ROGELIO HERNÁDEZ LÓPEZ /
El reproche del presidente Enrique Peña Nieto al ubicar el rechazo a su gobierno como “lo que algunos llaman irracional enojo social”, nos dejó cavilando a varios observadores de la política mexicana. ¿Cómo se mide ese enojo? ¿Qué tan profundo es?
Si la inconformidad social se origina en la desconfianza, esta ya alcanza niveles de gravedad, y no parte de esta gestión sexenal. Se ha ido acumulando durante décadas, de acuerdo a la más reciente Encuesta Nacional de Cultura Constitucional en México de la UNAM.
Con el verbo enojo no hay mediciones explícitas, pero sí del grado de confianza a la Presidencia. La encuesta referida actualizó los indicadores de confianza social en las instituciones que comenzó a recoger en 2003.
El promedio de confianza que recibió La Presidencia en 2011 ya era magro pero alcanzó 6.4 puntos, o sea nivel de panzazo. Enrique Peña Nieto estaba comenzando.
Pero al iniciar 2017, según la encuesta, ese índice de confianza social en La Presidencia en lugar de mejorar fue bajando hasta 4.3. En cinco años (2012-2016) el actual presidente perdió 2 puntos y una décima.
Para contrastar ese dato, la confianza en las universidades públicas pasó en esos cinco años de 7.1 a 7; es decir, bajó apenas una décima.
Entonces sí, sí es grave el nivel en que ha caído La Presidencia; no confían en la institución 5.7 de los encuestados. Esa es la primera de las instituciones y la que recibe más reflectores y atención mediática.
Pero, los medios no fueron arrastrados
Un factor de ese “irracional enojo social” –entre muchos más- es que los medios dejaron de ser aliados incondicionales de la Presidencia, se fueron distanciando (más información, más pluralidad, más crítica) y, en general lograron frenar el deslizamiento acelerado al que los conducía su cercanía con los gobiernos.
En ese lapso (2012-2017) la confianza social para los medios en general también bajó, pero únicamente un punto. Antes de 2017 la caída de la confianza social en los medios era similar a la de Presidencia.
En septiembre de 2016 (antes de esta encuesta de la UNAM) pude recapitular sobre este tema con datos provenientes de empresas o instituciones acreditadas. Entonces escribí:
“La caída en la aceptación social de la Presidencia de la República pareciera arrastrar a los grandes medios de comunicación y de prensa. Así lo indica la comparación de encuestas de los últimos diez años.
“La credibilidad o aceptación ciudadana de los medios alcanzó sus puntos más altos (8.2 a 8.6) al comenzar el siglo XXI, cuando ocurrió la alternancia en la presidencia de la república; pero en una década los registros de gobierno y prensa indican caídas estrepitosas, casi paralelas.
“En los dos primeros años de Felipe Calderón sus indicadores de aceptación superaban los 7 puntos y la credibilidad en los medios indicaba casi lo mismo. A la mitad de su mandato (2009), la aceptación presidencial cayó a 6.1 y los medios casi lo mismo”.
Un años después (2010) Consulta Mitofsky midió la confianza en las instituciones. Ahí los medios ya no fueron arrastrados por la imagen gubernamental. En ese sondeo la presidencia registró aceptación del 5.7 y los medios ya no le acompañaron al tener 6.6 de confianza.
En 2016 el para Presidencia fue de 4.3 y para los medios de 5.7. Al parecer funcionó el distanciamiento de El príncipe y frenaron un poco su caída de credibilidad.
Tendencia confirmada
La Tercera Encuesta Nacional de Cultura Constitucional en México la realizó nuevamente el Departamento de Investigación Aplicada y Opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Su difusión fue al iniciar 2017 y en ella se confirman las tendencias de la confianza social.
Los autores interpretan así sus resultados:
“Entre 2011 y 2016 se observa una disminución de la confianza en todos los actores políticos y sociales con excepción de la familia.
“Los tres poderes de la unión disminuyen sus niveles de confianza, aunque el decrecimiento más acentuado se da en torno a la figura presidencial.
“En la confianza en el presidente de la Republica confluyen factores como la simpatía por un partido político y la evaluación de su desempeño, sobre todo en la conducción económica. En el caso del Congreso, también mantiene un peso importante la simpatía por un partido, mientras que para el poder Judicial, adquiere mayor importancia la percepción de su desempeño”.
El cuadro concentrador de los promedios obtenidos en las tres cuentas son harto elocuentes de la disminución de confianza, o el alza en la desconfianza ciudadana.
El “irracional enojo social” al que se refiere Enrique Peña Nieto, no es tan irracional; se ha ido acumulando, como lo prueban los académicos de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, pero también lograron indicios de que los medios en general, la prensa en particular ya no son aliados incondicionales. Por eso, otro reclamo abierto del presidente es que no se informa de lo bueno.
Los irracionales entonces son quienes no saben o no entienden que el ambiente social está en niveles de ebullición.