* “No hay mecanismos para mostrar tu trabajo sin tener que pagar por ello, sin tener que pagar por trabajar; eso es ridículo. En el arte, tienes que pagar por trabajar, cuando te deberían de pagar por tu trabajo”
KAU SIRENIO /
Paris, 27 de febrero de 2022. Ayesha abre la puerta y permite que una mirada extraña recorra cada espacio diminuto de su departamento. En las paredes cuelgan unas jaranas y cuadros que recién pintó para mantenerse viva en París. Los pinceles y pinturas alineados al pie del muro esperan sus turno para deslizarse de nuevo en lienzos o paredes de la llamada ciudad romántica del mundo.
–Pasen a su casa–ofrece Ayesha Prieto.
Luego coloca dos botellas de vino tinto en la mesa y abrió el refrigerador para guardar queso de cabra que trajo de la tienda de la esquina. París, a pesar de sus enormes tiendas de autoservicio, aún conserva pequeños negocios.
Mientras ordena su cocina, la pintora mexicana abre el abanico de viaje por América y Europa. Sus emociones la muestran como una mujer realizada en el muralismo mexicano que ahora busca proyectar en la ciudad francesa. En la plática Prieto Jiménez habla de migración, feminismo y la época dorada del muralismo mexicano.
Luego reflexiona sobre las subastas prehispánicas: “No me molestaría si la adquisición fuera hecha únicamente por museos y se comprometan a exhibir las piezas al público. Que las ventas y recuperación de fondos sean para el desarrollo cultural y social del pueblo donde provienen las piezas. Desafortunadamente nunca se cumplen estas condiciones, prefiero que las piezas se queden en sus geografías de origen en museos”.
De los muralistas no le guarda ni una compasión a Diego Rivera ni a David Alfaro Siqueiros; a los dos los coloca en el banquillo de los acusados por su relación con poderes políticos. Al mismo tiempo resalta el papel de la mujer en la plástica mexicana, habla de Aurora Reyes y Elena Huerta.
En su tesis de licenciatura, Ayesha Prieto, sintetizó: “El movimiento muralista se caracterizó desde su origen por tres valores fundamentales: lo nacional, lo popular y lo revolucionario. Fue atacado desde todos los ángulos posibles y los desacuerdos, respecto con el camino a seguir, fueron varios; las polémicas aparecieron de inmediato. Muchos artistas se adhirieron poco después, participando en la crítica y la producción, tomando partido por unas u otras ideas”.
En entrevista, Prieto Jiménez resume:
“Los tres grandes del muralismo mexicanos terminaron muy peleados. Eran súper amigos con el sindicato, con el manifiesto. En algún momento de la guerra fría, Siqueiros y Diego Rivera se pelean hasta la muerte, tan es así que Siqueiros ayuda a organizar el asesinato de León Trotsky protegido de Diego Rivera, en México”.
En cambio, Orozco fue el único que consiguió mantener su ideología pura, advierte.
La pintora, toma un cuchillo y empieza a cortar el queso en pedazos, después en un plato sirve aceitunas y en otro coloca rodajas de jitomate. Cuando termina de organizar los platillos, de la alacena extrae dos copas de cristal y sirve hasta la mitad de vino tinto.
–Prueben un bocado.
Adentrados con las viandas, Ayesha agrega: “Uno recibía plata de la Unión Soviética para que matara a Trotsky. Mientras que Diego Rivera era pagado por el gobierno. Clemente Orozco estuvo apunto de recibir financiamiento de un rico de Estados Unidos pero lo rechazó y regresó a México. Él siempre trabajó para el pueblo mexicano, por eso me parece que es el más coherente. Es además, el más fuerte pictóricamente, no tiene la nube de fama que tuvieron los otros dos”.
“Otros de los muralistas poco conocidos -dice Ayesha- es Jorge González Camarera. No es muy conocido, pero tiene murales en el palacio de Bellas Artes, es uno que vio la plástica hacia el futuro. Me gusta toda la controversia de la época, cada uno tiene lo suyo, pero Orozco es el más sincero y Jorge González Camarena es más vanguardista”.
–¿Hubo mujeres en el muralismo?
–¡Sí!–, contesta como si arrebatara la respuesta a alguien más. –Aurora Reyes era una de las muralistas mexicanas más destacadas en su época, a pesar de que Rivera, Siqueiros y Orozco le hacían sombra. Hubo mujeres que proyectaron el muralismo mexicano a California y Chicago. Ellas dieron origen al muralismo chicano que se conecta con raíces de migrantes que viven en Estados Unidos con la tradición mexicana: Rina Lazo, Elena Huerta, Electa Arenal entre otras.
–¿Las muralistas proyectaron el feminismo en sus artes?
–Sí. Pero fue minimizado por los hombres. Eso es común en México.
Ayesha levanta su copa y da un trago profundo. Sus labios quedan marcados por el vino tinto, agrega:
“Cuando un hombre minimiza a una mujer es porque se siente amenazado por ella. Su inseguridad ante la capacidad creativa de una mujer lo lleva a invisibilizarla».
Ayesha nació en la alcaldía Cuauhtémoc, pero sus papás la llevaron a vivir a Xochimilco, después que terminó sus estudios en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), emigró a París.
“Las mujeres siempre estuvieron en creación plástica, literaria, en todas las luchas, pero no tuvieron mediatización. Las instituciones las ignoraron por miedo, tampoco había confianza en una mujer para realizar un trabajo y que lo llevara hasta el final. La liberación del sexo femenino es de apenas 50 años.”
Del movimiento feminista mexicano hace una pausa ante de contestar cuando se le pregunta de Frida Kahlo: “Frida Kahlo era súper machista, ahora, Frida la toman de súper feminista cuando era todo lo contrario”.
–¿Por qué lo dices?
–No se valoró ella misma, se dejó pisotear en muchas ocasiones por Diego rogándole que la amara. Frida se decía comunista y eso obligaba a la igualdad de los seres humanos.
La conversación con Ayesha en su casa al norte de París empieza a envolverse en el feminismo y termina en reconocer a las teóricas del feminismo moderno: “El movimiento empezaba a teorizarse en Francia con Simón de Beauvoir; en México había mujeres como Tina Modoti, en España con Remedios Varo que la llamaron loca porque no se dejó pisotear: Era soñadora, su pintura, muy surrealista que reflejaba la dignidad”.
–¿Eres feminista?
–No soy activista del feminismo, pero soy feminista por las pequeñas cosas que hago. Pero no organizo gente, no estoy en la comunidad todo el tiempo, voy a la marcha, al mitin, hago intervenciones de repente; con las comadres pegamos pequeños dibujos que hacemos en la calle; pero no me siento activa para decir soy feminista. Me siento más parte del movimiento muralista porque firmé los manifiestos en su momento; porque organizo equipos siempre buscando murales haciendo cosas. Activamente soy más muralista que feminista pero siendo mujer hay un trabajo femenino que está dentro del muralismo.
París está lleno de tetas
Ayesha dice que la naturaleza representa a la madre de todos los animales, las plantas de todos los seres humanos: “Cuando pinto a la madre naturaleza asumo el feminismo. Es lo principal, pinto mujeres desnudas, semidesnudas que muestran esa naturaleza expuesta pero de repente la gente tiene senos. París está lleno de tetas, pero ahora hay muchos migrantes, las comunidades árabes se escandalizan si muestro senos, las pequeñas comunidades africanas también”.
–Normalizar el cuerpo femenino es normalizar que una mujer puede subirse al andamio; que puede estar a la cabeza de un equipo de trabajo, puede estar diciéndole a la banda cómo hacer un mural.
Las pinturas de mujeres desnudas de Ayesha adquieren otro conflicto en las galerías y no es porque tenga que ver la temática, sino la explotación al artista: “Si quieres exponer te cobran, el mercado del arte es una mafia. El artista paga por la exposición a las galerías, por la difusión. Al menos que ellos te inviten. Así, sí te pagan, te llevan y te traen, pero mientras hay que pagar”.
–¿Hay clasismo en esta forma de ver el arte en París?
–Más bien el capitalismo, porque racismo o clasismo no se usa, porque no es políticamente correcto. Sin cegarte por la raza eso se nota pero te ciegan por el dinero el que tiene dinero paga la galería.
Cinco años de residencia en Francia, Ayesha Prieto aprendió el claroscuro del arte en París. Sabe de conexiones, de las galerías y filtros que cruzar para mostrar su arte: “El que tiene conexión se filtra fácil de aquí para allá”.
–A algunos artistas les ayuda un poco el exotismo que le queda a los franceses de la época colonial. Te puede servir eso, si eres de color, de Latinoamérica. Son un poco bobos en ese sentido, pero bueno lo usamos a nuestro favor.
Para sobrevivir en París, algunos artistas latinoamericanos trabajan en escuelas como profesores de artes, otros de meseros, o hacen música en la calle.
“No hay mecanismos para mostrar tu trabajo sin tener que pagar por ello, sin tener que pagar por trabajar eso es ridículo. Lo que decíamos con mi esposo Pierre Vergnes, que es raro en el arte, tienes que pagar por trabajar, cuando te deberían de pagar por tu trabajo”.
Ayesha Prieto es maestra de arte en una escuela al sureste de París, donde comparte su conocimiento con niños migrantes y de la ciudad: “Como migrante tienes que demostrar el doble de tus capacidades, siempre tienes que ser más fuerte si quieres remarcar lo que eres, porque como extranjero debes ser puntual, propositivo para que noten que eres lo que vales. La gente de aquí tiene derecho a todo, el migrante tiene que ganarse ese derecho y respeto”.
Sin soltar la copa de vino, la mexicana se adentra en la migración de lo que ella es parte: “La migración es controversial, porque está en todas partes del mundo. Los migrantes no solo llevan cultura, el arte como nosotros, sino que hay migrantes conflictivos que traen costumbres y malos hábitos. No hay que generalizar porque hay migrantes forzados que se mueven porque hay una guerra o porque hay condiciones de pobreza”.
Dice que la migración ha movido costumbres y tradiciones: “Compartimos con el otro la riqueza que traemos de nuestro pueblo, eso es muy rico, los latinos son muy apreciados en Francia porque son trabajadores. Estamos acostumbrados a trabajar. Mientras que los franceses siempre reclaman sus derechos ‘los latinos no se quejan’ dice mi empleador”.
Aparte de las artes plásticas, en sus ratos libres Ayesha hace música en las calles de París, de ahí que en su casa el segundo instrumento colgado en la pared es la jarana al que rasguea son jarocho: “Somos jaraneros” dice con orgullo. “La música es un lenguaje universal que no se necesita traducir ni explicar. De alguna manera es para derrumbar los muros de la ignominia”.
Recorrer el mundo con una jarana y unos pinceles
Con la jarana a cuestas y pinceles en la mochila, Ayesha Prieto viajó a Brasil para hacer murales en Río de Janeiro, y parte de la amazonas: “Ahí pintamos en dos escuelas de campera, hicimos música. Por lo menos tuvimos hospedaje y comida. La música y la pintura siempre me ha ayudado, me ha dado medios para salir”.
En Canadá, pintó casas y edificios para poder comprar comida. En Francia diseñó una escultura; en Italia, trabajó más en pintura de desnudo; y en Zúrich, Suiza, pintó la danza de venado en un mural, que fue destruido cuando se vendió el terreno que ocupaba la pared.
De los murales que dejó en Xochimilco, se trata de obras cercanas a la Facultad de Artes Plásticas de la UNAM; en Santa Cruz Acapixtla, Xochimilco, en el encuentro muralista.
“Es una virgen prehispánica que está en un pozo de agua donde había manantiales. Ahí habían hecho un contenedor gigante gris horrible, así que le pinté una virgen con un penacho, es una simbiosis de una virgen y una coatlicue que es la esencia de la madre naturaleza”.
En la ciudad de Carcassonne, al sur de Francia, dejó el mural La retirada en el que habla del éxodo de españoles durante el franquismo, la migración hacia Francia y otros países de Europa.
“El personaje que pinte lo encontré en el archivo llamado Carcassonne, es una mujer alada que representa el espíritu del migrante que busca libertad, superar los límites y proteger a su familia-clan. El mural se encuentra en la manufacture royale, que se volvió campo de refugiados durante esa época de migración interna de Europa”.
Las botellas de vinos se han quedado sin una gota. Los platos parecen recién lavados, pero la plática sigue su curso hasta llegar a los sabores y colores de la comida mexicana. Ayesha recomienda una tienda mexicana en París: “Se llama la Esquinita”.
Tomado de PIE DE PÁGINA