*En México la discriminación laboral a mujeres que deciden ser madres comienza desde el embarazo, al enfrentarse a retos como despidos, bloqueos profesionales y prejuicios a la hora de la contratación lo que dificulta la conciliación entre la vida privada y la vida laboral
Texto: Ximena Natera y María Ruiz. Foto: Cuartoscuro / Moises Pablo
Andrea Mora siempre supo que quería convertirse en madre y de igual forma siempre soñó con ser profesionista de alto nivel, pero en México éstas dos ambiciones chocan la mayoría de las veces. Por eso, desde muy joven tomó una difícil pero obvia decisión: Retrasar la maternidad.
Pero su momento llegó. Ordenada, práctica y disciplinada como es, Andrea planificó su embarazo con cuidado para sincronizarlo con su trabajo, en una renombrada Universidad Privada de la Ciudad de México.
A mediados del semestre del ciclo escolar Primavera-2018, cuando Andrea estaba en su segundo trimestre de embarazo, se acercó a su jefe directo para discutir el futuro de su trabajo.
“Desde el momento en que me entero que estoy embarazada yo planeo los dos años siguientes: voy a tener a mi bebé, conseguí quien me ayude, tengo recursos para que pueda estar en estimulación temprana, ya está todo listo en mi casa, mi esposo reajustó sus horarios al niño, es jubilado y ahora solo está como profesor… teníamos hasta horarios”, dice Mora entre risas.
“Está en uno de los mejores momentos de su carrera profesional y se embaraza”, Andrea narra lo que su jefe le dijo sin entender si lo hacía de broma o como provocación. El comentario le incomodó pero lograron armar un plan de trabajo:
“Yo doy a luz en agosto poco antes de que inicia el próximo semestre, descanso durante las vacaciones largas y el plan era que yo tuviera un profesor suplente las primeras semanas y después regresaba”.
“No se preocupe, todo checa perfectamente porque va a estar convaleciente en verano”, le dijo su jefe, ella narra que para inicios de agosto ya había contratado un profesor suplente.
Dos días después de su parto Andrea llamó a su jefe: “¿Ya estoy en mi casa, mi hijo está bien, cuándo entró a trabajar?”
El primer foco rojo apareció en esa llamada.“Tuve una cesaria y por ahí se agarró: Mire que yo no quiero que regrese y se me vaya a desangrar enfrente de la clase, descanse dos semanas más”.
Andrea insistió, por llamadas y correos, pero las largas continuaron.
“Hasta que un día me dijo: yo creo que el semestre ya está muy avanzado y se me hace injusto cambiar de profesor a los alumnos, pero tendrá su lugar el próximo semestre”.
No pasó. Al término del año escolar el profesor le dijo :“En realidad aquí no hay lugar para usted”, cuenta Mora.
Aunque había habido señales, recibir la noticia fue un shock. Para la mayoría de los profesores de asignatura que no tienen una plaza fija dentro del ITAM, su permanencia en la institución depende de su desempeño, el perfil académico y las evaluaciones que los estudiantes hacen de su maestros. Mora, en los cinco años había dado clases, había sido una de las maestras mejores evaluadas.
Discriminación sistémica
En 2016 la encuesta ENDIREH publicó los porcentajes de las mujeres que han sido discriminadas por embarazo:
El 12.7% de las mujeres fueron discriminaron en el trabajo por embarazo
Al 11.5% les pidieron prueba de embarazo como requisito
al 1.2% la despidieron por estar embarazadas
al 1% no le renovaron contrato
al 0.6% le bajaron el salario o las prestaciones.
La discriminación no sólo es durante los meses de gestación. Según datos del CONAPRED y del informe La Discriminación laboral en México las mujeres que son madres en México tienen menor participación económica que las mujeres que no lo son:
“El número de hijos parece tener un impacto importante en la participación económica de las mujeres: en todos los rangos de edad (de los 19 a más de 60 años), con excepción de las mujeres que tienen entre los 15-19 años, las mujeres sin hijos tienen una mayor participación económica que las mujeres con hijos […] La tasa de participación económica de las que tienen de uno a dos hijos está por arriba (50.1%) de la tasa promedio de mujeres (43.4%). Cuando el número de hijos se ubica entre tres y cinco, la tasa de participación disminuye a niveles inferiores al promedio nacional, quedando en 42% y si sube a seis o más hijos, la tasa se contrae hasta 23.9 por ciento”, determina el informe.
¿Qué quiere decir este dato? La directora general adjunta de vinculación, cultura y educación en el Consejo Nacional para Prevenir La Discriminación (Conapred) responde:
“La conciliación sigue sin ser tan fácil y una vez que las mujeres deciden incorporarse al trabajo laboral, aún así, al llegar a estos puestos de trabajo, reciben 30 por ciento menos que las que no son madres porque continúan los sesgos de que una mujer que tiene hijos no se va a poder hacer cargo; ( a partir de ) un prejuicio de que las mujeres que son mamás no van a tener ni el tiempo, ni la energía, ni la concentración cuando volverte madre, de eso no tenemos datos pero yo te lo puedo decir, te vuelve más rápida, más concentrada y más organizada.” explica la directora.
Trabajo y maternidad a la par
Estos sesgos de los que habla la directora solo son la punta del iceberg de una serie de discriminaciones y prejuicios que acechan a las mujeres que deciden ser madres, mujeres como Andrea Mora, Elizabeth Huerta y Arizbeth (quien pidió no mencionar su apellido), a quienes despidieron, fueron prejuiciosos con ellas o les descontaron sueldo por decidir trabajar y ser madres al mismo tiempo.
Para Andrea, el despido por su embarazo es su última frontera: No fue un embarazo accidental, fue una cosa planeada y eso fue lo que más me afecta psicológicamente. La sensación de enojo y decepción la acompañan desde su salida del ITAM. Lo peor, cuenta, es saber que al final, sin importar las herramientas que tenía, la decisión entre ser madre y seguir con su profesión se la quitaron de las manos.
Así le sucedió a Elizabeth Huerta, quien se embarazó y comenzó a notar tratos distintos en su trabajo. De tener una agenda llena la relegaron a únicamente hacer bases de datos. Además, para acudir a sus consultas mensuales no le daban permiso, tenía que hacer uso de sus días de vacaciones o se le descontaba el día a su salario.
Su maternidad fue una decisión, un día tanto ella como su pareja decidieron tener un hijo y todo se dio. Pero en el trabajo las cosas cambiaron.
“Cada mes iba a consulta al seguro y me lo descontaban. Todas las veces que fui al Seguro las tuve que tomar como descanso o como descuento, me manejaban que por ley no es obligatorio (dar permiso). Cuando estuve embarazada faltaba una o dos veces al mes, entonces perdía 5% de mi sueldo mensual,” cuenta Hernández.
Pero las dificultades no terminaron con el parto. Cuando regresó a trabajar se enfrentó de nuevo al reto de la conciliación entre vida privada y vida laboral al momento en que pidió sus horas de lactancia.
“Cuando tuve a mi niño, igual pedí permiso para lactancia, se supone que tenía derecho para una hora de lactancia y me dijeron que sí pero que no la podía tomar ni antes ni después, que tenía que ser dentro del horario laboral. No podía ni llegar una hora tarde ni salir una hora después, entonces tuve que juntarlo con la hora de la comida” recuerda Elizabeth Hernández.
Tania Ramírez Hernández, Directora de Vinculación del Conapred, cuenta que entre 2014 y junio del 2019 abrieron 607 expedientes de quejas y reclamos por actos de discriminación relacionados con el embarazo y el estado laboral.
“Entre los tres motivos de quejas más frecuentes que llegan al Conapred y que están presentes históricamente, (están que) pidieron prueba de embarazos al ingresar a un trabajo, (que) se les negó el acceso por estar embarazadas, se les despidió o se les impidió el ascenso por estar embarazadas”, explica Ramírez.
Estos tratos de discriminación vulneran el derecho al trabajo, el derecho al trato digno, el derecho a la igualdad de oportunidades.
“Es decir decir, cada vez que se pone un obstáculo para poder compartir nuestra maternidad con el trabajo, no nada más sucede eso tal cual, lo que está sucediendo es la vulneración de derechos que deben por principio darnos a todas las personas”, recuerda la directora.
Una buena práctica que puede haber en los trabajos, según Tania Ramírez del Conapred , es la existencia de lactario:
“Eso es muy importante, una vez las mujeres embarazadas damos a luz, a los pocos días las mujeres necesitan tener un espacio para que en caso de que decidan amamantar lo puedan hacer en condiciones de salud, de privacidad, muy acompañadas. Y el hecho de que los centros de trabajo tengan lactarios, también es un mensaje muy poderoso respecto de cómo es bien recibido que las mujeres decidan embarazarse y continuar con su vida profesional”.
Arizbeth y su pareja decidieron tener dos hijos, uno seguido del otro. En su primer embarazo no tuvo problemas en el trabajo pero meses después, cuando volvió a embarazarse recursos humanos la citó para decirle que ya no requerían de sus servicios y la obligaron a firmar una carta de renuncia, le prometieron que el seguro quedaría intacto, ella había planeado su embarazo con la seguridad de la atención médica pero después del despido, la empresa no cumplió con su promesa.
“Ahora recuerdo y me da mucho coraje no haber demandado pero en el momento no supe que hacer” cuenta Arizbeth. En ese entonces tenía un cargo alto y sentía que su carrera iba bien pero después del embarazo encontrar un trabajo a la altura de sus capacidades fue complicado.
Cuenta que siempre llegaba a la última fase cuando aplicaba a un empleo pero en las entrevistas finales ocurría una constante, sutilmente preguntaban si tenía familia y después de eso no le volvían a llamar: “Tal cual no me preguntaban directamente o en cuestionarios porque eso está prohibido pero encontraban la manera indirecta de preguntar si tenía hijos”, recuerda Arizbeth.
Eso no la detuvo, encontró un trabajo donde empezó ganando menos de lo que su currículum y experiencia merecen pero donde su jefe confía en sus capacidades, cuenta que cree que en lugar de pensar que por ser mamá no podría con el trabajo, al contrario, la ve como una persona más responsable.
“En dos años tuve ascensos e incrementos y ahora gano más que antes de que me despidieran y eso fue a causa de mi desempeño y resultados. Los hijos no son un impedimento, sin una motivación” menciona.
Precarización laboral
Como Arizbeth, es común que al reintegrarse a la vida laboral las mujeres no vuelvan a tener puestos ambiciosos, no por ellas sino por los prejuicios de los empleadores. Sin embargo, quienes se reintegran a la vida laboral no son mayoría.
“La ENADIS lo que nos reflejó es que una gran parte de las mujeres entre 15 y 59 años no se incorporan a la vida laboral por dedicarse al trabajo del hogar, es decir de las casas, de los niños, de las personas mayores”, cuenta Tania Ramírez del Conapred, quien también insiste en mostrar con datos la desigualdad a la que se enfrentan las mujeres:
“¿Cuál podría ser la desigualdad de la que hablamos en la discriminación a las mujeres? Si a finales del 2005 las mujeres que percibían más de tres mil pesos mensuales eran casi el nueve por ciento, al día de hoy, en 2018 según el ENDIREH, sólo representan el 3.5 por ciento . En trece años bajó mucho ( y esto) habla de que los trabajos más precarizados, con menos distribución económica, se están dirigiendo más hacia las mujeres”.
La explicación que da la especialista en discriminación a esta precarización laboral es que al tener que estar pendiente de los cuidados y del trabajo del hogar, hacen que las mujeres no puedan competir en términos de igualdad por los salarios mejor pagados. Eso hace que las mujeres queden en nichos más bajos, con un sesgo discriminatorio en donde se da una paga menor a una mujer por un trabajo de igual valor.
Estas prácticas prevalecen, denuncia la funcionaria de Conapred.
Posibles soluciones
Entre las soluciones que está buscando Conapred y de las denuncias que hacen organizaciones como GIRE, está la búsqueda de igualdad a partir de licencias equitativas entre madre y padre durante la crianza, esto como un mensaje de cómo se tienen que compartir las tareas en el hogar.
Actualmente los hombres tienen derecho a cinco días de licencia por paternidad, menos que las mujeres, las cuáles cuentan con 45 días. Para GIRE esta diferencia refleja de nuevo la desigualdad:
“El plazo de cinco días resulta claramente insuficiente para alcanzar el objetivo de lograr una repartición real igualitaria de las responsabilidades de crianza de los hijos. Este plazo tan corto fomenta la preservación del estereotipo de que son las mujeres quienes deben asumir en su totalidad el cuidado de los hijos. Además, parte de la idea de que las familias siempre se encuentran conformadas por madre y padre, lo cual resulta discriminatorio para las parejas del mismo sexo y las personas solas con hijos”, mencionan en el informe del 2015 “Niñas y Mujeres sin Justicia”.
Tania Ramírez explica que es pertinente ubicar a la discriminación hacia las mujeres como algo estructural y que la discriminación laboral es una de las formas donde se refleja; ésta conlleva un reto que las acompaña siempre: la conciliación vida laboral-vida familiar dentro de un contexto de desigualdad porque el mismo sistema las orilla a sólo dedicarse a una actividad: los cuidados y el hogar, dejando fuera otras que son importantes para una vida plena y libre:
“Está perfectamente estudiado y documentado que el desarrollo de las mujeres también está relacionado con dejarnos muy poco tiempo para todo lo demás: para estudiar, para generar redes; tendríamos que siempre tener un espacio para leer, para informarnos, para hacer deporte, para cuidar nuestra salud, y esos elementos no abundan en la vida de las mujeres”, denuncia Tania Ramírez, directora de vinculación del Conapred.
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