales que podrían ser resueltos con un mínimo de esfuerzo, pero que, al no ser atendidos, muestran el abandono de una ciudad que poco a poco renuncia, empezando por su autoridad, a su propia existencia.
Casi todos los días, la ciudad estalla en protestas. Desde los damnificados que se quejan porque dicen no haber sido censados, hasta los que van a protestar a la casa de la alcaldesa porque no tienen agua en sus viviendas (y ven que a ella sí la surten con pipas, como se denunció en las redes sociales), eso lleva a que las calles, sucias y llenas de baches, se conviertan en estacionamientos gigantes. No, no son niguneades, son problemas que deben ser atendidos.
El asunto se complica cuando se ve que el gobierno municipal no está interesado en lo que considera ninguneades, sino en temas, válgase, más interesantes. En la gubernatura de 2027, por ejemplo.
Es un hecho público y comentado sin rubor por el equipo cercano de la alcaldesa, que pretende gobernar Acapulco solo durante año y medio, el tiempo que la Constitución local le impone para que no tenga que haber nueva elección. Y para ello, ya dejó su herencia, al nombrar primero como su suplente a Leticia Lozano Zavala, y luego al foguearla en la administración municipal con el cargo de secretaria General del Ayuntamiento. También es un hecho conocido que parte de su equipo cercano ya anda operando políticamente en los municipios del estado, organizados por regiones, para crear la estructura electoral que le permita ser candidata y luego gobernadora.
Pero entonces, la pregunta es: si no quería gobernar Acapulco, ¿para qué se inscribió en la campaña? ¿Lo hizo solo para tener los recursos y la estructura que da el municipio, y con ello operar la otra campaña, la de 2027? ¿De veras todo se trataba de eso?
La presidenta municipal suele decirle a quienes la cuestionan, que no aman a Acapulco. El verbo amar, usado así sin ningún valor, o tal vez como chantaje.
Pero amar a Acapulco, en realidad, tiene que ver con gobernarlo con vocación, con atender los problemas, con dar resultados; y, no, por cierto, con considerar ninguneades a todos los problemas mínimos y constantes, ni con ignorarlos, ni con dejar el puerto a su suerte solo para buscar aventuras políticas, que ni siquiera sabe si prosperarán.