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  • A 50 años de su asesinato, el legado de Lucio Cabañas expone la impunidad y desigualdad que persisten en México

Durante el periodo de la contrainsurgencia, el Ejército mexicano diseñó y operó tres operaciones: Rastrillo, Amistad y Telaraña, donde «pueblos enteros fueron desplazados, arrasados y quemados; además de asesinatos, desapariciones forzadas y asesinatos políticos«, entre ellos, el de Lucio Cabañas

Por Kau Sirenio / X: @kausirenio

El 2 de diciembre se cumplen 50 años del asesinato del profesor y comandante revolucionario Lucio Cabañas Barrientos, ocurrido en la Sierra de Guerrero a manos de elementos del Ejército mexicano. A medio siglo del crimen cometido por el Estado mexicano contra la población civil, no hay verdad ni justicia. Al contrario, en estos largos años, ha habido asesinatos políticos, desapariciones forzadas y presos políticos.

La caída del profesor normalista fue un duro golpe para la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa. No es para menos: Lucio se forjó en la lucha estudiantil de Ayotzinapa, “cuna de la conciencia social”, porque a partir de esa fecha, la escuela fue infiltrada por elementos del Ejército y la policía de Guerrero.

Lucio cayó en combate en El Otatal, municipio de Técpan de Galeana, debido a que la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres no tenía la fuerza suficiente. Estaba acorralado, pero no se rindió, a pesar del operativo para asesinarlo.

Sin embargo, su muerte no fue en vano, porque la sangre derramada en la Sierra de Guerrero es la semilla que germinó en la conciencia colectiva para acabar con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), institución partidista que reprimió a la población civil durante más de 70 años.

El despliegue de las 27 y 35 Zonas Militares en los poblados de Campo Amor, Santo Domingo y Puerto Gallo, municipios de Atoyac y Tlacotepec, en contra de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, fue catalogado como un acto de exterminio.

En la guerra de contrainsurgencia en Guerrero, “pueblos enteros fueron desplazados y arrasados por el Ejército mexicano”, señaló la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al concluir la investigación.

Además de las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante la campaña militar para contener el ascenso de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) y el Partido de los Pobres (PDLP), la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) puso en marcha tres operaciones: Rastrillo, Amistad y Telaraña.

Estos despliegues militares incluyeron a las comunidades indígenas de la Montaña de Guerrero, donde se encontraba la base de apoyo de Genaro Vázquez Rojas. “Nosotros, como pueblo de Tlaxcalixtlahuaca, estamos muy sentidos por lo que nos hizo el gobierno. Estamos muy sentidos. Lo que sufrieron mis abuelos, mis tíos, mis primos… Ya se nos adelantaron la mayor parte de esas personas que sufrieron, pero estamos nosotros. Queremos que se nos atienda, que se nos escuche y que se repare el daño”, dijo Onésimo Sánchez Rentería, de la comunidad de Tlacalixtlahuaca, Guerrero, durante los Diálogos por la Verdad en Chilpancingo, el 12 de diciembre de 2023.

El maestro revolucionario fue hijo de Rafaela Barrientos y Cesáreo Cabañas Iturio. Nació el 15 de diciembre de 1936 y recibió sus primeros estudios en El Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez. La secundaria y el bachillerato los cursó en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

Durante el movimiento universitario para reclamar la autonomía de la Universidad Autónoma de Guerrero (antes Colegio del Estado), Lucio realizó una consulta a la base estudiantil para saber si había condiciones para apoyar a los universitarios. Los normalistas determinaron que Ayotzinapa se incorporara a la protesta, que, a la postre, derrocó a Raúl Caballero Aburto de la gubernatura.

En 1961, la asamblea estudiantil eligió a Cabañas Barrientos como secretario general de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), organización que aglutina a las normales rurales del país. Lucio dejó sus estudios por un año para resolver el conflicto interno de la FECSM, que involucraba, entre otras, a la normal de El Mexe, Hidalgo.

Al egresar de Ayotzinapa como maestro normalista, organizó a los ejidatarios de la comunidad de Mexcaltepec, municipio de Atoyac, para detener la tala inmoderada en la sierra por parte de la empresa Silvicultura Industrial S. de R. L., bajo la premisa de “Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”.

Luis Suárez cita en su libro Lucio Cabañas, el guerrillero sin esperanza: “…había maestros del pueblo que estábamos dispuestos a orientar, no solo en la educación, sino en su lucha como parte del pueblo; padres de familia, partes del pueblo contra todo el régimen, contra el gobierno, contra la clase rica”.

En 1965, por el activismo político de Lucio, el gobernador Raymundo Abarca Alarcón lo transfirió a la escuela rural de Tuitán, Durango, junto con Serafín Núñez. Pero las protestas de los maestros del MRM en Guerrero obligaron a Abarca Alarcón a gestionar ante el secretario de Educación Pública, Agustín Yáñez, el regreso de Cabañas a su centro de trabajo, la escuela primaria Modesto Alarcón.

A su regreso, Lucio Cabañas retomó la lucha que había enarbolado antes de ser expulsado. Ahora centró sus acciones contra los abusos de los talamontes, los terratenientes, las autoridades municipales y estatales, así como de los directores de escuelas que abusaban de su puesto.

El profesor Cabañas Barrientos se fue a la sierra el 18 de mayo de 1967, después de que la policía judicial y motorizada abrieran fuego contra los padres de familia que impedían la entrada de la directora de la escuela primaria Juan N. Álvarez. El saldo de ese día fue de 11 muertos. Los agentes policiacos responsabilizaron a Cabañas por los hechos.

Así comenzó la resistencia armada en la Sierra de Guerrero: “La lucha armada duró siete años entre los matorrales y la balacera del Ejército, que a su paso quemaba pueblos enteros para quitarle base social al maestro normalista”, refiere Laura Castellanos en su libro México armado.

La militarización se recrudeció para contener el movimiento armado en México. Estos hechos fueron desastrosos, pues dejaron cientos de desaparecidos, asesinatos y presos políticos, sin que hasta la fecha haya una sola persona procesada ni sentenciada por estos hechos vergonzosos que cimbraron la conciencia colectiva de la nación.

Cito de nuevo a Luis Suárez sobre el comunicado que emitió la Sedena, en el que explicó el asesinato del profesor revolucionario: “Alrededor de las 9 de ese día, en la región El Otatal, municipio de Tecpán de Galeana, a unos 20 km al norte de esta última población, fuerzas militares tuvieron un encuentro con el grupo delictivo del secuestrador y asaltante Lucio Cabañas Barrientos, en el que éste resultó muerto en compañía de otros 10 maleantes que lo acompañaban”.

Los calificativos que el Estado mexicano endilgó a los luchadores sociales como Lucio Cabañas, Genaro Vázquez Rojas y todos los movimientos armados de la época fueron de condena, sin que se les permitiera defenderse ante la opinión pública.

De acuerdo con la Reconstrucción histórica, informe elaborado por la Comisión de la Verdad de Guerrero, algunos de los calificativos en contra de Lucio fueron los siguientes: “En la sierra de Atoyac de Álvarez se desató una ola de crímenes. Según sus habitantes, los culpables eran los profesores federales Lucio Cabañas Barrientos y Serafín Núñez Ramos, quienes incitaron a los indígenas del lugar a terminar con los ricos que explotan a los pobres. Hasta el momento no habían intervenido autoridades judiciales estatales ni miembros del Ejército para poner fin a esa situación”.

Así las cosas, las causas que llevaron a Lucio a tomar las armas aún están vigentes: la pobreza en las comunidades indígenas, la violencia contra las mujeres, los jóvenes, los campesinos y los obreros, siguen siendo tan presentes como el pan de cada día.

Si bien es cierto que la represión del Estado contra la población no se ha recrudecido, esto no significa que haya cambios sustanciales. La negación de justicia, el acceso a la educación y la salud continúan siendo los talones de Aquiles que el Estado mexicano aún no resuelve.

La muerte materna en las comunidades rurales, el acceso de los jóvenes a las universidades, la brecha que existe en este ámbito, y la falta de traductores en lenguas indígenas en los tribunales y fiscalías siguen siendo demandas permanentes de los pueblos.

En fin, México sigue siendo un país de desigualdades para muchos y de excesos para un puñado de personas que buscan controlar el poder político, económico, ambiental y cultural. El Estado mexicano aun no logra retomar la rectoría que le corresponde para acabar con los abusos en contra de la población civil,  una de las exigencia de Lucio Cabañas antes de tomar las armas.

A 50 años del asesinato político del maestro guerrillero, cabe hacer una reflexión en la memoria colectiva: ¿Cómo articular las organizaciones sociales para hacer frente a las desapariciones de personas? ¿Cómo enfrentar el descarrilamiento del Estado y qué hacer ante la violencia grupos civiles armados desataron en contra de la población civil? 

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