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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO /

Acapulco, 05 de agosto de 2024. La semana pasada hubo un revuelo en redes sociales con la supuesta revelación de que el senador morenista Félix Salgado Macedonio tenía problemas de salud e incluso que habría sido hospitalizado con parálisis facial.

Que la noticia era falsa, podría quedar claro en algunos elementos muy visibles. El primero, que el propio Salgado Macedonio había anunciado en su último video en vivo, que se retiraría por unos días de las redes sociales -y por tanto no haría sus transmisiones- y se pondría a descansar casi de manera obligada, por dos razones: porque había sentido una molestia en el cuello y el médico le había dicho que era producto del estrés (y de tanto estar en el teléfono, chateando, conjeturaron sus seguidores en las redes); y porque se dedicaría a preparar su cierre de la legislatura en el Senado, en el proceso de entrega-recepción con la próxima legislatura, de la que también formará parte. Un segundo elemento es que durante esta ausencia, el propio senador publicó una fotografía donde se muestra haciendo ejercicio (y por tanto, sano).

Finalmente, después de que pasaron estos días de asueto. Salgado Macedonio volvió a salir el fin de semana con una transmisión en vivo, donde se mostró saludable y sin la cara chueca. Volvió a explicar lo que ya había dicho, y anunció que volvería a sus actividades normales a partir de hoy lunes.

Pero el incidente deja un mensaje, y es necesario analizarlo. Hubo, entre quienes daban la noticia, gente que la daba con alegría, como diciendo: se acabó. Y hubo quienes lo hacían con preocupación por su situación médica.

Ahora que ya se sabe que todo fue falso, solo queda ver el tema en su dimensión política. Para decirlo así: la salud de Félix Salgado no solo puede verse en términos médicos, sino también, y particularmente en estos momentos, en términos políticos.

Es, hasta cierto punto, normal que la salud de los gobernantes sea un tema de interés público porque al tener en sus manos temas de amplia responsabilidad,
se considera necesario tener la certeza de que está en uso de sus facultades para tomar las decisiones que afectarán a la colectividad. Sin embargo eso tiene sentido ante quien encabeza el Poder Ejecutivo, no así ante quienes integran otros poderes, en particular el Legislativo, que es un poder colegiado. Ha habido casos de senadores que han fallecido de enfermedad mientras ejercen el cargo. Es el de los panistas Alonso Lujambio y Juan Pablo Adame, por ejemplo, aunque este último solo lo ejerció por un día.

Entonces, si Félix Salgado no es titular del Ejecutivo, ¿cómo se explica la revuelta que provocó su ausencia del espacio público durante alrededor de una semana?

Tal vez por lo siguiente: Félix Salgado es en estos momentos senador y lo será el próximo sexenio. Que lo sea, no implica mayor cosa, para este análisis. En cambio, sí, el siguiente dato: quien ejerce la senaduría, por ese solo hecho, entra en la lista de aspirantes en pos de la gubernatura que viene.

Félix Salgado en estos momentos es no solo un personaje carismático, sino podría decirse, con poco margen de error, que es el personaje político que goza de mejor salud política. Con una trayectoria envidiable, que lo ha mantenido en la izquierda solamente, desde sus inicios en 1988, ha sido tres veces diputado federal, dos veces senador, alcalde de Acapulco, dirigió el partido y ha sido tres veces candidato a la gubernatura, con tal capacidad de movilización que es generalizada la convicción de que las tres veces pudo llegar, pero no lo hizo porque se lo impidieron.

Es sobreviviente de esa vieja guardia que movilizaba gente. Eso quedó claro en la campaña de 2021, cuando iba a una comunidad (en San Marcos, pongamos de ejemplo) y los adultos mayores le decían que estuvieron con él su primera campaña contra Rubén Figueroa Alcocer, que lo acompañaron en el éxodo a la Ciudad de México, y luego los hijos de estos adultos contaban que ellos eran niños cuando esas movilizaciones, y los nietos ahora andaban ahí, tomando la batuta. Difícilmente hay un personaje, hombre o mujer, que tenga esa historia y esa conexión con las comunidades.

En ese sentido, Félix Salgado goza de buena salud política. Para preocupación de sus adversarios, aunque él ha dicho que ya no tiene mayor interés en la gubernatura, y que se siente «pagado» históricamente con la gubernatura en manos de su hija Evelyn Salgado Pineda, lo cierto es que también ha anunciado que después de aprobar las reformas del presidente López Obrador en septiembre, pedirá licencia y dejará su cargo en el Senado, para su suplente Arturo Pérez Pérez, mientras él se dedicará a recorrer el estado. Un relevo generacional, ha dicho. «Ay, ajá», dicen sus opositores.

Lo cierto es que a Salgado Macedonio el contacto con el pueblo lo revitaliza físicamente. Recorrer el estado para informar sobre la Cuarta Transformación, como él ha dicho, no parece que vaya a ser desgastante, sino edificante.

En ese sentido, les pondrá difícil la ruta a quienes se mencionan como aspirantes para la gubernatura en 2027: la senadora Beatriz Mojica Morga; la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez; el dirigente estatal de Morena y diputado local, Jacinto González Varona; y hasta, por la lógica que se mencionó al principio, de que el Senado siempre es antesala a la candidatura, al senador suplente Arturo Pérez Pérez, quien quedaría incluido, aunque él tendría que definir si entraría o no a esta justa.

Parece que realmente ahí está la razón de la efervescencia de la semana pasada. El tema, no es que el Toro se esté acabando, sino que hay Toro para rato.

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