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* “Creo que el lector dirá cuáles son mis temas, o qué quise decir”, expresa el autor de ¿Y qué fue de Bonita Malacón?

 

MARISOL WENCES MINA   /

 

El 15 de diciembre de 2007, hace casi 10 años, Marisol Wences Mina entrevistó a José Dimayuga en ocasión de la publicación de su novela ¿Y qué fue de Bonita Malacón?, que ese año sacaba a la circulación la editorial Jus. Él era en ese momento director de Cultura de Acapulco. La entrevista original se publicó en La Jornada Guerrero al día siguiente.

 

 

Acapulco, 15 de diciembre de 2007. ¿Y qué fue de Bonita Malacón? , es la pregunta que los personajes de la primera novela del escritor José Dimayuga, tratan de responderle a un joven que hace su tesis. La novela, editado por Jus este año, está recién publicada.

¿Y qué fue de Bonita?, tratan de resolver los entrevistados en una obra rica en habla coloquial, en diálogos, voces descriptivas, imágenes de una carga visual constante.

Dimayuga es originario de Tierra Colorada, Guerrero. Desde los 11 años salió de su hogar hacia la Ciudad de México para estudiar allá la secundaria, preparatoria y licenciatura. Hasta antes de la publicación de esta novela, su obra había sido principalmente dramatúrgica.

 -¿Ha sido difícil la transición de la dramaturgia hacia la narrativa?

-De hecho yo soy lector voraz de novelas y siempre quise escribirlas. La dramaturgia se dio por casualidad: estaba seguro de que estaba escribiendo una novela dialogada, y de repente veía que no había posibilidad de hablar en tercera persona, y que se tenían que hacer acotaciones. Vi entonces que era una obra de teatros y pegó, así nació Afectuosamente su comadre, y dejé de insistir con la novela. Dije ‘debo hacerle caso a esta voz’. Desde entonces he hecho teatro.

“Pero también dije que tenía que hacer una novela. ¿Y qué fue de Bonita Malacón? la escribí antes de cumplir los 40 años, pero hasta ahora la publiqué. Eran 240 cuartillas y le edité a lo largo de este tiempo. Incluso hay un capítulo en el que se habla del episodio en un yate (contado por Dora Cienfuegos), que agregué hace dos años. ¡Qué bueno que la publiqué ahorita!, si no, seguiría quitándole  y poniéndole”, expresó sonriente Dimayuga.

-En tu novela se observa una relación estrecha con la dramaturgia porque todos los personajes hablan con su propia voz. Es una novela, pero siempre es más la voz del personaje que la narración en sí.

-Aquí la realidad es la protagonista de la novela. Uno platica de esa manera, y creo que además la realidad es así. Eso (la oralidad) se lo debo a la dramaturgia: que los parlamentos de los personajes te den el ambiente, el diálogo configure al personaje: por eso yo pienso que la dramaturgia no debería tener acotaciones.

“Me gusta mucho (la novela), siempre pienso por imágenes y eso quiero que el lector lo sienta, pero sin ser tan obvia la ambientación. Creo que le debo eso a mi afición por el cine y video”.

-Bonita Malacón  remite a tu obra La última Pasión de Antonio Garbo; se siente esa presencia dentro de la novela.

-Es que luego aparecen otras de tus obras que resultan ser algo así como parientes, que toman prestado algo de aquellas. Ésta la hice antes de La última Pasión de Antonio Garbo.

 -En Bonita hay una presencia muy fuerte del habla coloquial…

 -Me encanta el habla coloquial, que se oiga, y que el habla sea muy rico, muy sabroso, como una plática de calle, como un chisme bien contado. Esa es la literatura, un chisme bien contado. Me encanta la cultura popular; de hecho las referencias del cine que hay en mi obra son de cine popular, no de cine de arte, sino de luchadores, por ejemplo. El habla es como muy de mi pueblo

-¿Hay entonces una nostalgia por tus raíces, por tu lugar de origen?

– Así es, de hecho la geografía es de mi pueblo, los lugares existen.

En la novela menciona lugares como El Reparo, Ladrilleras, Agua Zarca. Sobre la riqueza del habla de los pueblos, de la gente común, rica en regionalismos, resaltó que “incluso mi editora le mandó un ejemplar a su madre en Venezuela y le gustó mucho. Aunque quizás no sabía en sí el significado de los regionalismo, los entendía por el contexto”.

-¿Ese es el reto del habla coloquial: que no sea localista sino que se pueda entender a la vez universalmente no?

-Claro. Hay una elaboración al escribir. Es como cuando se entrevista a alguien, tienes que editar y quitar, pero conservando las inflexiones, los tonos.  Hay gente que dice ‘es muy fácil escribir’, y qué bueno, eso me gusta que digan.

-Pero no es fácil

-No, claro, aquí (en la novela), es todo inventado, pero hay que lograr que parezca real. El reto es que el lector parezca estar viendo al personaje, que el lector entre en ese chisme, sea testigo de ese chisme.

-Respecto a la edición de tu novela ¿cómo fue que se gestó?

-Primero, yo se la di a leer a mi amigo José Joaquín Blanco. Me escribió un correo muy padre, y dije que sí, está bonita (la novela). Yo creo que todos los que escribimos somos un poquito inseguros.

“Una vez que fui al DF de entrada por salida, pasé por la editorial Jus. Entré y le dije a alguien que estaba allí ‘¿oiga yo escribo; puedo hablar con alguien’, y me dijeron ‘sí pásele’. Me atendieron muy bien, dejé un ejemplar y lo olvidé. Como a los tres meses me hablaron y me dijeron que les había gustado, que llevara mi currículum y fue así que se publicó en Jus, que ya tiene 40 años como editorial”

“Actualmente estoy trabajando en una novelita negra, espero terminarla en un año, aunque a veces puede pasar más tiempo. Pero el escribir es de mucha disciplina porque ahorita estoy en la Dirección de Cultura de Acapulco y tengo que ver esa parte. Agradezco a Dios por esta tarea”

-¿Crees en Dios?

-Yo agradezco todas las noches por los regalos que me da Dios, y por este talento que me dio de inventar y contar historias, Habría que creer en él.

-Además es la más grande fuerza creadora, ¿no crees?

-Por supuesto, es el autor número uno y de alguna manera es un coleguita –expresó en una risa sabrosa, de complicidad y a la vez humilde-. Tengo que agradecerle de alguna manera. Y a la vez a los personajes que inventan a su mundo, como en Bonita, y es como una cadenita que nos vincula mediante la imaginación. Pero no soy religioso, soy más bien muy espiritual.

-¿Cuáles son tus temas, sobre lo que escribes?

-Lo que me pasó con Bonita es que no sabía  qué quería decir. Sólo lo sé cuando otros escriben sobre mi obra, es cuando digo “ay, qué bonito, eso quise escribir”. De Bonita alguien dijo que es una fábula sobre el amor, y dije sí, que bien, hice una fábula sobre el amor. Creo que el lector dirá cuáles son mis temas, o qué quise decir con Bonita.

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