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Acapulco; ¿pobre o desigual?

GUADALUPE RODRÍGUEZ /

Acapulco, 27 de octubre de 2024. En Acapulco, dos acontecimientos recientes afectaron a la población de forma colectiva: dos fenómenos naturales que siguen muy presentes en el imaginario de los acapulqueños y que dejaron sin hogar y/o sin negocio igualmente a habitantes de colonias populares como a aquellos de las zonas con mayor plusvalía. Los huracanes Otis y John, que tocaron Guerrero y particularmente Acapulco en 2023 y 2024 respectivamente, fueron considerados fenómenos naturales que sentaron precedente como consecuencia del cambio climático y, a decir de los expertos, dejarán de ser inusuales para convertirse en habituales. El primero, categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, con vientos máximos sostenidos de 270 km/h y rachas de 330 km/h, y el segundo, por alcanzar los 900.2 milímetros de lluvia, lo que equivale a un año de temporal, prácticamente el doble de lo que llovió en el histórico huracán Paulina.

Efecto Otis

Otis no solamente afectó a los sectores desprotegidos en Acapulco, la fuerza de Otis afectó a todos por igual. Dejemos de lado la crisis del robo famélico y hurtos premeditados llamados saqueos, que hacen parte del problema pero no son el motivo de este artículo. Otis derrumbó casas y sueños de todos los niveles socioeconómicos en el puerto. Aunque posterior a Otis hubo quienes visiblemente tuvieron la capacidad económica de sobreponerse más fácilmente a las pérdidas materiales. Algunos otros apenas se encontraban en ese proceso, pero con la llegada de John se agudizó el panorama económico y social.

Efecto John

Aunque el huracán John afectó casi la mitad de los municipios del estado de Guerrero, Acapulco, una vez más como en 2023, se considera el epicentro del desastre y es el primero en recibir atención de las autoridades de los tres niveles de gobierno, o eso se leía en las notas de prensa. Por ser el municipio que más aporta económicamente al estado, con un PIB de 30%, y con mayor proyección nacional e internacional, la atención se centró rápidamente en él.

Cifras de los daños

Veamos: para el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), Otis representó una pérdida calculada alrededor de 51 mil millones de pesos, más de 200 mil viviendas afectadas, 47 mil locales comerciales y 80% de la infraestructura hotelera dañada, una catástrofe para una economía que se centra en turismo y prestación de servicios. Once meses después, el huracán John provocó una pérdida de 22 mil millones de pesos y afectaciones a más de 200 hoteles de Acapulco, principalmente en Pie de la Cuesta, San Andrés Playa Encantada y Playa Bonfil, según la Cámara Nacional de Comercio en Guerrero y el gobierno federal y estatal. Además, se habla de entre 300 y 400 viviendas para reubicar en colonias populares que sufrieron inundaciones y deslaves cerca de laderas y zonas inundables.

Lo que no se mide, no existe

Y aunque el aspecto económico es fundamental, a un año de Otis no existe un diagnóstico que nos explique cuál es la expectativa de vida hoy en Acapulco, qué facilidad tienen los habitantes para acceder a los servicios de salud, la educación de calidad o los servicios públicos, aspectos que, a decir de la Organización de las Naciones Unidas (Onu), son indispensables para medir la desigualdad. Según la Onu, la desigualdad no se trata sólo de la riqueza, el patrimonio neto o de los ingresos y el sueldo bruto. Lo anterior descrito hace parte del diagnóstico para medir la desigualdad. Y también hay desigualdades entre los géneros y entre los grupos sociales.

En 2020, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ya consideraba que en Acapulco la mitad de la población tenía algún tipo de pobreza, sumando un total de 394 mil 861 (casi la mitad de la población), y de esos, 126 mil 672 habitantes eran aún más pobres, colocándolo como el municipio con mayor pobreza extrema en todo el país. En 2024 sería conveniente saber cómo se diferencia a los pobres de 2020 y a los pobres después de Otis y John, si en Acapulco casi todos los ciudadanos por igual se enfrentan diariamente a la falta de acceso a servicios públicos, con un inusitado desabasto de agua, fallas en los sistemas de alumbrado, telecomunicaciones y daños en las vialidades.

Otros aspectos que se consideran indispensables en la calidad de vida de las personas son el acceso a los servicios de salud y educación, que tanto públicos como privados han visto mermado su nivel de atención por diversas causas: deterioro en instalaciones, difícil acceso o largos tiempos de traslado. Un completo retroceso en el desarrollo de la ciudad.

Sin libertad no hay desarrollo

Según el economista Amartya Sen, premio Nobel por sus contribuciones a la economía del bienestar, la falta de libertades equivale a la falta de desarrollo. Él describía que un individuo desarrollado debía ser libre en todas sus dimensiones y que no existía desarrollo con pobreza, tiranía, falta de oportunidades, privaciones sociales, abandono de servicios públicos o represión. Ante esa premisa, puede que más de la mitad de la población debiera reconsiderar su nivel de riqueza o pobreza. ¿Cuántos ciudadanos hoy en Acapulco existen faltos de libertades y con escasas oportunidades de desarrollo, aun contando con un patrimonio propio y empleo seguro?

Los protocolos dicen que después de una emergencia causada por un desastre, lo que hay que hacer es recuperar la gobernabilidad y establecer medidas a largo plazo para “reconstruir mejor” y evitar retrocesos, restaurar los servicios básicos, medios de vida, refugios, gobernabilidad, seguridad, estado de derecho, medio ambiente y dimensiones sociales. Es decir, fortalecer la seguridad humana y comenzar a abordar las causas subyacentes de la crisis. En opinión de quien suscribe, hay que empezar cuanto antes porque la temporada de ciclones y huracanes no ha terminado y la siguiente no dará tregua.

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