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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO     /

 

El viernes pasado podría decirse que una tromba cayó sobre el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en Guerrero: la falta de consenso interno provocó que los municipios de Acapulco, Chilpancingo, Iguala y otros, que la dirigencia estatal planteaba reservarlos a la hora de definir el género para quienes serán sus coordinadores de organización, finalmente fueran llevados al impredecible sistema de tómbola y ocurrió lo que muchos no esperaban, que ya no serían hombres, como se había acordado en el Consejo Nacional de julio, sino mujeres.

Este resultado tuvo efectos en varias partes: en principio, quitó de un solo tajo la aspiraciones de siete aspirantes varones que ya estaban apuntados, eliminó todo el proceso previo que había durado unos meses, y decretó comenzar de cero otra vez para buscar quiénes pueden ahora participar por esa representación.

Pero además, ya que los aspirantes del puerto eran evidentemente impulsados por el dirigente estatal Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, la medida supuso un golpe a este grupo, y la oportunidad para sus adversarios –específicamente los encabezados por el secretario general Marcial Rodríguez Saldaña y el enlace de la dirigencia nacional, César Núñez Ramos- de posicionarse.

A las propias mujeres, la medida las sacó un poco de balance porque las que podrían tener mayores posibilidades ya se habían inscrito como aspirantes a diputadas o senadoras y por tanto, al menos de momento, no estarían en la jugada por la alcaldía del puerto.

El desaguisado empezó a gestarse en julio, cuando el Consejo Nacional acordó que para evitar conflictos, se repitiera el género según como se había presentado en las elecciones de 2015. En Acapulco Morena postuló candidato varón, en la figura de Marcial Rodríguez Saldaña, y lo mismo hizo en Chilpancingo e Iguala. Por eso en el puerto se registraron hasta siete aspirantes varones.

Por una extraña razón, el puerto no fue motivo de disputa de los tres grupos que interactúan en Morena. Solo fue la dirigencia encabezada por Sandoval Ballesteros la encargada de organizar a los aspirantes. Se supo que el grupo de César Núñez planeaba presentar a Víctor Jorrín como su propuesta, el mismo día en que sesionara el Consejo por ese tema.

Los siete, para decirlo de alguna forma, oficiales, se movieron con tranquilidad, sostuvieron reuniones y acuerdos con Sandoval y solo eran observados discretamente por los otros dos grupos. Si Núñez Ramos y Rodríguez Saldaña sumaban fuerzas, a lo más que podrían aspirar sería a presentar dos propuestas para la terna, que es lo mismo que si iban las tres fuerzas por separado: cada grupo llevaría una propuesta. Prácticamente nadie podría avasallar, y todos contentos.

Cuando el INE dio lineamientos para que la paridad de género no solo se aplicara numéricamente, sino también en función de los lugares con mayor y menor votación, nadie creía, ni los propios consejeros, que pudiera haber un cambio de género en Acapulco, el emblemático lugar que representa un cuarto de la población electoral del estado. Era una posibilidad, pero nadie la vio como real.

Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, ocurrió. Injustamente, algunos acusan a Rodríguez Saldaña y Núñez Ramos de armar una celada a Sandoval Ballesteros solo para cerrarle el paso, o peor, para hacer que Morena pierda en Acapulco. Lo cierto es que estos grupos no reciben un beneficio directo, porque no tienen una candidata visible para tratar de imponerla y están en la misma circunstancia de tener que construir apenas una candidatura.

Para completar el cuadro, todos los distritos para diputados serán también de mujeres. Hay quienes creen que la dirigencia nacional podría intervenir para que, con sus facultades, pueda modificar el género otra vez y regresarlo a los hombres, lo cual sin embargo no parece probable.

Pero, ¿realmente es grave que Morena presente una candidata en lugar de un candidato?

En realidad no lo es. Hay el inconveniente de que será necesario empezar de cero, que la dirigencia evalúe el compromiso de las aspirantes con el proyecto morenista, que hagan visible su aspiración, y que salgan al escenario. Pero en el fondo, no hay ninguna razón para considerar que una mujer no pueda ser candidata en el puerto, y que eventualmente pueda ganar; y Morena es puntero en llevar mujeres al frente, como Delfina Gómez en el Estado de México y Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México.

La otra opción, para salvar lo precipitado que esto implica para definir candidaturas, es que quien deba ser nombrada coordinadora de organización no tiene que ser necesariamente la candidata, ya que se ha dicho que un nombramiento no garantiza el otro.

Una candidata distinta de la coordinadora, en el caso de que esta no lograra el perfil requerido, daría a Morena unos dos meses para revisar sus prospectos femeninos y apuntalar una segunda propuesta. La otra pregunta sería: ¿quién podría encabezar esa candidatura?

Teóricamente, cualquiera podría ser, pero llevan ventaja las que vienen del PRD, como Abelina López –de quien no se sabía que se hubiera incorporado a Morena, y que participa en las reuniones sabatinas de Zeferino Torreblanca- o Rosario Merlín y Evelyn Salgado, todas apuntadas para las diputaciones, pero con experiencia ya en la competencia electoral y con estructura propia. Con un perfil más ciudadano, habría que voltear a ver a la empresaria Yolotzin Domínguez, dirigente de la Canacintra en Acapulco, apuntada para la senaduría; a la maestra Aidé Ibares, que es morenista desde los tiempos de la lucha por el petróleo, y también está apuntada para la diputación, y desde luego otras opciones que en este momento no se alcanzan a ver.

Sin duda lo ocurrido el viernes causó conmoción entre quienes trabajaron estos meses para construir su propia propuesta, pero no parece haber más camino que aceptarlo, honrar su palabra y empezar a pensar en apoyar a la que vaya a ser su candidata.

 

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