ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
Acapulco, 14 de marzo de 2021.
La definición de la candidatura para el puerto en la coalición Va por Acapulco, conformada por el PRI y el PRD, se avizora de antología.
El choque de trenes parece inevitable: por una parte, en el tricolor, Ricardo Taja y Julieta Fernández Márquez ya se preparan para un primer encontronazo.
Pero el encuentro final, para cualquiera de los dos, estará no entre ellos, sino con el candidato del Partido de la Revolución Democrática, Víctor Aguirre Alcaide.
Lo que se está moviendo en realidad entre ambos partidos es algo que va más allá de la candidatura, aunque esto pase por la definición de quien abanderará a la coalición: lo que se juega en este lance es el futuro mismo de la coalición PRI-PRD, y la candidatura al gobierno del estado.
El tema es que priistas y perredistas hicieron sus acuerdos acerca de cuáles serán las posiciones que cada uno va a obtener de la alianza. En ese sentido, parece que en términos generales todo va bien: los distritos y la mayoría de los ayuntamientos van quedando listos.
Pero el problema que queda es doble: es la gubernatura y es el municipio de Acapulco. Aunque ahora dicen las partes que ambos temas no van ligados en los acuerdos de la alianza, sí van ligados en los asuntos reales de la campaña.
La razón es algo que se empezó a ver en los actos que ha encabezado en Acapulco el candidato a gobernador Mario Moreno Arcos: la base militante del PRD no se está acercando. Primero se pensó, en el encuentro con mujeres en el Princess, hace unos días, que se trataba de un asunto obvio, para evitar aglomeraciones en tiempos de pandemia.
Sin embargo, en los actos de este domingo el fenómeno causó cierta sorpresa: aunque las dirigencias están presentes, y los discursos apuntan a la unidad y a la fortaleza de los dos partidos, la base perredista mantiene cierta distancia. No es que esté ausente, es como si una parte importante de esta base se estuviera preparando para dar un salto.
De acuerdo con algunos informes obtenidos por esta columna, el fenómeno tiene que ver con la definición de la candidatura. Hasta ahora Víctor Aguirre ha recibido el apoyo pleno de la dirigencia estatal, de las corrientes al interior del PRD, de los diputados, hasta de la dirigencia nacional. Sin embargo, la definición sigue pendiente. Eso ha hecho que muchos liderazgos hiperlocales se mantengan a la reserva: si no terminan por estar representados, amagan con romper la alianza por la gubernatura en el ras de suelo. Lo advirtieron los transportistas en una conferencia donde el propio Aguirre estaba presente porque le estaban dando su respaldo: si no hay representación del PRD ni en el gobierno del estado ni en el municipio de Acapulco, dijeron entonces, no votaremos por los priistas.
El propio candidato Mario Moreno ha advertido lo complicado de la situación. Eso explica que ha mandado señales -para que las entienda quien tenga que entenderlo en la cúpula que toma las decisiones- en el sentido de que su preferencia en este cargo estaría con el perredista, no porque no aprecie a sus compañeros priistas, sino porque necesita guardar los equilibrios.
Curiosamente, parece ser el mismo mensaje que están mandando las cúpulas del PRD. Mientras los líderes apoyan públicamente a Mario Moreno, se acuerpan de modo inusitado con Víctor Aguirre en Acapulco. Posiblemente no haya en estos momentos otra candidatura del PRD que esté tan cobijada políticamente como la del regidor con licencia. Es como si la dirigencia del sol azteca también estuviera mandando el mensaje de que no permitirán un desequilibrio: si el PRI ya se llevó la gubernatura, al PRD le corresponde Acapulco.
Tampoco es que sea una concesión graciosa, porque lo cierto es que Víctor Aguirre ha hecho su trabajo. Ha construido desde abajo una estructura electoral sólida, ha hecho alianzas no solo con perredistas o luchadores sociales, sino también con empresarios, con inversionistas, y, cosa curiosa, se ha lanzado a romper el dique y llegarle también a los priistas, para tratar de convencerlos de sumar fuerzas a su propuesta.
Va un paso adelante de sus compañeros aliancistas porque él ya actúa como candidato, y no solo como aspirante. Eso facilita sus movimientos y va generando una bola de nieve que, a querer no, va creciendo.
Como es natural, no se sabe cuál habrá de ser el desenlace de este embrollo, hasta que las dirigencias de ambos partidos den a conocer el nombre de quien habrá de abanderar a la coalición en el puerto.
Por lo pronto los perredistas mantienen las lanzas bajo tierra, dispuestos a sacarlas si es necesario. Los priistas también están midiendo. Lo que resulte se convertirá en daño o en beneficio tanto para la campaña en Acapulco, como para la campaña por la gubernatura. La moneda, en el aire, va cayendo lenta, muy lentamente.