ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /
En la medida en que avanza 2017 y se acercan los momentos de definición política para la contienda electoral de 2018, un fenómeno va siendo cada vez más visible: hay una campaña mediática contra la figura del presidente municipal de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre.
El entorno de este golpeteo se puede medir por su origen, y por la necesidad de minar la credibilidad del alcalde, que no ocultan sus promotores, ante aparentes o reales errores de conducción política en el municipio.
La razón de esta campaña podría ubicarse en un dato bastante sencillo: el alcalde porteño, de filiación perredista, se convierte conforme pasa el tiempo en un personaje con posibilidades reales de buscar un cargo de elección popular que podría ser el de, por primera vez, reelegirse en la alcaldía; o bien una diputación local o federal.
Aunque es cierto que este golpeteo empezó al mismo tiempo que lo hizo la administración, también lo es que en los últimos tiempos ha vuelto a cobrar clara vigencia.
El año pasado, el alcalde fue sometido a una feroz embestida principalmente por los diputados del PRI, quienes lo acusaban de violar la ley al haber gestionado –y obtenido- la aprobación del Cabildo para pedir un préstamo por 158 millones de pesos a una institución bancaria.
De nada valió que el Ayuntamiento argumentara que cambios recientes en la legislación le permitían hacer esa operación siempre que no se dejara deuda a posteriores administraciones; los diputados amenazaron con llevarlo a los tribunales y meterlo a la cárcel. De la mano iban los priístas con los de Movimiento Ciudadano, como se han visto en todo este proceso. Finalmente, el edil cedió a las presiones y, sin dejar de argumentar que tenía la razón, archivó el asunto.
Pero cedió en público, porque en privado continuó el trámite que había iniciado con los promotores del préstamo, hasta que hace unos días se supo que siempre sí había adquirido la deuda; pero una vez consumado el acto, los diputados y todos los que lo cuestionaron tuvieron que aceptar que había actuado dentro de la legalidad, y solo ofrecieron que serían vigilantes de que los recursos no se desvíen.
Apenas la semana pasada, otro escándalo involucró al presidente municipal. La agencia Quadratín Guerrero publicó una fotografía, publicada previamente por un usuario anónimo que se identifica como Maquiavelo Costeño, en la que aparece el alcalde a bordo de un yate supuestamente de lujo. El propio medio dijo que su costo es de 16.5 millones de pesos, según páginas de internet especializadas en este tipo de embarcaciones.
Lo cierto que aunque la escena pretendía emular a aquella fotografía donde aparecía Raúl Salinas de Gortari en un yate de lujo de su propiedad, acompañado una mujer, son dos realidades muy distintas.
Aunque el yate de Evodio cueste 16.5 millones de pesos al tipo de cambio actual, el alcalde no lo compró; y lo más seguro es que quien lo adquirió lo haya conseguido a un precio mucho más bajo, pues la devaluación del peso al nivel en que se encuentra es asunto reciente.
En las publicaciones sobre el tema se insiste una y otra vez en dos cosas: en que el alcalde toma un recreo mientras Acapulco es la ciudad con más índices de asesinatos; y en que –una vez que se sabe que el yate no es de él, y por tanto la fuerza de la “denuncia” disminuye- debió explicar a la ciudadanía quién se lo prestó, no vaya a ser que se trate de un contratista que esté haciendo obra pública en el municipio.
Velázquez Aguirre respondió a las críticas diciendo que se trataba de un domingo, y que ese mismo día había estado trabajando, por lo que su descanso, al que insistió en que tiene derecho, fue solo la mitad de un día. Entonces lo bautizaron como #LordDescanso. Pero el tema abre otra interrogante. ¿Tiene o no tiene un gobernante derecho a descansar un rato, sin que por ello venga el caos, en su propio municipio y con su familia? Porque ese es otro detalle: lo fotografían con “una mujer”, pero nadie hace hincapié en que esa mujer no era sino su esposa Perla Edith.
El alcalde no ha dicho nada sobre quién es el propietario de la embarcación, que algunos dicen que es el notario Jorge Ochoa, y otros que “un amigo de la infancia”, y otros que, como cualquier vecino, pudo haberlo rentado por cinco mil pesos en el Club de Yates. Esa es la otra cuestión: ¿por qué tiene que informar si un amigo le presta su yate o incluso su casa por unas horas? Eso solo tendría sentido si ese amigo es un narcotraficante; pero incluso si fuera alguien que realice obras en el municipio, sería infantil creer que ese préstamo –que podría tener un valor de 5 mil pesos- sea suficiente para garantizarle impunidad para robar.
Hasta ahora Evodio Velázquez ha demostrado tener el caparazón lo suficientemente duro como para aguantar estos embates y dejar que se caigan por su propio peso, pero es claro que su administración seguirá siendo observada muy de cerca. La experiencia le debe de servir para caminar con tiento, para vigilar que su actuación esté siempre dentro de la ley como única forma de no caer.
El año que está en curso habrá de ser decisivo para cualquier cosa que venga en 2018. Evodio Velázquez ya no puede darse el lujo de seguir aprendiendo. Es el momento de demostrar todo de lo que se es capaz, y hacer un esfuerzo digno, visible, por convertir a Acapulco en el Nuevo Acapulco que prometió en campaña.