ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Cuando Víctor Aguirre Alcaide se separó de la Secretaría de Desarrollo Social en el municipio de Acapulco -final precedido por una especie de ruptura previa, que no había llegado, aunque a punto estuvo, a la previsible renuncia-, hubo una versión que en forma de pregunta recorrió los corrillos políticos del municipio: “¿Víctor Aguirre quiere ser candidato para la alcaldía?”
Era una idea que empezaba a manejarse, pero aún no se le veía forma. Aguirre Alcaide era para esos momentos un personaje extraño para muchos acapulqueños: después de ser diputado federal por Tlapa, después de haber comenzado su vida política en Chilpancingo, al lado de Armando Chavarría Barrera, y de ser ampliamente conocido en aquellas dos regiones, la Centro y la Montaña, de pronto, un día, decidió que quería ser candidato a diputado federal por Acapulco, en el distrito suburbano.
Lo menos que se pensó es que no de darían los números, precisamente por no ser acapulqueño, pero ahí vino el primer susto, pues el ex diputado por La Montaña amagó muy bien con ser diputado por Acapulco. Luego vino el trabajo en el gobierno municipal que devino en ruptura al poco tiempo.
Con esos antecedentes, Víctor Aguirre pasó de la pregunta de si quería gobernar el municipio, a la afirmación: sí quería hacerlo, y ya trabajaba para ello.
Un punto importante es que su lado más flaco se convirtió de pronto, en una fortaleza: pocos sabían que, en realidad, aunque había representado a La Montaña, Aguirre Alcaide era un acapulqueño nacido y crecido en las calles de este puerto. Su madre es originaria de Tlapa, por eso con el tiempo fue a vivir a aquella ciudad, y su padre es originario de Renacimiento, donde él nació y corrió chirundo en sus tiempos de niñez.
En el anecdotario queda que una ocasión, siendo secretario de Desarrollo Social, se reunió con empresarios acapulqueños que por alguna razón -quizá buscando sorprender al montañés- hablaron de lo importante que es que el puerto sea gobernado por un acapulqueño, luego de que ha habido alcaldes originarios de Jalisco, de la Tierra Caliente, de Chilpancingo y de otros lugares, y aspira algún coahuilense o un michoacano, y el entonces funcionario les respondió contándoles detalles que ni los mismos empresarios sabían sobre la problemática que él había conocido desde niño en el puerto.
Lo cierto es que, en la búsqueda de la candidatura por Acapulco a través del PRD, y por consiguiente de la Coalición Por México al Frente, Aguirre Alcaide ha transitado por el lado difícil. Tal vez porque inicialmente nadie le prestaba atención, sobre todo al medirlo con los pesos pesados que estaban entonces, como el alcalde Evodio Velázquez por la reelección, el dirigente de Grupo Guerrero, David Jiménez Rumbo, o incluso el ex gobernador Ángel Aguirre, que ahora se ha definido por el distrito 8 de Ometepec, nadie tampoco se le puso enfrente.
La semana pasada, el alcalde Evodio Velázquez tuvo un encuentro público con los siete aspirantes a la candidatura porteña de la Coalición: David Jiménez Rumbo, Ilich Augusto Lozano, Francisco Torres Miranda, Ramón Almonte Borja, Joaquín Badillo, Alejandro Martínez Sidney y Enrique Castro Soto, que, sumados a él mismo, pondría en la misma imagen a ocho aspirantes posibles para la candidatura.
Estaban todos, excepto dos: Víctor Aguirre Alcaide, del PRD, y Ricardo Mejía, de MC. Al excluirlos de la foto oficial, el alcalde manda dos mensajes: el de MC no es bien visto por los ataques constantes de ese partido contra su administración; pero el otro mensaje, el más significativo, es que Aguirre Alcaide no fue invitado porque, realmente, él es el adversario a vencer.
Y entonces salta una de las cosas curiosas de la política, porque de haber empezado de cero, en este momento Víctor Aguirre ha crecido a tal punto que sus adversarios lo ven como un peligro. De 11 corrientes que hay en el PRD, a él lo apoyan siete: las cuatro restantes son Grupo Guerrero, que va con Jiménez Rumbo; MAS, con Paco Torres; Coduc con Ilich Lozano, y Nueva Mayoría, del alcalde.
Dado que cada una tiene su candidato, es cuestión de esperar a que se dividan.
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