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El desdén a Evodio Velázquez

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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO   /

 

Como incidente, el desdén que desde el gobierno federal se hizo al alcalde de Acapulco al ubicarlo en segunda fila, alejado del presidente Enrique Peña Nieto, durante un evento que este encabezó, ya quedó para la historia.

En solo un día, ese hecho ha despertado muchas más pasiones de las que se pudiera esperar, y es notable que haya incluso personajes con clara animadversión hacia el alcalde que protestaron enérgicamente a través de sus redes sociales, e incluso hayan señalado sin medias tintas que el agravio al presidente municipal lo es para todos los acapulqueños, a los cuales él representa.

Es destacable también, y lamentable, que en medio de las protestas algunos hayan despotricado contra el comediante El Costeño, Javier Carranza, porque él sí fue ubicado en primera fila, como si él fuera responsable del desaguisado, cuando no es así. Javier Carranza se sentó donde le dijeron, y punto.

A la par, se han desatado memes y comentarios contra el edil, que tienen más que ver con una animadversión hacia él, que al análisis del hecho ocurrido en la inauguración del Macrotúnel.

Pero el tema de lo que ocurrió el lunes tiene muchas lecturas, que se tratarán de analizar aquí.

UNO. La visita del presidente de la República siempre está envuelta en un protocolo. Desde uno o dos días antes, el sitio que va a visitar es prácticamente tomado por elementos del Estado Mayor Presidencial, que controla absolutamente todo. Por ello no existe la posibilidad de un descuido, y sí la certeza de un acto intencional, en la decisión de colocar al alcalde en segunda fila. ¿Una decisión del Presidente? ¿Una decisión para decir qué?

DOS. El alcalde del municipio representa a los acapulqueños, como el gobernador a todos los guerrerenses, y el Presidente a todos los mexicanos, los que votaron por ellos y los que no. Su actuación en los actos oficiales entre niveles de gobierno está regido por un protocolo que no solo tiene que ver con aspectos administrativos, sino políticos. Los tres titulares del Ejecutivo tienen una representación constitucional y ninguno es subordinado de otro, aunque sus funciones sean diferentes. El guiño, o el desaguisado, invariablemente se debe leer en clave política.

TRES. La relación entre ellos es institucional, pero el tono en que se realiza siempre tiene un mensaje político. Es el mensaje del poder. Si hay buena relación se ve en los gestos y actitudes, lo mismo que si no la hay, y entre mayor es el nivel del poder, se entiende que hay mayor obligación de cuidar los protocolos. Los desdenes siempre indican algo, por lo general, sugieren un ataque desde el mayor poder hacia el menor. El desdén del presidente puede verse como amenaza. Por ejemplo, gobernadores o funcionarios de alto rango (por lo general priistas), han caído en prisión después de un desdén presidencial.

En el caso de Acapulco, ha habido antes algunos leves rompimientos de protocolo entre el Presidente de la República y el alcalde en turno. Uno lo protagonizó el entonces perredista Alberto López Rosas cuando era diputado federal y se enfrentó a Ernesto Zedillo en ocasión de los daños causados por el huracán Paulina, en la sala de Cabildos del Ayuntamiento; y el otro, él mismo, cuando era presidente municipal, y rechazó reunirse con Vicente Fox, quien inauguraba el Tianguis Turístico en el Centro Acapulco, en los momentos en que promovía el desafuero del entonces jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador, y el edil optó por participar en un mitin afuera del CIA.

Otro caso lo protagonizó Zeferino Torreblanca, a quien le pasó con Ernesto Zedillo algo parecido a lo de Evodio Velázquez. Resulta que el mandatario federal realizó una gira por Acapulco y al entonces alcalde no se le avisó con tiempo, y cuando le dijeron ya era tarde. Zeferino fue, pero llegó tarde y ya no pudo estar presente en el acto oficial. Era uno de sus primeros actos tras haber derrotado al PRI por primera vez.

El caso del desdén a Evodio Velázquez viene precedido por un embate desde el Partido Revolucionario Institucional (PRI), primero en el municipio y luego en el estado, y de la fracción parlamentaria de ese partido en el Congreso local. Los embates han sido tantos y tan constantes, que orillaron al edil a pedir ayuda, y el presidente del Consejo Nacional del PRD, Ángel Ávila, tuvo que venir a Acapulco y decir que atrás de los ataques está el gobernador Héctor Astudillo porque los priistas, expertos en la disciplina, no se mueven si no les da línea el líder político, y este es el gobernador, dijo.

Luego vino el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, quien también pidió a los priistas dejar las descalificaciones y ponerse a trabajar. Si el desdén presidencial es una respuesta a estos apoyos nacionales, sería muy lamentable para todos, porque en principio, no están en el mismo nivel, él, Mancera y Ávila. El Presidente tiene una investidura que no debería desdibujarse en pleitos de patria chica.

Otro contexto en que ocurre la distancia entre los gobiernos priistas y el perredista de Acapulco, es la cercanía del proceso electoral, que comenzará oficialmente por septiembre de este año. El alcalde, como se dice en los corrillos, podría presentarse a buscar la reelección, o buscar una senaduría. La interrogante es si está todo este tema como telón de fondo. Si lo fuera, sería una estrategia fallida: ya demostró López Obrador cuando el desafuero, cómo el contrincante menor eleva su estatura ante un ataque de este tipo.

Lo cierto es que más allá del incidente, y de sus posibles causas, es justificado el reclamo de acapulqueños –perredistas o no- en el sentido de que el agravio al presidente municipal, al provenir en este caso del gobierno federal, es un agravio a todos los gobernados; y es válido asumir que en este caso hubo falta de oficio político por el Ejecutivo federal, no así por el municipal, quien aguantó con estoicismo y hasta aplaudió a Peña Nieto, como bien lo muestran algunas fotografías.

En realidad, el desdén hacia el alcalde solo polarizó el ambiente político en Acapulco. Y no era necesario. No en estos tiempos que reclaman unidad e institucionalidad.

 

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