JOSÉ LUQUE /
Los días que han seguido al primero de julio han sido intensos para el ganador de las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su equipo, una de las múltiples razones que han abonado a esta frenética actividad son los diversos frentes dejados por el actual presidente Enrique Peña Nieto, entre ellos destacan nítidamente dos: el de las relaciones exteriores fundamentalmente relacionado con el gobierno de Trump en los Estados Unidos y los temas de migración y la renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC); y el de la reconstrucción del Estado y la sociedad civil en México, canibalizadas ambas por la implementación de políticas neoliberales rapiñeras cimentadas en la corrupción y la impunidad que permitieron el despliegue y accionar del crimen organizado en todo el territorio nacional.
Sin embargo, Peña Nieto no es el único responsable político de todo este desbarajuste institucional y político, en su edificación contribuyeron otros presidentes como Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes no escatimaron esfuerzos en hacer de México un país ensangrentado, desigual, saqueado, corrupto y empobrecido a nivel interno mientras que en el ámbito externo perdió protagonismo y peso diplomático y en el mejor de los casos se transformó en el guardián sin piedad de la frontera sur. Lo cierto es que los presidentes del ciclo neoliberal entregan deplorables cuentas y la élite asociada a ellos no entiende aún que se les acabó la fiesta y un nuevo ciclo está por empezar.
Hasta el momento las cosas pintan bien para el futuro gobierno electo, las personas propuestas presentadas para ocupar las secretarias de estado y posiciones en instituciones públicas han sido recibidas bien por la opinión pública salvo por el caso de Manuel Bartlett, un viejo cuadro político vinculado con las elecciones de 1988 en donde al parecer su trabajo fue fundamental para garantizar la victoria de Carlos Salinas de Gortari. Una de las elecciones del equipo de trabajo que ha tenido una importante presencia en la opinión pública debido a sus accionar es la de Marcelo Ebrard, futuro Secretario de Relaciones Exteriores de México, sus retos básicos fueron dos: en primer lugar, sumarse a las negociaciones del Tratado de Libre Comercio para acompañar a los representantes de un gobierno desgastado, agonizante y sin ideas; y, en segundo lugar, el de ir tejiendo las bases de la identidad diplomática del futuro gobierno frente en el concierto internacional. En ambos casos las cosas le salieron bien y hoy en día por primera vez México tiene voceros, ideas y propuestas que han sido reconocidas por los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y Centroamérica.
El mes de julio acaba bien para los nuevos protagonistas del poder político en México, el estilo sencillo de Andrés Manuel López Obrador se ha impuesto rápidamente ante los ojos de los mexicanos y mexicanas, su popularidad y sus propuestas de reducir los salarios de la alta burocracia han sido recibidas con aplausos, es curiosa la paradoja política que vivimos en este gran país, la certidumbre política no está viniendo del actual gobierno, viene de un actor político y de su equipo que pese a no tener ni siquiera la constancia de presidente electo cuenta con una insuperable legitimidad. En México hoy en día la esperanza tiene pies y camina entre sus ciudadanos, se acabó un ciclo e inicia otro en donde los ex presidentes ya no tendrán sus onerosas jubilaciones, ni los partidos políticos tradicionales sus excesivos recursos públicos y por ello la gente de a pie está muy contenta por esas medidas propuestas. Por ahora el síndrome AMLO se sigue desplegando con fuerza.
Ciudad de México, 28 de julio de 2018.