HERCILIA CASTRO BALDERAS /
Zihuatanejo, 31 de julio de 2021
Mariana:
Esta tarde me enteré de tu deceso, Atziri me mandó mensaje: “se fue nuestra Marianita, murió”. No supe qué decirle, luego le llamé a Rosa y confirmó tu muerte. Me comentó que te bajó el oxígeno a 60, te complicaste, y el bicho hizo lo suyo, falleciste por Covid. No he dejado de ver tu nombre en el Facebook, donde todos nuestros amigos y compañeros en común no caben de la pena. Yo siento que estás aquí, que te volviste eterna, con esa pasión y esa alegría cómo no ibas a volverte así, eterna, infinita.
Te escribo porque no podré hacerlo más, hablarte, ocasionalmente, mandarte un Whatsapp o un mensaje en el messenger, no me queda más que escribirle a tu espíritu (si es que existe). Pienso en cómo nos conocimos, ibas con Atziri y Rosa desde la secundaria, el Cetis, en cómo adoptaste a mi madre como tu abuelita, todo lo que vivimos. Las veces que convivimos, y todo lo que reporteamos, los cumpleaños de Atziri a los que fuiste, las veces que visitaste Zihuatanejo, como cuando fuimos al Rubens, o como cuando fuimos a Las Gatas, cuando vino Víctor, ya enfermo de VIH, recuerdo que esa vez nos la pasamos platicando de su “bichito”, de cómo tenía pesadillas. Me he acordado las veces que fuimos al antro, yo no iba tan seguido porque, para empezar, no era “fiestera” y porque mi vida era andar en hospitales y marchas. Y qué decir de toda nuestra adolescencia, aunque eso es un decir, soy la mayor de ustedes.
Creo que las consideré mis únicas amigas porque siempre me hicieron sentir aceptada, nunca se burlaron de mi apariencia, siempre nos respetamos y nos hicimos unidas. A pesar de la distancia, verte y pasar el rato contigo era una fortaleza. Una vez recuerdo me dijiste que me admirabas por lo fuerte que he sido con la enfermedad, pero, sobre todo, porque a pesar de las pruebas de la vida, siempre creo en el amor y vuelvo a empezar. Yo no sé si sea cierto, pero sé que hicimos un vínculo de hermanas. Hace dos años Rosa juraba que íbamos a vivir las cuatro en esta casa juntas, compartiendo la vejez. Pero tú nunca fuiste así, eso admiré siempre de ti, esa independencia y la alegría de serlo que desbordabas, Mariana.
Cuando decidiste ser periodista me sorprendí, pensé que elegirías diseño gráfico, siempre fuiste tan creativa y tan llena de color en tu forma de ser, además de tener mucha paciencia para las llamadas manualidades. Fue hasta después que nos volvimos a topar en una de las reuniones del Cecop. Aunque tú siempre cubriste a los compañeros, incluso a mi madre en alguna acción política- social. Ahí Javier Monroy del Tadeco nos quiso presentar, pero lo sorprendimos cuando nos vio tan efusivas. Desconocen muchos que hemos sido amigas desde siempre, fuimos.
Sigo hablando de ti en presente, ves, como que no asimilo que ya te fuiste, pero insisto en que no has muerto, tanto que todos los compañeros te han dedicado palabras, han subido fotos contigo Mariana, no sé dónde quedaron mis fotos juntas, tantas compus descompuestas, tanto tiempo perdido. A veces damos por hecho que siempre vamos a estar ahí, que quienes amamos estarán siempre esperando que les hablemos, que los busquemos, y llega la muerte, ahora el Covid, y se van los que amamos.
Aún recuerdo la vez que Andrés Manuel (López Obrador) fue a Acapulco a presentar uno de sus libros, no estoy segura si era La gran tentación: El petróleo de México, o si La Mafia nos robó la presidencia… y el 2012. Pero nos encontramos en el hotel donde sería el evento, ya habían pasado meses que no nos veíamos, estaba Félix Salgado contigo y en eso me viste y ambas corrimos a abrazarnos, gritando emocionadas, como si hubieran pasado años, pero no, era sólo nuestra amistad imponiéndose. También en ese tiempo subimos solas a La Morena a ver a Javier Torres, de regreso tú venías escuchando audios y escribiendo en el celular. No sé cuántas veces reporteamos juntas, tú siempre en El Sur, aunque también pasaste por Novedades, yo siempre independiente, y luego La Jornada Guerrero.
Recuerdo que por tu trabajo imparcial y el apoyo que le dabas a los compas del Cecop, te ganaste las amenazas de los gavilleros, y te dolió, y más que no regresaste al movimiento social que acompañaste desde sus inicios, porque una se vuelve camarada con los movimientos sociales, aunque no queramos, así es en Guerrero, no sé en otros lados.
Por ti aprendí a amar la salsa y la bachata, y distinguir el ballenato, a divertirme. Aunque siempre te parecía que vivía en mi mundo, te observaba, y aprendía de ti, te admiraba. Alguna vez sentí envidia de tu paciencia y tu independencia, quería ser tan fuerte como vos. Pero no todo fue fiesta con nosotras, también estuviste a mi lado cuando murió mi padre, no puedo decir lo mismo de cuando fallecieron tus abuelos. Siempre tuve ese problema de no saber dar el pésame, y he sido mala amiga. Pero creo dimos por hecho las cosas, y no era verdad, ya no estas para decirte cuánto te quiero, Mariana Labastida.
También he recordado las veces que nos veíamos apresuradamente, siempre corriendo por las notas, pocas veces te preguntaba de tus textos porque te leía en El Sur, tu casa, porque algunas veces me tocó pasar a saludarte al diario, y siempre me tocó verte con Karina. Ambas tan unidas.
Pero tú fuiste una mujer democrática, nunca excluiste a nadie, eras demasiado ecuánime y precisa, pero también te pude ver dispersa alguna vez, y sin embargo siempre tu risa nos iluminaba, me atrevería a decir que muchos te veíamos así, siempre con la broma por delante, la alegría, la carcajada, pero también poniendo seriedad cuando lo requería el tema.
Nunca se me va a olvidar las veces que me salvaste, tal vez más de las que pudimos estar, pero de algo estoy segura, dejas un gran vacío en el gremio y en muchos movimientos sociales, porque quien no te haya conocido, no supo el gran ser humano que fuiste.
2
No sé si fue el impacto de tu muerte que en la madrugada te soñé, venías a despedirte y te veía tan sonriente y llena de color, brillabas, como eras. Me sentí tranquila, sé que tu cuerpo descansa, que no sufres, nunca fui creyente como tú, pero quiero pensar que en “el otro lado”, estás riendo y entrevistando a todos los compañeros que se han adelantado. También desperté entendiendo que la mejor manera de honrarte, es seguir escribiendo diario, diario, todos los días como tú lo hiciste. Qué mejor homenaje te podemos dar tus amigos periodistas.
Querida Mariana, Marianita, me faltan las palabras, pero a pesar de tu ausencia, se siente bien haberte conocido en este planeta. No me quedan más palabras, nunca serán suficientes para hablar de lo maravillosa que eras, fuerte, independiente, sensacional, bella y sonriente. Sé que muchos coincidirán que, como periodista y mujer, fuiste única.
Ten buen viaje, amiga, en algún punto nos reencontraremos.
Tu amiga que te extraña: Hercilia Gato