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Morir en Acapulco

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ROBERTO RAMÍREZ BRAVO    /

 

Tan buena resultó la temporada turística, y tan excelente la buena racha que empezó con el Mextenis, que en más de un momento el gobernador Héctor Astudillo pidió a los reporteros destacar lo bueno. No se puede negar la violencia, dijo en más de una ocasión, palabras más, palabras menos, pero hay muchas otras cosas que también valen la pena.

Se entiende que es una petición de buena fe, en el ánimo de no afectar más a la tan afectada imagen del destino turístico. Es algo que casi se logra, pues a pesar de la terca, obstinada, cruel violencia que se manifestó con crudeza durante la Semana Santa, los índices de ocupación fueron dignos de reconocerse, casi al 100 por ciento en Acapulco e Ixtapa-Zihuatanejo, y en 100 por ciento en Taxco, en sus momentos más elevados.

Pero también, como dijo el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid Cordero, durante su visita por el Tianguis Turístico, es importante que no se digan cosas malas del destino, pero para lograrlo, la mejor opción es que esas cosas malas no sucedan.

El sábado por la noche, Acapulco vivió una situación inédita, dentro de las muchas situaciones inéditas que ha vivido en los últimos años. Desde un vehículo en movimiento –motoneta, según las primeras versiones; un automóvil, según afirma la Fiscalía- individuos armados dispararon hacia donde numerosas personas contemplaban un espectáculo de esquíes.

La versión oficial, que dio ayer el procurador en una conferencia de prensa en la que no permitió preguntas, es que las víctimas “venían siendo perseguidas por un vehículo Platina, color negro, de donde les dispararon; las víctimas al verse seguidas trataron de confundir a sus agresores mezclándose con la gente que se encontraba en el parque de la Reina”, y concluye que un grupo de la delincuencia organizada que opera en la zona (en Petaquillas, seguramente, que es a donde las primeras versiones señalan que huyeron los de la motoneta) fueron los autores del ataque. Un día antes, un boletín del Grupo de Coordinación Guerrero daba cuenta del asesinato de un narcomenudista (calificativo que no aplicó a la segunda víctima porque, en ese momento, era solo un herido más), dato que ya no aparece en el boletín que leyó el fiscal.

Hay otros datos, que no aparecen en ninguna de las versiones anteriores, pero que pueden ser corroboradas por quien quiera. Los dos jóvenes asesinados vivían en el Infonavit Cuauhtémoc, donde pasaron toda su infancia y donde eran conocidos y apreciados por la comunidad. El sábado fueron no a ver el espectáculo de esquíes, sino uno de rap que se realizó también, un poco antes, en el Parque de la Reina. Salieron de la unidad habitacional temprano y estuvieron en el parque de la Reina hasta que los mataron.

Nada pues, de que los venían persiguiendo, ni de que para confundir a sus agresores se mezclaron entre la gente. Ellos, en realidad, ya estaban ahí desde temprano. El cadáver de uno quedó sobre el camellón central, lo que indica que no se escondía entre ninguna persona.

En su edición de ayer, el periódico El Sur dio algunos detalles relevantes:

“Trabajadores de Protección Civil levantaron el cadáver y se lo llevaron sin esperar a los peritos de la Fiscalía ni al Semefo. Después, los policías turísticos cubrieron la sangre de la víctima con tierra para evitar que fuera observada por los turistas que no presenciaron el hecho violento. Como parte de esta misma operación de ocultamiento, las gasas y guantes de los paramédicos fueron escondidos en la jardinera de la banqueta, e incluso el despliegue policiaco se hizo de manera discreta para no alarmar más a los turistas”.

La versión del fiscal al día siguiente daba otro dato: los atacantes ya no solo perseguían al joven que murió en ese mismo instante, sino también al que falleció en el hospital.

Hace más de un mes, el periodista Cecilio Pineda Birto fue asesinado en pleno día. Hoy, las autoridades no tienen ni una pista. ¿Cómo pudieron tener la trama completa apenas una hora después, en el parque de la Reina? En ese tiempo los peritos tal vez ni llegaban al lugar de los hechos, y aunque así hubiera sido, ya la escena del crimen había sido alterada, las evidencias borradas y echadas a la basura.

En realidad, lo que pasó ahí fue una gran operación de ocultamiento de información para no afectar una buena racha turística que estaba terminando con la Semana Santa. Tan es así, que el gobierno se encargó de enfatizar que solo dos turistas fueron heridos, los demás eran acapulqueños, como si la vida de estos últimos valiera menos.

¿De qué sirvió tanta presencia policial, tanto operativo de seguridad en Semana Santa si dos eventos masivos, que se realizaban a un lado del foco rojo que es Petaquillas, no contaban con vigilancia?

Para cubrir la imagen de Acapulco, ¿se vale enlodar las de las víctimas? Un simple: “los mataron; investigamos quiénes y por qué lo hicieron”, habría sido suficiente. ¿Por qué revictimizarlos llamándolos narcomenudistas? ¿Fue un ataque a la población en general, a los turistas, y por eso se quiere hacer como una ejecución más contra dos supuestos narcomenudistas?

En Acapulco, no solo hay que cuidarse de ser víctima de la violencia porque la muerte no es buena, sino porque tras ella está la estigmatización de parte de una autoridad que no investiga.

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