- En el Día del Niño, el INEGI advierte que la falta de cuidado parental afecta su derecho a estudiar y a la salud
REDACCIÓN /
Ciudad de México, 29 de abril de 2025. En México, más de 36 millones de niñas y niños conforman casi un tercio de la población. Sin embargo, para una proporción significativa de ellos —más de 36 %— crecer sin uno o ambos padres no es la excepción, sino parte de su realidad cotidiana. Esta situación, advierte el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), tiene un impacto directo en su acceso a derechos fundamentales como la educación y la salud.
En el marco del Día de la Niña y el Niño, el INEGI difundió los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2023, donde destaca que 5.8 % de la infancia no vive con ninguno de sus padres, mientras que otro 31 % vive solo con la madre o solo con el padre. Esta fragmentación familiar se refleja en brechas profundas: por ejemplo, entre los menores de 3 a 17 años que no viven con sus padres, una cuarta parte de las niñas (24.9 %) y uno de cada cinco niños (19.9 %) no asisten a la escuela.
De acuerdo con el instituto, estas condiciones no solo muestran carencias materiales, sino también la ausencia de redes de apoyo que deberían garantizar los derechos básicos de las infancias. La baja asistencia escolar, la menor cobertura de salud y la falta de acceso a educación media superior son consecuencias que se agravan cuando los menores crecen fuera del núcleo familiar tradicional.
El acceso a la salud también se ve comprometido. Mientras que 60.8 % de las niñas que vivían con ambos padres tenía derechohabiencia, la cifra bajaba a 44.9 % entre quienes no vivían con ninguno. En los niños la tendencia fue similar: de 59.6 % con ambos padres a solo 46.2 % sin ellos.
El INEGI pone de relieve cómo estas desigualdades impactan más a quienes pertenecen a comunidades indígenas. En este grupo, la proporción de menores que hablan una lengua indígena fue más alta cuando no vivían con sus padres (5.7 %), lo que apunta a una doble vulnerabilidad: cultural y estructural.