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GUADALUPE RODRÍGUEZ /

Miércoles 5 de abril de 2023.

El año 2022 y lo que va de 2023 registran cifras espeluznantes respecto al crimen y la violencia en todo el país. Cualquier actor político que no quiera aceptarlo se miente a sí mismo y peca de insensible e insensato.

Tan sólo en 2022, Guerrero registró 1,360 homicidios dolosos colocándose en octavo lugar en el ranking de los estados, Acapulco en cuarto lugar nacional con 437 homicidios. Recordemos que tres años atrás, en 2019, datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) reportaban los índices mas bajos de la década, 257 crímenes en Acapulco y sólo 144 en 2020. La Mesa de Coordinación por la Paz en este estado y particularmente en Acapulco era un ejemplo de avance contra el crimen. Las cifras de 2022 son deshonrosas y perturbadoras.

¿Los factores? Son diversos y palpables. Pero redundan en dos preponderantes: narcotráfico y crimen organizado. De ahí hay derivaciones; extorsión, trata, violencia de género, etc. ¿Las consecuencias? Desplazamiento forzado, privación de la libertad y muertes; principalmente. Una total descomposición social que ciertamente no inició en 2018 y no terminará en 2024 aún combatiéndose día a día por los tres niveles de gobierno.

A esta ola de violencia generalizada hay dos factores que agudizan el clima hostil y que ayudan a exacerbar los ánimos en todas las esferas sociales; la política y el proceso electoral venidero. Los primeros en señalar los tropiezos en la estrategia de seguridad son los anti-morenos, oficialistas afines a la oposición, después están los genuinos anti-gobierno que no creen ni en el PRI pero tampoco en Morena porque consideran que no hay avances en la política de “cero impunidad” del gobierno federal.

Y ¿quién le ayuda al presidente Andrés Manuel en todo este panorama funesto? ¿que están haciendo los aliados y protagonistas de Morena? Ahí observamos dos posturas: los que señalan, advierten y/o reconocen el problema aún con riesgo de ser señalados como “traidores, detractores o golpistas” pero que desean ser tomados en cuenta para ser parte de la solución, no el problema. Y son los menos.

Y los otros; que teniendo responsabilidades o que aspiran a tenerlas dentro del partido oficial y que por temor a ser excluidos; callan, mienten u ocultan la verdad. Esos no son parte de la solución, sino son el problema. A esos los vemos ocupados en campañas anticipadas, en movilizaciones que satisfacen su ego y que insisten una y otra vez en demostrar “falsas cartas de presentación” y hasta encuestas pagadas para lo que sea que se ofrezca más adelante.

A estos últimos hay que preguntarles ¿Cómo llamarán a votar en 2024 a los desplazados, a las familias desintegradas por la violencia en Guerrero, a los que han migrado fuera del país? ¿Cuantos votos creen que tendrán las urnas de la Tierra Caliente? Y ¿Cuantos en otras regiones serán votos libres de la presión del jefe de plaza en turno?

Ante este panorama siniestro la mejor campaña morenista debe ser demostrar con hechos concretos, no con aplausometros, cómo se trabaja para conseguir la tan anhela Paz en México, Guerrero y Acapulco.

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