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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /

Acapulco, 11 de julio de 2024. Abelina López Rodríguez ganó la alcaldía de Acapulco por primera vez en un apretado triunfo frente al candidato de la alianza PRI-PAN-PRD, Ricardo Taja Ramírez. Tres años después, volvió a ganar, pero ahora, más que frente a una candidatura de oposición, la ganó a pesar de la encuesta de Morena, que señalaba que 70 por ciento de los acapulqueños rechazaban su reelección.

Pero, dicen que segundas nunca serán primeras; y el segundo período amenaza con ser más problemático que el primero.

Veamos. En 2021, tan pronto como obtuvo la candidatura, rompió sus alianzas políticas, principalmente con el entonces candidato a gobernador Félix Salgado Macedonio, que había sido pieza clave en su postulación; y luego con la gobernadora electa Evelyn Salgado Pineda. Pero eso no fue mayor problema, porque ambas personalidades la trataron con cortesía.

Los problemas se abrieron en otros frentes: con los periodistas, a los que primero intentó regañar como si fueran sus empleados y les endilgó aquella furibunda orden: «¡Tomen la nota ahí!», y luego los acusó de no amar a Acapulco porque informan sobre la violencia en el puerto. También se conflictuó con comerciantes y transportistas, a los que acusó de estar aliados con la delincuencia después de que esta les quemara sus mercados y sus camiones.

La alcaldesa entró en conflicto también con los colonos, que un día sí y otro también protestaban por la falta de agua y de servicios públicos; se peleó con el sindicato independiente, al grado de que, contra toda lógica, y violando la ley y el derecho de libre afiliación, intentó obligarlos a pertenecer al Suspeg, única organización laboral que el gobierno de Abelina López (como dice la muletilla que usa en sus boletines la Dirección de Comunicación Social) parece reconocer.

La alcaldesa se distanció también de un sector de la población que no vio bien que se destinen recursos para promover espectáculos de dudosa calidad artística en lugar de destinar ese dinero a atender los múltiples problemas del municipio.

Pero Abelina López llegó al punto casi de ruptura total con la población en el último año de su gobierno, con el huracán Otis. No solo fue un gobierno ausente, sino que además fue un gobierno pendenciero. Personalmente la alcaldesa se ocupó de reclamar las labores de limpieza que hacían en «su» territorio, otras figuras y otras instancias de gobierno. Un ejemplo, cuando fue a intentar desalojar a personal estatal de La Diana, donde hacían recolección de basura y escombros; así como a diputados y diputadas locales que hacían con sus propios medios, recolección de escombros y tierra. En cambio, dejó en el abandono a toda la ciudad; y en la campaña fue peor, porque ni siquiera gobierno sustituto parece que haya habido.

Fue, a partir de entonces, un lugar común escuchar en las colonias, en el centro, en todas partes, expresiones ciudadanas de rechazo a la alcaldesa. En ese contexto, meses después, se daría la abrumadora respuesta del «no» a su reelección en la encuesta de Morena. El período de campaña fue de antología, con todo el Ayuntamiento en pleno, haciendo proselitismo, mientras no se sabía si Abelina era candidata o presidenta, lo cual, si se puede, le generó más rechazo. Pero llegó a Acapulco el cabecita de algodón. El presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó la entrega de apoyos directos a los acapulqueños, lo que nunca se había visto ante un desastre. Durante los meses que siguieron al Otis, los acapulqueños recibieron dinero en efectivo para la reconstrucción, despensas para supervivencia, enseres como refrigeradores, camas, colchones, ventiladores, estufas, tuvieron casetas gratuitas, y exención en el pago de la luz. Y, entonces, los que dijeron «no a la reelección», terminaron por dar mayor valor a pagar amor con amor, y, como dijo el discurso de Morena por esos días, darle a López Obrador una despedida en votos. Y así, volvió a ganar Abelina López.

El problema es que apenas ganó la elección, incluso sin todavía tomar protesta para el nuevo período, ha vuelto a mostrar la misma actitud del principio. Rompió de nuevo con los periodistas, anunció que usará su gobierno para «transformar Guerrero» (es decir, se alista para ser candidata a gobernadora en 2027), y de nueva cuenta está dejando a Acapulco en el abandono: con canales pluviales azolvados a pesar de la experiencia del Otis el año pasado, con basura en todas partes, y con una violencia exacerbada que ella dice que no le corresponde atender. En lo político, su alianza con priistas (o ex priistas) la llevó a incluir en su equipo a figuras como Marcelino Miranda Añorve, secretario de Gobierno de René Juárez Cisneros, a René Lobato Ramírez, ex perredista cuya última acción pública, fue apoyar la campaña del priista Manuel Añorve a la gubernatura en 2015, y ahora al astudillista Sergio Flores en la Dirección de Comunicación Social.

En 2021 se decía que los alcaldes de Acapulco necesitaban tres años para convertirse en los malos de la película, pero Abelina López lo había conseguido en el primer mes. Ahora, en 2024, parece que no será en el primer mes, sino dos meses antes de comenzar el gobierno.

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