* Reclama Felipe Galván que no se haya dado el premio Juan Ruiz de Alarcón al “mejor autor dramaturgo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI”
SANTIAGO HERRERA /
Tierra Colorada, 5 de noviembre de 2017. Creadores, promotores culturales, vecinos y amigos de José Dimayuga, se congregaron en la casa donde él vivió, para darle el último adiós, la cual lució abarrotada entre los pasillos, la cocina, el balcón, las áreas comunes. Ningún espacio quedó sin ser cubierto por quienes se dieron cita.
El dramaturgo fue velado y su cuerpo expuesto en su casa, ubicada en Palma Gorda, como él llamaba a Tierra Colorada, cabecera municipal del municipio Juan R. Escudero, donde pasó sus últimos meses de vida, luego de que el sábado falleciera abruptamente de neumonía en el hospital general de Chilpancingo.
Durante los actos de luto en donde yacían los restos del escritor, alguien de la familia llegó con los periódicos del día, que daban la nota del fallecimiento. Al ver la imagen de su rostro en las planas, parte de la familia soltó el llanto, algunas voces llenaron los pasillos, entre ellos, el de una señora que musitó un “no lo puedo aceptar” entre un llanto quedo.
La madre de José Dimayuga, quien se encontraba en un sillón de madera casi frente al ataúd, rompió en llanto cuando pidió ver la foto de su hijo en la edición del día de los diarios.
Poco a poco los presentes pidieron ver los periódicos, voces quebradas, a ratos la consternación llegaba, a ratos todo era calma, como aceptando las noticias.
El ataúd expuesto en la sala de su casa, era de madera, con detalles en plata, sobre él, una foto suya sobrepuesta, donde se le aprecia más joven y sonriente.
Cerca de las 4 de la tarde, hora pactada para dar sepultura a los restos de José Dimayuga, algunos de los presentes se paraban de su lugar y se acercaban al féretro, que mostraba tras el cristal, el rostro de quien fuera uno de los dramaturgos más importantes del estado.
La gente que se acercaba al féretro, de uno en uno, sostenían la última charla con José Dimayuga, para despedirse de él antes de salir al campo santo. Entre las despedidas, algunos platicaban mientras lloraban y tocaban el cristal del ataúd, otros más dialogaban y esbozaban una sonrisa mezclada con lágrimas, como mezclando los recuerdos alegres con la nostalgia de la despedida.
En la casa, dos áreas fueron dispuestas para alimentar a toda la gente que asistió a las exequias, una mesa en la parte baja y otra más en la parte de arriba.
Media hora antes de las 4 de la tarde, comenzó el último rezo frente al ataúd que albergaba los restos del dramaturgo, una vez terminado, todos los asistentes que se encontraban, pasaron uno a uno, formando una fila, entre llantos hondos y lamentos que inundaron el lugar, para despedirse personalmente de quien, cariñosamente llamaban, Pepe.
Finalizaron el acto de despedida con una porra en nombre del fallecido. Entre abrazos y lamentos, poco a poco fueron desalojando de la casa, las coronas de flores, las veladoras y otros arreglos florales que hicieron llegar.
Posteriormente, el cuerpo de José Dimayuga fue sacado y despedido de la entrada de su casa formando tres cruces, al tiempo que sus familiares rociaban con un clavel agua bendita, para después seguir el camino hacia la iglesia, en donde se realizó una misa de cuerpo presente.
A la misa llegaron mas personas para abarrotar la iglesia, tras una hora de liturgia, el féretro salió por la puerta principal, la madre de José Dimayuga lo esperaba en la entrada, para despedirlo con una flor que remojaba en un recipiente con agua bendita, que era esparcida a lo largo y ancho de la caja que guardaban los restos.
La procesión hasta el último lugar de descanso y el premio que no llegó
Alrededor de las 5:10 de la tarde, aproximadamente 200 personas partieron en procesión, con rumbo al último destino donde descansarían los restos de José Dimayuga.
Con flores en manos, cantos religiosos, llantos y ánimos que se daban entre si mismos los que formaban la procesión, los restos del dramaturgo recorrieron las calles de Tierra Colorada.
Una vez en el panteón, el escritor Felipe Galván Rodríguez, pronunció unas palabras, antes de que los restos de José Dimayuga fueran enterrados.
“José Castañeda Dimayuga para la legalidad, José Dimayuga para los estudiosos, Pepe para sus amigos, para sus íntimos, para sus alumnos”, dijo Galván Rodríguez, y calificó al dramaturgo como “un escritor con aliento melodramático, en obras que tocan condición humana, a tales niveles de profundidad que provoca conmoción”.
Continuó su discurso a la entrada del mausoleo donde era depositado el cuerpo, diciendo que “vamos a estar peleándonos contigo por haberte muerto temprano, porque todavía ibas a darnos mucha obra más, pero seguramente lo que has dejado, tiene el suficiente aliento para que, sin el temor a equivocarnos y con toda la seguridad podamos decir estás vivo, sigues con nosotros”.
Antes de terminar su discurso, Galván Rodríguez, hizo un reclamo enérgico, señalando que “es una pena que ese Juan Ruiz de Alarcón, nuestro gran clásico, nuestro gran guerrerense, que otorga premios año con año, no haya sido de tu pertenencia, sin embargo, estamos seguros que tú eres más grande que muchos Juan Ruiz de Alarcón que la burocracia cultural se los ha otorgado en estos años”.
“Planteamos y demandamos la necesidad de la entrega del premio de Taxco que convoca el Conaculta (hoy Secretaría de Cultura Federal), el premio Juan Ruiz de Alarcón, para nuestro mejor autor dramaturgo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI”, sostuvo Galván Rodríguez.
Posteriormente, Galván Rodríguez junto a la actriz Malena Steiner, anunciaron que verán la posibilidad con el secretario de Cultura del Estado, Mauricio Leyva Castrejón, de editar la obra completa de José Dimayuga.
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