ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 30 de marzo de 2021.
De un momento a otro, parece que el PRI ya decidió quedarse con todas las canicas e imponer en la candidatura de la alianza PRI-PRD en Acapulco al priista Ricardo Taja.
Ese es el mensaje que la cúpula mandó el sábado, con apenas alguna discordancia, cuando en la sede del tricolor, por la tarde, una multitud de personas que no guardaron la sana distancia ni les importó estar en plena pandemia para aglomerarse como lo hicieron, festejaba que por la mañana, Taja se había registrado como candidato de ese partido.
Ahí estuvieron los representantes de las principales fuerzas políticas en el PRI, encabezadas por el diputado federal René Juárez Cisneros y el senador Manuel Añorve Baños, así como regidores, aspirantes o candidatos… con un solitario gran ausente: el candidato a gobernador Mario Moreno Arcos.
La movilización del sábado reflejó lo que siempre ha sido el PRI, con urvans por todas las calles aledañas a la sede, con gente traída desde las colonias, con bandas musicales, con zanqueros, con porras debidamente entrenadas. Era el PRI de los viejos tiempos, con un mismo mensaje de siempre: el poder no se comparte, se arrebata.
El problema, sin embargo, es que hay un problema. En esta ocasión el PRI no va solo en la competencia. Le acompaña un aliado incómodo: su adversario histórico, el PRD, justamente el partido al que tradicionalmente despojó en uno y otro fraude o agandalle a través de su historia común.
En Acapulco, los perredistas ven con preocupación los movimientos de su aliado. Apostaron todo en esa alianza, y parece que lo van perdiendo todo. Ya el PRI se quedó con la candidatura al gobierno estatal y en Chilpancingo, se apresta a dejar que un perredista encabece, pero registrándolo como candidato suyo y no del PRD, lo que implica arrebatarle al sol azteca no la candidatura, sino la numeralia de los votos. Y en Acapulco, la segunda posición en importancia después de la gubernatura, parecen estar dispuestos a arrebatarla a los amarillos.
En el puerto Víctor Aguirre Alcaide se esforzó desde el principio, primero para que su partido lo postulara candidato, y ahora para representar a la alianza. Hizo acuerdos con grupos, revivió el espíritu perredista, tendió lazos hacia Morena para atraer a los inconformes. Mientras tanto, Taja ni siquiera se inscribía como aspirante en el PRI, no hizo ningún trabajo previo, y siempre se presentó como aspirante ciudadano, hasta que el tricolor lo cobijó, justamente el sábado.
El problema de que el tricolor se niegue a soltar Acapulco es que les está mandando el mensaje a sus compañeros de que no tuvo para ellos ningún sentido hacer esa alianza, si los priistas se iban a quedar con todo y solo les dejarían las migajas. Esas migajas, valga decirlo, el PRD podría haberlas recolectado solo, sin tener que juntarse con su adversario histórico.
Pero quien esté tejiendo esta estrategia está a punto de equivocarse. El primer afectado será su candidato a gobernador. Mario Moreno está compitiendo para ganar en una batalla en la que todo parece perdido de antemano, con un adversario morenista que se crece al castigo. Sin embargo, la posibilidad de ganar, que es la apuesta del candidato, se ve como una pequeña rendija, y ya se sabe que por una rendija entra el aire y puede apagar la vela. Es decir que si Mario Moreno aspira a ganar debe cuidar todos los escenarios, y garantizar que el candidato en Acapulco salga sin generar fracturas. Ni una mínima fractura; pues no compite contra un candidato caído.
Mario Moreno parece haber comprendido que el equilibrio y la unidad pasan por reconocer en el PRD a un aliado y no a un vasallo. Aunque el síndico con licencia Javier Solorio se sumó al PRI, Ricardo Taja no es ninguna garantía de atraer a morenistas inconformes, como sí lo es Víctor Aguirre. El primero ha sido perredista y ligado después al senador Manuel Añorve en su paso al PRI; el segundo ha sido perredista toda su vida, ligado a Andrés Manuel López Obrador inclusive en 2018 cuando su partido se fue a apoyar a Anaya y él llamó a votar por la 4T dentro del PRD. ¿Quién atrae más a los morenistas? Y a los perredistas, ¿quién los mantiene cohesionados?
La ruptura con el PRD es un escenario que nadie debería desdeñar. En la campaña de Mario Moreno podría significar, estiman los priistas, apenas unos pocos puntos, casi nada. Pero en una competencia en la que el candidato necesita sumar todos los “casi nada” posibles, ese “casi nada” puede ser demasiado.
La imposición de Ricardo Taja en la candidatura para la alcaldía podría fracturar la alianza PRI-PRD. Incluso si el PRI le apuesta no a ganar la gubernatura sino solo algunos distritos y alcaldías, de todas maneras es una apuesta arriesgada, porque Acapulco representa un tercio de la votación, y quien jala a los distritos es justamente el candidato a gobernador. Si el candidato a gobernador juega a no ganar, los distritos tampoco se ganarán. La ecuación es simple: para todo, Mario Moreno -y con ello el priismo- necesita del PRD, y lo necesita en Acapulco. La soberbia, la historia lo ha demostrado, no ha sido garantía de triunfo para el tricolor.