ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
La semana que acaba de pasar ha sido significativa para el gremio periodístico en Guerrero. No solo fue un momento intenso en cuanto a agresiones, que se sumaron al menos tres en ese período, una en la Tierra Caliente, otra en la Costa Chica y otra en Acapulco, sino también por el caso emblemático que protagonizaron el corresponsal de La Jornada y reportero de La Jornada Guerrero, Héctor Briseño, y trabajadores del Issste.
Para quienes no se enteraron: Briseño –quien cubre la fuente de salud en La Jornada Guerrero– llegó hasta la delegación del Issste en el Centro de Congresos Copacabana, para darle seguimiento a una denuncia de acoso sexual que una trabajadora formuló contra un dirigente sindical de ese instituto. Los trabajadores andaban en celebración cuando llegó el reportero. Según publicaron después en cuentas de Facebook –una, pero no la única, es de Elba Benítez; otra es de Chu Lin- el reportero iba “hediondo y sudado”.
En una conferencia de prensa posterior, la delegada sindical Elia Carolina Muñoz Sánchez, reiteró la explicación de la agresión: “iba completamente sudado”, dijo del reportero, y el dirigente sindical Rogelio Rivera Mora trató de minimizar los hechos alegando que solo había habido un intercambio de palabras porque el reportero no se identificó.
Un día después, cuando reporteros protestaron en la sede de la delegación, cambiaron de actitud y ofrecieron disculpas, las que le darían personalmente donde y cuando él quisiera, e incluso ofrecieron llevar a los responsables directos de la agresión. También de parte de las autoridades hubo una actitud similar. Mario Moreno Arcos, el delegado, si bien eludió encontrarse con los reporteros alegando una supuesta entrevista con el director general del Issste en esos momentos, emitió un comunicado después con la misma postura.
En teoría, ahí quedó el asunto. Sin embargo, el incidente va más allá: evidencia un terrible problema de violación constante a los derechos humanos de las personas, como norma de conducta de los trabajadores del Issste. Obviamente, esto tiene repercusión en el servicio que prestan a los derechohabientes, lo cual es muy delicado, tratándose de una institución dedicada al servicio de las personas.
Las alusiones al aspecto personal del reportero (“hediondo y sudado”, dice Elba Benítez en Facebook; “completamente sudado”, diría Carolina Muñoz en conferencia de prensa), muestran el nivel de discriminación de estos trabajadores hacia personas que, como seres humanos, sudan, tienen olores corporales o, simplemente, ellos sí trabajan. “Por eso los matan”, concluyó Elba Benítez, “por chismosos”.
No es el único caso, y por eso hay que mantener el dedo en el renglón. Hace unos dos años, el fotógrafo Javier Verdín también fue agredido en el Issste, cuando haciéndose eco de una denuncia de derechohabientes, tomaba fotografías desde la calle de las instalaciones del hospital en Ruiz Cortines. Esa vez fue un guardia de seguridad quien lo atacó y utilizó la misma frase de Elba Benítez: “por eso los matan”, le dijo.
Entonces como ahora, las autoridades ofrecieron que investigarían y no investigaron nada. Llama la atención la facilidad con que se pronuncian en el Issste por parte de los trabajadores las amenazas de muerte.
Por otro lado, hay un dato que no se conocía: el día en que Héctor Briseño fue a la delegación siguiendo el caso de una mujer que había denunciado acoso sexual, esta acababa de ser víctima de otra agresión por parte de los mismos trabajadores que minutos después agredieron al reportero.
Un video muestra cómo la mujer fue expulsada por sus compañeros, a gritos de “¡Fuera, fuera!”, “¡Y mañana no entra!”, “¡Fuera, basura!”, “¡Hasta nunca!”, ¡”Fuera la basura!”, que la fueron siguiendo a través de todas la oficinas, hasta la salida. Mientras la joven caminaba estoica en medio de los gritos, los trabajadores del Issste le tomaban fotografías y videos y se burlaban de ella.
¿Es esa la clase de trabajadores que deben atender a los demás trabajadores al servicio del Estado cuando se enferman? ¿Es esta la clase de sindicalismo que el país necesita?
El ofrecimiento de Moreno Arcos de aplicar las sanciones administrativas podría quedar en un solo enunciado, dados los compromisos que suelen existir entre las autoridades y los sindicatos, pero los hechos muestran el talante de los trabajadores de una institución sensible, que debería ser de trato amable.
La falta de capacitación ya no solo en el servicio a la comunidad, sino simplemente en derechos humanos, una capacitación para evitar la discriminación, para hacerles entender los conceptos mínimos de respeto hacia las personas, es innegable y urgente.
No hay ninguna razón para que se haga linchamiento en redes contra una persona porque iba sudado, lo cual además es muestra de dos cosas sencillas: que trabaja, y que lo hace en el calor de Acapulco. Tampoco hay razón para insultos, para llamar basura a una mujer que hizo una denuncia, y el acoso por todo el tramo de las oficinas hasta la salida sin dejar de gritarle.
Algo muy grave está pasando en el Issste en Guerrero, y es posible que se trate de una situación no solo local sino de todo el país. Lo que ahora se está conociendo no es sino una pequeña muestra. Habría que ver cómo están las cosas en el área de los servicios a los enfermos.