*Es hora de que las autoridades reevalúen su estrategia. Las colonias lejanas, olvidadas en la vorágine de la ayuda, necesitan atención urgente
MARISOL WENCES MINA /
Acapulco, 11 de febrero de 2024.
En las calles de Acapulco la lucha por obtener los apoyos del gobierno federal derivados de la tragedia ocasionada por el huracán Otis ha dado paso a una nueva batalla: la búsqueda desesperada de una caja de despensa. En su interior, no solo hay alimentos básicos, sino también una pequeña esperanza electrónica: tarjetas de monedero electrónico con al menos 500 pesos: La necesidad aprieta, y el orden se tambalea.
El valor de una tarjeta
Para algunos, el contenido de alimentos es secundario. Las tarjetas electrónicas se han convertido en un tesoro codiciado. ¿Quién necesita arroz y frijoles cuando se puede canjear esa tarjeta por lo que realmente se quiere o necesita? Es un dilema cruel, pero la urgencia dicta las decisiones.
Cazadores de despensas
Los grupos de WhatsApp zumban sin descanso. Las coordenadas de las entregas se comparten como secretos de Estado. Los cazadores de despensas se mueven en carros, persiguiendo la oportunidad. Cambian sus cupones por cajas de provisiones, como si fueran monedas de cambio en un mercado clandestino.
La distribución “eficiente*
Es hora de que las autoridades reevalúen su estrategia. Las colonias lejanas, olvidadas en la vorágine de la ayuda, necesitan atención urgente. En muchas colonias lejanas la gente tiene sus cuponeras casi completas (sobre todo quienes no tienen un automóvil particular o los recursos para pagar taxis que han encarecido sus tarifas), las canastas básicas no llegan. Es un rompecabezas logístico que las autoridades no han podido resolver.
Los llamados a la No agresión
La desesperación no justifica la violencia. Los enfrentamientos entre personas y el personal castrense son una mancha, dicen muchos, para la población acapulqueña: “de rapíñeros y peleoneros no nos bajan”, se lee en los chats y redes sociales. La ira no es la solución. En lugar de golpes, necesitamos empatía. En lugar de agresiones, necesitamos solidaridad. La ayuda debe llegar sin heridas ni lágrimas de gente que se ha quedado a unos pasos de recibir una caja de canasta básica porque ante los disturbios los soldados deciden irse de los puntos de reparto aún con carga en los camiones.
La esperanza persiste
A pesar de todo, la esperanza persiste. En las calles, entre las filas y los rostros cansados, hay una chispa de resistencia. La comunidad se sostiene mutuamente. Los voluntarios que bajan cajas de los camiones para que les den doble dotación, los líderes que espontáneamente salen a ordenar las largas filas, los que se agrupan para trasladar sus cajas en los diablitos propios hasta las casas de la vecina. Porque, al final del día, la ayuda no es solo una caja de despensa. Es una promesa de que no estamos solos, después de la tormenta.
Que la distribución de enseres y despensas termine en las mejores condiciones humanitarias, sería lo ideal. Que llegue a todos los rincones, sin excepción. Y que, mientras esperamos, recordemos que somos más fuertes cuando nos cuidamos unos a otros.
Ya viene la veda electoral, el reparto pronto se tendrá que suspender y ojalá que antes de eso, se dignifique la entrega, se mejore la logística y surja el orden y la empatía ente quienes esperan que les llegue la ayuda bajo el rayo del sol.