La madre de Javier Modesto Moreno, desaparecido el 15 de mayo de 2024 en León, Guanajuato, denuncia que su hijo fue secuestrado y no muerto, como afirma la Fiscalía de Guanajuato. A seis meses de la desaparición, los padres del menor acusan a tres personas como presuntos culpables, entre ellas el comprador de tomates Juan Antonio Meza Prieto
Texto: Kau Sirenio
Foto: Melissa Esquivias / Pop Lab y Kau Sirenio
GUERRERO. – La mirada penetrante de Maura Moreno Agustín se fija en la catedral de Ometepec, Guerrero, ciudad costera donde llegó a buscar apoyo para continuar la búsqueda de su hijo, Javier Modesto Moreno, desaparecido el 15 de mayo de 2024 en el rancho San José del Granjeno, en el municipio de León, Guanajuato.
Con voz suave, casi inaudible, Maura se niega a creer que su hijo menor esté muerto. Asegura que la versión ofrecida por la Fiscalía General de Justicia de Guanajuato (FGJG) no es creíble: “Kuni sa nda’vi na ndú’u ni ra lo’o se’e yu ta ni xí’i ku ra, sù ña ndixa kuva” (Nos quieren engañar diciendo que nuestro hijo está muerto, eso no es cierto), sostiene firmemente.
Modesto sigue vivo: familia
Maura está convencida de que su hijo sigue vivo. Relata que el 12 de junio, 27 días después de la desaparición de Javier, realizaron una búsqueda en los alrededores de la casa de Juan Antonio Meza, ubicada en la colonia La Cañada. En ese momento, Maura alcanzó a escuchar gritos: “ama a ti”.
Anselmo Modesto, padre de Javier, señala: “La Fiscalía de Guanajuato asegura que mi hijo fue atropellado por un joven de 17 años llamado Luis Antonio Meza Retana, hijo de Juan Antonio Meza Prieto. Sin embargo, la versión de dos testigos presenciales contradice esa versión. Ellos vieron cuando el señor Meza Prieto se llevó a mi hijo, después de que el patrón, el comprador y el capataz se retiraron, dejando a cuatro hombres observando lo que hacíamos en los surcos”.
La entrevista se desarrolla en tu’un savi (lengua mixteca), y Maura habla con seguridad. Sus ojos reflejan una confianza inquebrantable mientras narra su historia a Pie de Página. Asegura que, desde los primeros momentos tras la desaparición de su hijo, el Estado le negó todos sus derechos, ya que nunca pudo contar con una persona que hablara su lengua para explicarle a la FGJG que su hijo había sido raptado.
“Ra lo’o s’e yu ni ta si kui’na na ku ra” (A mi hijo me lo robaron), dice con convicción Maura Moreno Agustín.
A seis meses y 19 días de la desaparición de su hijo en el rancho San José del Granjeno, en el municipio de León, Guanajuato, Maura señala a tres presuntos responsables: el dueño de la parcela, Manuel Camiño Morales; el comprador de tomates, Juan Antonio Meza Prieto; y el capataz Roberto Gallardo Nicolás.
“El 15 de mayo, Javier Modesto Moreno se encontraba entre los surcos. Por ser menor de edad, no podía trabajar, pero caminaba entre los surcos de su hermano y de su papá. No se despegaba de nosotros y desde ahí podíamos vigilarlo. Eran entre las dos y las cinco de la tarde cuando llegó Antonio Meza Prieto, acompañado de cuatro hombres. Se bajaron del vehículo y se colocaron entre los surcos, como si estuvieran cuidando algo”, explica Maura.
Luego agrega:
“Nosotros seguíamos cortando los tomates, pero él —Meza Prieto— se llevó a mi primo Vicente a otra huerta, donde lo dejó trabajando. Yo creo que lo hizo para que no estuviera cerca de mi hijo Javier. Regresó media hora después, se puso a platicar con el dueño de la parcela y con Roberto Gallardo Nicolás, y luego se retiraron. Cuando eso ocurrió, mi hijo ya no estaba en los surcos”.
Javier, su hermano César, y sus padres, Maura y Anselmo Modesto, llegaron al rancho San José del Granjeno, en el municipio de León, Guanajuato, a finales de abril. El contacto con la familia Modesto Moreno se hizo a través de Roberto Gallardo, quien los convenció de ir a trabajar al corte de tomates.
Una semana después de que los pobladores de Joya Real, en el municipio de Cochoapa el Grande, subieron al cerro de la Garza a pedir lluvia, los jornaleros comenzaron su viaje a los campos agrícolas de Guanajuato, donde trabajaron durante 15 días. Sin embargo, debido al rapto de Javier, la familia comenzó la búsqueda, que incluyó tanto los surcos como los poblados cercanos de León, Guanajuato.
El primer día
El 15 de mayo, tras la retirada del empleador, el comprador y el capataz, los jornaleros recogieron las arpillas que utilizan para el corte de tomate, las enrollaron y comenzaron a organizarse para regresar a la casa donde vivían. Pero algo no cuadraba. Javier no aparecía por ningún lado. “Ra lo’o mi xika un, ra lo’o na’a un ta ko’ò ve’e” (Niño, ¿dónde estás? Niños, vengan para ir a la casa), empezaron a gritar para ver si lo escuchaba, pero no hubo respuesta.
Tras una intensa búsqueda, la familia se dirigió a la comunidad del Jagüey para pedir ayuda a los policías, quienes se encontraban con una patrulla. Sin embargo, los uniformados no les prestaron apoyo, por lo que la familia se trasladó a la fiscalía para presentar una denuncia por sustracción de menores, y no por desaparición de Javier Modesto Moreno.
La discriminación y el clasismo del aparato gubernamental del estado de Guanajuato agudizaron la desigualdad cultural y lingüística, revictimizando a la familia mixteca de Guerrero: “Nda kivi nù ni xikan ndu ña mani xí’in na tyiñu na xàa na ña mani ta na nduku na Javier, ta nì ni xini na ña ka’an ndu, xa’é ku ña ku ndu na savi” (Desde el primer día pedimos que nos ayudaran a buscar a Javier, pero no nos hicieron caso porque somos gente de la lluvia).
Justicia discriminatoria
Después de siete días de búsqueda, la familia Modesto Moreno finalmente tuvo acceso a un intérprete, pero no a través del Estado mexicano. Fue el Centro de Desarrollo Indígena Loyola A.C. el que hizo un esfuerzo para que Maura Moreno pudiera explicar lo sucedido con su hijo, y también para que pudiera comprender lo que la Fiscalía de Guanajuato quería comunicarle.
“Kivi oko kumi mayo, kana na ta ka’an na ni ndi kuni na leke xi’in ti koto” (El 24 de mayo nos mandaron a llamar para decir que habían encontrado restos óseos y prendas), detalla Maura Moreno.
La madre de Javier precisó que ese mismo día, el periódico AM difundió un boletín emitido por la Fiscalía en el que se afirmaba que habían encontrado los restos de su hijo. Sin embargo, a la familia le negaron la información sobre el hallazgo, alegando que era confidencial.
Los padres de Javier pidieron al agente del Ministerio Público de la Unidad Especializada en Personas Desaparecidas, Luis Ángel Sánchez Ibarra, que retirara el comunicado del portal de la Fiscalía, pero el servidor público les respondió que ya se había emitido y que no lo retirarían.
Anselmo Modesto, padre de Javier, agrega: “Nosotros esperábamos que nos compartieran más detalles sobre los métodos utilizados en la búsqueda, pero tanto el jefe de la Unidad Especializada en Investigación de Personas Desaparecidas, Hugo Enrique Chávez Jaime, como el agente Luis Ángel Sánchez Ibarra nos negaron la información”, relata en tu’un savi.
La madre y el padre de Javier afirman que los restos óseos que les mostraron no coinciden con los de un ser humano: “Kùvi ka’an yu tu’un sa’an, ta ni kuvi sa nda’vi na yu’u, leke sa na’a na nu ndu vasa iña tyan leke yùvi, leke kiti va ku ña xito yu” (No hablo español, pero no pueden engañarme. Los restos óseos que nos enseñaron no coinciden con los de un ser humano. Esos huesos se parecen más a los de un animal), sostiene Maura.
El 29 de mayo, la Unidad Especializada de Personas Desaparecidas de la Fiscalía informó a la familia que Javier habría sido atropellado por un adolescente, hijo de Juan Antonio Meza Prieto. Anselmo Modesto explica que, según la versión de la propia Fiscalía, el señor Meza Prieto se presentó ante esta representación social para explicar que el niño había muerto tras ser atropellado por su hijo, pero no ofreció más detalles sobre los hechos.
Originalmente publicado en: Pie de Página