ISAAC FLORES PINEDA /
Acapulco, 13 de septiembre de 2022.
Ricardo Taja finalmente se fue del PRI. Este martes, el dos veces candidato a la alcaldía del puerto hizo oficial el deslinde, algo que era ya un secreto a voces y todo mundo sabía.
La revelación de las causas de su salida es lo más interesante de la tan anunciada salida.
Que por sus prácticas cupulares PRI ya no lo representa y el acaparamiento de cargos públicos de las familias Astudillo-Añorve-Juárez, fueron sus motivos.
Con el campo abierto como Robert Redford en África Mía, Taja se despachó a lo grande y repartió culpas y señalamientos.
Sin mencionarlos por sus nombres, el empresario y político hizo acusaciones en contra de los hombres poderosos del PRI, dejando con ello claro que se va para no volver.
Al ex gobernador Héctor Astudillo lo acusó de ayudar a sus hijos con cargos. Mencionó la entrega de una patente de una notaria pública y una diputación local, refiriéndose a la curul que ocupa Ricardo. Aunque no precisó que esta última se decidió en urnas y no fue por la vía plurinominal.
Igualmente, al senador Manuel Añorve lo acusó de colocar a su esposa Julieta Fernández Márquez en un escaño plurinonimal en el Congreso local y a su hijo Manuel Añorve Aguayo en la lista segura de candidatos a regidores del Cabildo del puerto.
Taja no se olvidó ni de los muertos. Recriminó que el extinto ex gobernador guerrerense y líder nacional del PRI, René Juárez Cisneros, logró colocar como regidor a su hijo René Juárez Albarrán.
En estos dos últimos casos se le concede razón a Taja porque fue directamente con él con quien se negociaron estos espacios por ser el candidato a la alcaldía de Acapulco.
Tampoco se olvidó del proceso interno del PRI y sus dirigentes. Al líder nacional tricolor Alejandro Moreno, Alito, lo tachó de traicionero y del actual dirigente priista estatal, Alejandro Bravo, dijo que era un empleado de la familia Astudillo y a ellos rendía cuentas y no a la militancia del PRI.
Pero como en la célebre novela de Gabriel García Marqués, todo mundo sabía que Taja ya no estaba en el PRI incluso desde antes que lo anunciara.
Sus allegados en el Cabildo renunciaron a la fracción del PRI y se hicieron independientes, mientras que en reuniones y encuentros difundidos en redes se le veía con personajes, muy cuestionados por cierto, cuya militancia priísta ya era cosa del pasado.
Aunque aseguró que lo hacía en el momento justo por no haber en puerto proceso electoral alguno, su salida no dejará de verse como oportunista por más que se aferre a la razón de sus argumentos. Para muchos, Taja se baja del árbol de manzanas cuando este ya no tiene frutos que darle.
Para nadie es un secreto que durante la administración priista pasada donde su familia fue consentida con cargos y canonjías, jamás se quejó de dedazos ni imposiciones. Claro, es difícil quejarse cuando gozas mieles del poder.
Se equivocó en los tiempos, pero no lo quiere reconocer. Los señalamientos, por más fundamentados que estén, se vuelven frágiles por el momento en el que ocurre su salida, casi al borde de la extinción del PRI.
Durante la parranda priista, donde hubo comida, vino y recursos en exceso, nunca se quejó y de pronto cuando se apagó la música y el presupuesto escaseó, comenzó a encontrar todos los defectos de su partido.
De lo que no se dio cuenta Ricardo Taja es que él no se salió del PRI, el PRI lo sacó. En el PRI dejaron de necesitarlo los que toman las decisiones, quienes aprovecharon el informe de un alcalde priísta de la Costa Grande para mandarle un mensaje siciliano en forma de fotografía. Unidad, Lealtad y Compromiso, escribió alguien que entendió el cable encriptado.