* Después de cuatro años de boicot contra la granja Sakuma Farm, filial de la empresa Driscoll, los jornaleros mexicanos consiguieron un contrato colectivo y el reconocimiento del sindicato Familias Unidas por la justicia, en el norte del estado de Washington. Iglesias de todas las religiones y universidades acompañaron la lucha de los trabajadores
KAU SIRENIO PIOQUINTO /
Los efectos de su conquista laboral se perciben en estos días de pandemia y les ayudan a cuidar su salud. A cinco años de que Familias Unidas por la Justicia firmara el contrato colectivo con Sakuma Farm, Edgar Frank, intérprete del indicato Familias Unidas por la Justicia, dice que en la era de la pandemia sale el sol para los jornaleros porque muchas de las injusticias que no se denunciaba ahora son públicas.
“Con la pandemia salen más a la luz las injusticias que existen en los campos agrícolas. Porque dicen que son trabajadores esenciales y luego no hacen nada para protegerlos. No lo decimos como sindicato, son los propios jornaleros que denuncian los abusos”.
Su historia está por cumplir siete años. Inició con una huelga en la que participaron 440 trabajadores, el 11 de julio de 2013.
“Cuando paramos la producción en Sakuma Farm llegó el sheriff del condado Skagit a intimidarnos. Ese mismo día la empresa me despidió porque fui uno de los organizaron de la protesta de los trabajadores. Nuestra lucha sembró conciencia y pérdida para los productores. Se les pudrió la mora y blueberries”, recuerda el presidente del Sindicato Familias Unidas por la Justicia, Ramón Torre.
El maltrato y despidos injustificados que sufrían jornaleros en las casas rodantes los unió para demandar aumento salarial y mejores condiciones laborales. La gota que derramó el vaso fue el 11 de julio de 2013, cuando despidieron a Federico López sin liquidación. Ese día los trabajadores se enteraron que habían prescindido de los servicios de su compañero en el corte de mora.
La huelga duró 23 días, en ese lapso los jornaleros organizaron marchas en el condado y en Seattle, principal ciudad del estado de Washington. Con estas actividades políticas, los trabajadores de Sakuma Farm consiguieron adeptos entre religiosos y universitarios que se fueron sumando a la causa.
Mientras avanzaban los días de protesta, los dueños de Sakuma Farm buscaban por su parte que la ley estadounidense expulsara a los migrantes inconformes. Además solicitaron al departamento de trabajo de Estados Unidos que extendiera visa a los jornaleros mexicanos para que sustituyeran a los trabajadores en huelga.
“Lo que hicimos fue mandar cartas al departamento de Trabajo de Estados Unidos para decirles que en la granja de Sakuma Farm no era necesario contratar a más trabajadores con visa H2A. Porque en la región hay suficiente trabajadores y que la empresa no respetaba los derechos laborales de los jornaleros”, retoma el intérprete del sindicato Familias Unidas por la Justicia Edgar Frank.
Sin soltar su tijera con que poda el blueberry, Ramón Torres reconstruye los pormenores de la huelga.
“Conforme pasaban los días, los compañeros se desanimaron porque Sakuma Farm no cedía, así que en las reuniones diaria propusimos crear un sindicato que defendiera los derechos de los trabajadores y que nos protegiera de la migra“.
Los jornaleros que tomaron Sakuma Farm empezaron a llegar organizaciones sociales. Entre ellas estaba Rosalinda Guillén, de Comunidad a Comunidad (C2C por si sigla en inglés), quien tomó la palabra para alentar a los noveles revolucionarios de los campos agrícola de Washington.
“Compañeros la lucha es de ustedes, dígame qué podemos hacer como C2C, en qué forma los acompañamos en su justa demanda. Como C2C estamos para apoyarlos, ustedes saben como solucionarlo la huelga, así que les propongo que caminemos a la compañía para que nos expliquen qué van hacer para resolver la demanda que ustedes están planteando”, dijo la michoacana.
Nacida en Texas, de padres michoacanos, Rosalinda saltó del banco a la política y de ahí emprendió el viaje a los campos agrícolas para luchar por los derechos laborales de los jornaleros en el Valle Central de California. Lo hizo al lado de César Chávez en los años 70. Después del triunfo de los trabajadores del campo, la activista migró a Bellingham, Washington, para apoyar la campaña electoral del primer candidato negro a presidente de Estados Unidos, Jesse Jackson en 1986.
Cuando murió César Chávez, Rosalinda dejó el trabajo político y se fue a apoyar a la comunidad migrantes indocumentados.
“Me fui a mi comunidad a ayudar unos campesinos que traían un boicot contra Stimpson Lane Wine Chateau St Michelle que luchaban por un contrato colectivo. Primer contrato colectivo que logran los trabajadores en el estado de Washington”.
Con esa experiencia, Rosalinda no dudó en proponer a los jornaleros que boicotearan la producción de Sakuma Farm filial de Driscoll. Los trabajadores retomaron retomaron la propuesta de inmediato y se fueron por el Sindicato.
“En la reunión diaria con los compañeros hablamos la propuesta del sindicato y el boicot, después de discusión que si le entrábamos o no, por fin hubo acuerdo, vino la votación para conformar el primer comité con su presidente. Había seis nombres de los que estábamos en campaña, nos fuimos a votación y me eligieron. No estuve de acuerdo con el nombramiento, pero acepté porque teníamos que empujar de lleno el boicot”, cuenta Ramón.
Así empezó una larga campaña de Ramón Torres.
Cuando no hubo acuerdo con la granja de Sakuma Farm, Torres planteó una campaña en contra de los productores. Pero no a Sakuma Farm sino a Driscoll por ser la trasnacional que compraba mora, blueberry y fresa en el condado de Skagit. El recorrido inició a mediado de abril de 2016 en los estados de Washington, Oregon y California.
“Iniciamos con el sindicato Pineros y Campesinos Unidos del Noroeste (PCUN por su sigla en inglés), en Bellingham, Washington hacia el Sur. En el camino se fueron sumando estudiantes, que nos dotaban de alimento y ropa caliente, era impresionante ver cómo los universitarios nos recibían. Creo que esa solidaridad alimentó nuestro espíritu, porque a partir de la Universidad de Washington, en Seattle, nos sentimos fuertes hasta que llegamos a San Diego, California”, recapitula el luchador social.
Con secundaria terminada, Ramón Torres salió de México en 2012, para emplearse en el corte de naranja en el California. Antes de ser jornalero el ahora presidente del sindicato Familias Unidas por la Justicia trabajaba en el central de abasto de Guadalajara, Jalisco.
“En la central de abasto de Guadalajara cargaba arpías de naranja por eso pensé que el trabajar acá era muy fácil pero me llevé una gran sorpresa. Cuando trabajé en la uva supe lo que pesado que es estar en los campos. Un día apenas llevaba 30 matas, pero ya no podía seguir porque tenía la mano llena de ampollas. Salí una vuelta con mis primos, pero después ya no quise trabajar más en la uva, luego a la naranja y después a la manzana”.
Con los recuerdos de México y boicot contra Sakuma Farm, Ramón Torres retoma parte de la campaña.
“Organizaron un evento para recaudar fondo que necesitábamos en el recorrido. Salimos con en el carro de mi esposa con 800 dólares y cinco personas abordo. Nuestro plan era encuentro con otro pueblo. Así que preparamos las condiciones para encontrarnos con los compas de San Quintín, pero ellos tuvieron problemas con la visa y se canceló todo”.
La caravana se reunió con otros sindicatos, además conformaron 18 comités, mientras que los consumidores enviaban cartas a Driscoll. Eso ayudó para que el 12 de junio de 2017 se firmara el contrato colectivo con Sakuma Fram.
Desde que Familias Unidas por la Justicia firmó el contrato colectivo con Sakuma Farm no ha dejado de apoyar a los jornaleros que se organizan en contra de maltrato laboral. En agosto acompañaron la lucha de los jornaleros con visa H2A, que fueron despedidos en la granja de Sumas, al norte de Bellingham.
La protesta de trabajadores de Sumas fue porque un compañero se asfixió por alta temperatura en los surcos. La granja no quiso llevarlo al hospital. Horas después de Honesto Hernández Silva falleció sus compañeros pararon labores.
En la reciente protesta de los empacadores de manzana de Washington en el valle de Yakima, cuando jornaleros de empaque de manzanas de la compañía Allan Brothers Fruit Company, se declararon en huelga después de que 12 de sus compañeros dieran positivo a coronavirus en el mes pasado. Ese día los jornaleros acusaron a la gerencia de ocultar información sobre casos positivos e incluso le ordenó al empleado enfermo que regresara al trabajo.
Artículo publicado originalmente en Pie de Página