ROGELIO HERNÁNDEZ LÓPEZ /
No es mera coincidencia. En los meses recientes he oído con demasiada frecuencia que para contratar periodistas en redacciones de periodismo convencional se pone otra condición: que sepan contar historias con ángulos distintos a la nota dura, al boletín. Esta es la exigencia más nueva en México que enriquece las tres necesidades más sentidas para la permanencia del buen periodismo: seguridad, libertad y profesionalismo. Para esto último se buscan narradoras y narradores.
Explico esos tres temas para la gente poco familiarizada de las pláticas y preocupaciones que se intercambian entre ciertos periodistas, quienes reivindican en la práctica el reporterismo.
UNA. Entre periodistas necesitamos alejar el miedo para poder informar bien lo que sea del interés general. Desde 2010 se desató un cruento periodo de agresiones, sobre todo a reporteros. Todavía no vemos acciones efectivas, de Estado o de otra índole, que puedan garantizarnos seguridad y fortalezas suficientes para ejercer.
DOS. La función social de informar profesionalmente, como profesión liberal que es, requiere de amplios márgenes de autonomía. La esencia del periodista es informar y por eso requiere libertad para para observar, recoger información, analizar, contrastar, contextualizar, convertirla en noticia y presentar sin más impedimentos que la veracidad, la sinceridad, sin distorsionar ni mentir deliberadamente.
TRES. El profesionalismo, tiene una exigencia permanente: elevar la eficacia y calidad en el trabajo, esa necesidad se tornó en reto por la presencia en internet de lo que algunos analistas llaman periodismo ciudadano (activistas políticos e informadores falsarios).
Narradores para la etapa profesionalista
En este reto de rescatar lo esencial del periodismo, que es informar profesionalmente, a aumenta la búsqueda de habilidades que enriquezcan el perfil profesional de quienes hacen reporterismo. Crece la demanda de mujeres y hombres que sepan contar historias redondas con formas diferentes a lo convencional, que tengan ver más a fondo cada hecho, fenómeno o dichos y que, describan con sencillez y precisión. Periodistas que sepan narrar, pues.
Pero otro problema del periodismo en México es la escasez de colegas con este perfil. En el origen están las debilidades en la formación académica, luego en las malas prácticas de ser mecanógrafos de dichos o volteadores de boletines o exagerar noticias por la presión de hacer muchos contenidos. Poco ha cambiado desde 1982 cuando el columnista Manuel Buendía resumió que el periodismo mexicano padecía de tres grandes males: impunidad, solemnidad y mediocridad.
La preocupación por que existan más y mejores narradores no es privativa de México, aunque aquí parece haber muchos menos cronistas que en otros países, proporcionalmente dicho.
Cuatro visiones
En estos días, repito, he visto y oído con mayor frecuencia la reiteración de este requisito. Para quienes se interesen comparto cuatro ejemplos donde se argumenta mejor que este reportero tal necesidad.
En la revista Nexos se puede leer La narración es la madre del periodismo, una especie de entrevista colectiva con ya legendario cronista e investigador del periodismo estadunidense Jon Lee Anderson (http://www.nexos.com.mx/?p=15595)
“Una cosa es el periodismo del boletín informativo que resume, plasma y entrega la noticia al público sin necesidad de mayor arte, hecho por un tuitero, un bloguero, un redactor en un diario, un radioperiodista o alguien en la televisión.
“El periodismo narrativo, sin embargo, es como la Madre Patria de la comunicación. Para mí hay un vínculo directo entre el periodismo narrativo y las tradiciones orales de las tribus donde los viejos chamanes durante tres días y tres noches contaban —o cuentan algunos todavía— la historia oral, los mitos de creación a los jóvenes. Es como contar un cuento.
Digo que es la Madre Patria de la comunicación en el sentido de que una historia bien contada tiene una función: establecer una pauta, captar una realidad supuesta en el mejor de los casos con imparcialidad o una intención al menos honesta. Recoger, plasmar y compartir una historia verdadera sobre nuestra realidad con los demás. En su esencia no es más que querer explicar el mundo a los demás; quizá una partecita, una parcela de esa cosa compleja que es el universo”.
Otra visión es del profesor de Literatura latinoamericana en la Facultad de Filosofía de la UNAM. El Ensayista y cronista hace una amplia explicación de lo que ha sido la crónica en la historia de América Latina para derivar que, en los tiempos modernos se hace necesaria la narración entre los periodistas. “Es la era del testimonio” dice.
“(…) es necesario revisar el estatus narrativo de la crónica, su problematización como género de la narración artística ligado a determinadas perspectivas históricas y a ciertos usos de la memoria y del periodismo. “(…) Se dice que vivimos en la era del testimonio: “narrativas de la globalización” que, como afirma Jean Franco, son también “medios de registrar el trauma de la subjetividad dentro de la globalización, un trauma que sufre sobre todo el cuerpo de las mujeres, las mujeres víctimas del asesino en serie, las mujeres y los niños cuyos cuerpos se utilizan para trasplantes, las muchachas en el comercio sexual en Centroamérica y las maquiladoras asesinadas cuyos cuerpos aparecen en el desierto en las cercanías de Juárez”.
(http://semanal.jornada.com.mx/2017/03/17/la-cronica-el-arte-de-narrar-la-historia-6557.html)
Una visión más es de Gloria Serrano Periodista mexicana en Madrid, Máster en Gestión de Políticas y Proyectos Culturales (Universidad de Zaragoza) quien titula su ensayo volver al periodismo. Allí sostiene un sentido relato de cómo observar para poder decir contra una especie de “confusión voluntaria de oficios (en la que), contratan periodistas cuando en realidad lo que buscan son mecanógrafos. y concluye que “saber mirar y saber decir” son los principales retos del periodismo que aspira a no quedarse en el olvido, que intenta contar algo más que una simple historia. (http://www.zgrados.com/volver-al-periodismo/).
El cuatro ejemplo que expongo es práctico, de cómo hacer periodismo con historias bien contadas de lo cotidiano. Eso es lo que hace semanalmente la periodista Elizabeth Palacios como editora de la Revista Cambio desde que comenzó su reorientación hace meses. Hay que leerla los lunes, en línea e impresa. En poco tiempo se perfila como una publicación copada de periodistas jóvenes ya bien desarrollados en la narrativa, algunos de ellos son parte de la misma corriente entreverada en portales como Emequis, Sin Embargo, La Silla Rota, Animal Político, Aristegui Noticias y el de la Red de Periodistas de a pie que repercuten allí lo que producen en otros medios.
Y sí, está claro que la sobrevivencia del periodismo esencial tendrá como factor a narradoras y narradores que sepan contar historias pero reales.