* La activista indígena y miembro del Foro Permanente de la ONU, sostuvo que la impunidad es mayor cuando las víctimas son indígenas
VERÓNICA CASTREJÓN ROMAN/
Acapulco, 02 de marzo de 2020. Los feminicidios y las agresiones contra las mujeres, así como la proclividad de los jóvenes a la violencia, deben verse como un problema de salud pública porque atentan contra la vida de todo el mundo, advirtió la activista quechua y defensora de los derechos de los pueblos indígenas, Tarcila Rivera Zea.
Entrevistada al final del encuentro que sostuvo con la alcaldesa, Adela Román Ocampo, funcionarias y representantes populares de Acapulco, la integrante del Foro Permanente de la ONU para Asuntos Indígenas denunció que la impunidad persiste y que en los casos de violencia contra las mujeres, es mayor cuando se trata de mujeres de extracción indígena, “que no son visibles en las ciudades”.
La activista peruana, desde su condición de mujer indígena señaló: “Todavía estamos invisibles en las estadísticas, en los programas y en las oportunidades”; y reclamó espacios en los mecanismos para la mujer que existen en cada país, “espacios con presupuestos y programas concretos para las mujeres indígenas”, especificó.
Rivera Zea lamentó la crueldad con las que son asesinadas las mujeres; comentó que desde foros globales y del sistema de las Naciones Unidas han hecho llamados para que los gobiernos asuman su responsabilidad; “son impunes porque el Estado o los mecanismos del Estado no tienen la capacidad para ejercer justicia. Los estados tienen la obligación de escucharnos y nosotras, como mujeres de la sociedad organizada, debemos participar”.
Reclamó a los gobiernos del mundo la falta de políticas públicas en los que la toma de decisiones contemple también a las mujeres indígenas; sostuvo que en el proceso de la búsqueda de soluciones de la violencia se debe ir a las causas: “¿qué deterioro estamos teniendo como sociedad, qué conflictos y desequilibrios hay en las familias, qué está pasando con nuestras parejas y con nosotras mismas?”, cuestionó.
Rivera Zea sostuvo que las raíces del problema se encuentran en las carencias de oportunidades, la pobreza estructural, el racismo y la exclusión; “no es solo ver que murió una mujer y al asesino le dan años de cárcel; hay que mirar qué está pasando con el entorno de las familias donde están creciendo personas proclives a la violencia”.
“Tenemos que mirar qué está pasando -reiteró-, para que las que no han muerto puedan decir, ¡basta!, porque, ¿cómo es posible que cada día haya mujeres que mueren, que desaparecen y luego las hallan descuartizadas por sus mismas parejas, o que son quemadas y que no tengamos respuestas”, reprochó.
“¿Cómo es posible -increpó la activista-, que no sepamos que hay autoridades que están haciendo esfuerzos para erradicar, o por lo menos para esclarecer o por lo menos para encontrar culpables; cómo es posible que no podamos recibir la noticia de que bajó el feminicidio?, ¿cómo pasamos a esto?, ¿cómo hacemos para visibilizarnos?”, se cuestionó.
Informó que para encontrar las respuestas ya trabajan juntas parlamentarias indígenas, activistas de derechos de las mujeres indígenas y abogadas.